DESPUÉS DE AMAR

31. Signos.

El dolor estomacal genera que Lali empiece a toser y abra los ojos. Presiona fuerte los párpados y tarda algunos segundos en ubicarse en el espacio; o mejor dicho, en la combi en la que quedó atrapada. Escucha ruidos externos, gritos, sirenas y voces lejanas, pero no les da una entidad porque se da cuenta que su cuerpo está suspendido en el aire, boca abajo, con el pelo cayéndole por encima de la cara, las piernas temblando y las manos colgando, todavía sujetada al asiento con el cinturón de seguridad. «La puta madre» susurra al percibir que la combi está dada vuelta, que por eso ella está colgando, pero también porque en lo que ahora es el piso del vehículo, hay un cuerpo inconsciente con marcas de golpes, sangre en la cabeza y ojos abiertos que le dan a entender su ausencia de signos vitales. Traga saliva y cierra los ojos. No, no es un sueño. Agiliza la respiración y grita el nombre de Peter porque recuerda que fue el último rostro que vio cuando la combi perdió el control. Se le llenan los ojos de lágrimas y al girar la cabeza descubre que Rocío no está en su asiento y que su cinturón de seguridad cuelga en el aire. El mentón empieza a temblarle igual que las manos y cuenta hasta diez para recuperar la respiración. El dolor en su estómago aumenta hasta que se da cuenta que su cuerpo suspendido está ejerciendo una fuerza extra sobre la hebilla del cinturón que la sostiene. Entonces con los brazos se abraza al asiento delantero para tomar un poco de envión y así no dejar que todo su peso dependa de un solo punto. Vuelve a cerrar los ojos, presiona los dientes, hace fuerza para tomar aire para que su panza se meta hacia adentro y así poder desabrochar el cinturón que instantemente, por una cuestión lógica de gravedad, la hace caer sobre el cuerpo muerto que la protege del impacto. La ventana del otro lateral está rota y tiene que correr a ese otro colega que certifica su muerte después de tomarle el pulso. Se clava un vidrio en la palma de la mano y pega un grito por el ardor mismo. Y cuando está intentando quitárselo, lo escucha.

−Lali... −es la voz de Peter. Ella se desespera y se arranca el vidrio logrando un tajo más grande en el que sale más sangre. Entonces cuando sale de la combi, se tiene que cubrir la vista con su mismo brazo porque las luces de las sirenas la enceguecen.

−Peter –lo llama en un hilo de voz y gatea alrededor de la combi, por encima del pavimento– Peter... −y empieza a sollozar cuando lo encuentra intentando salir por una ventana totalmente rota– cuidado, cuidado... –dice y lo ayuda a salir tironeando despacio de sus brazos. Ahí se da cuenta que una de las manos la tiene rasguñada por las uñas de ella que al impactar lo combi, lo primero que hizo fue querer agarrarse de él– ¿Estás bien? ¿Te sentís bien? –y le sostiene la cara que está sucia y manchada de sangre.

−Sí –responde y cierra un poco los ojos– ¿Vos cómo estás? ¿Estás bien? Estás herida –le descubre la mano tajeada que desborda de sangre.

−No es nada –y se limpia con la chaqueta del ambo– vení... −y se ayudan mutuamente a levantarse. Él se queja de algún dolor interno o externo y pasa un brazo por encima de los hombros de ella que lo sostiene de la cintura– hay médicos muertos –le cuenta en un hilo de voz.

−Lo sé –responde en el mismo tono. Es que vio lo suficiente cuando intentaba salir del vehículo– Ro... –la encuentran parada con el cuerpo innerte, el pelo desordenado, un brazo sosteniéndose el otro y la mirada fija en la cabina del conductor– Rochi –vuelve a llamarla y cuando se acerca la sacude un poco para que vuelva en sí. Detrás puede reconocer el camión de bomberos, dos ambulancias, tres patrulleros policiales, compañeros de trabajo siendo socorridos y un grupo de gente que oficia de testigo– ¿Me ves bien, Ro? –y le abre un poco los ojos estirándole los párpados.

−Es-está muerta –balbucea cargada de lágrimas. Los dos bajan la vista y reconocen el cuerpo de Virginia– está muerta... −repite porque necesita procesarlo– ¿Qué-qué pasó?