28. Magia.

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Los azulejos del baño están húmedos a causa del vapor que emana la ducha en la que Lali termina de enjuagarse el pelo. Cierra los ojos para que el shampoo no le moleste y también los siente algo hinchados, no a causa de haber llorado sino de haberse levantado tan temprano. Cuando está enjabonándose los brazos, escucha que la puerta se abre y se cierra; después la tapa del inodoro impactando contra la mochila al ser levantada, el pis cayendo arriba del agua, el tubo del papel higiénico al ser girado, el botón, también un bostezo y por último un «buenos días, mami» que la hace reír. Cierra la canilla después de esparcirse la crema de enjuague, asoma un brazo para agarrar la toalla colgada y envolverse el pelo cual turbante. Luego hace lo mismo con el toallón que se anuda al torso, y al correr la cortina choca con el cuerpo de Peter que entra sin pedir permiso, con los ojos achinados a causa de recién haber despertado y con una sonrisa que la contagia.

−Buenos días –inaudible.

−Buenos días –responde ella. Después cruza el escalón y se calza las ojotas– ¿En tu mundo no te enseñaron a pedir permiso antes de entrar?

−Sí, pero en nuestro mundo nunca lo hicimos –contesta ágil– incluso sabía que te estabas bañando y solo vine a bañarme con vos para no malgastar agua pero me ganaste.

−¿Siempre tenés una respuesta para todo?

−Siempre, niña –y ella sonríe– ¿Te puedo saludar o para eso también tengo que pedir permiso?

−Todavía tengo que cambiarme.

−Te voy a dar un beso con la boca, no con el cuerpo. A no ser que estés pensando en otra cosa –acota rápido, porque es verdad que siempre tiene una respuesta bajo la manga para cualquier tipo de circunstancia.

−Sos un tarado –le dice al morderse el labio.

−No lo desmiento –y se acerca– buenos días, niña –le susurra cuando la tiene a un centímetro de distancia, cuando los labios están rozándose.

−Buenos días, plebe –le dice alternando la vista en sus ojos y boca, y cuando Peter sonríe, acorta la distancia para besarla. También se acuchilla un poco para poder cruzarle los brazos por debajo de la cola y levantarla sin que se le caiga el toallón. Ella ríe y le envuelve los brazos alrededor del cuello para no desequilibrarse. Pero en un giro sorpresivo, Lali abre los ojos y tiene que golpearle la espalda para avisarle que, además de frenar la libido, también está Allegra parada observándolos en la puerta.

−Hola, Alu –Peter la saluda cuando vuelve a dejar a Lali en el suelo– ¿Cómo estás? No sabía que ya estabas despierta.

−¿Se estaban besando? –les pregunta sin muchas vueltas ni vergüenza.

−Eh... sí, no... quizás. Un poco.

−¿Te acordaste de papá, mamá? –y abre mucho los ojos.

−No... −esboza como con pena, porque tampoco quiere herir sus sentimientos que no son pequeños como ella– solo nos estábamos saludando.

−¿Entonces por qué si no te acordás de él se estaban besando como hacían antes? –y entrecierra un poco los ojos porque está pensando y también los analiza, lo que a Peter lo hace reír porque son las mismas facciones que heredó de su madre.

−Porque a pesar de que todavía no me recuerde, mamá siempre seguirá muerta por mí –le dice; ergo, Lali le da un cachetazo en la espalda– ¿Acaso es mentira?

−No tenés por qué andar explicándole eso a una criatura de cinco años.

−Pero es verdad, má –Allegra interfiere– papá es muy lindo.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora