24. En el séptimo día.

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Siete días después del nacimiento de Allegra, eran las cinco de la tarde y ella dormía panza arriba luego de haber consumido bastante leche de la teta de su mamá. Estaba en la cama grande de sus padres con un body verde agua, los ojos cerrados achinadísimos, las manitos cruzadas por encima de la panza que le subía y bajaba porque estaba respirando acompasadamente, con un almohadón largo envolviéndole todo el cuerpo y con Peter semi-acostado a su lado muy concentrado en la lectura de un libro.

−"Entonces, la abejita salió volando al consultorio de la vaca" –leyó– "Justo en ese momento, la vaca estaba durmiendo sobre la camilla". Una vaga la vaca –agregó– "La abejita se le paró en la oreja y en su idioma abejil le contó lo que le pasaba a la jirafa" –lo de idioma abejil lo agregó él– "¡Por fin una que se enferma! dijo la vaca, desperezándose. Enseguida voy a curarla. Entonces se puso su delantal y su gorrito blanco y fue a la casa de la jirafa, caminando como sonámbula sobre sus tacos altos". Yo que la jirafa no me dejo atender por ella –comentó y dio vuelta la página. Era tanta su concentración que ni siquiera se dio cuenta cuando Lali se asomó para espiarlos. Ella se apoyó en el marco de la puerta, cruzó los brazos y sonrió por inercia porque solo quería ser espectadora– "Hay que darle masajes, aseguró más tarde cuando vio a la jirafa" –él continuó– pero yo sola no puedo, necesito ayuda, su cuello es muy largo. Entonces bostezó y llamó al burrito. Justo en ese momento, el burrito estaba lavándose los dientes". Muy oportunos todos los amigos de la vaca, ¿no? –y miró a Allegra como si ella con solo siete días de vida vaya a responderle algo– "Sin tragar el agua del buche debido al apuro, se subió en dos patas arriba de la vaca pero todavía sobraba mucho cuello para masajear. Nosotros dos solo no podemos, dijo la vaca. Entonces el burrito hizo gárgaras y así llamó al cordero que justo en ese momento estaba mascando un chicle de pastito". Recomendación, hija: los chicles siempre de frutilla o menta, ¿okey? –y Lali escupió una carcajada que a él lo obligó a levantar la vista para encontrarla– hola, estamos acá leyendo unos cuentos.

−Los veo –y se acercó caminando con tranquilidad, más que nada por los puntos de la cesárea que todavía le dolían– no creo que te entienda mucho.

−No importa, ella ya reconoce la voz de papá y por eso se durmió. ¿Cómo estás? –le corrió un poco el pelo para enganchárselo en la oreja.

−Bien, mejor. Estaba hablando con tu hermana que me tiró algunos tips maternales para tener en cuenta –y se sonrieron mutuamente– me dijo que tiene pensado viajar porque quieren vernos, y los chicos también quieren conocer a su prima.

−¿Te confirmó para cuando?

−No, pero me dijo que no quería que pase de éste año.

−Bueno, vos avisame antes así yo tengo tiempo de esconderme –pero ella se rió al morderse el labio– en serio.

−Son tus sobrinos, Peter.

−Por eso, llevan mitad Lanzani en la sangre. Conozco el prontuario.

−Alu también es Lanzani –le recordó el pequeño detalle.

−Pero ella va a ser tranquila –y se detuvo a mirarla– mira, mira lo que es. La paz en su estado más puro.

−Está durmiendo y solo tiene siete días de vida, mi amor. No quiero spoilearte pero va a hacer quilombo porque encima además su padre flasheó revolución en la universidad –pero él revoleó los ojos porque la broma será eterna– ¿Qué le estabas leyendo? –y le movió un poco el libro para leer la tapa.

−Es de los de la caja que tenía mi vieja. Son libros que nos leía a nosotros cuando éramos chicos... −y en la tapa podía verse escrito el nombre de Elsa Borneman.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora