19. Vuelta por el universo.

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Lali está sentada en el umbral de la pared de su casa. Usa una vincha con un nudo en la mitad de la cabeza y jeans ajustados a sus piernas cruzadas. Mantiene la mirada atenta en su celular porque está respondiendo mensajes del grupo de sus compañeras de trabajo. Y cuando nadie escribe, aprovecha para meterse en alguna otra red social, por eso es que sonríe un poco cuando ve una foto de Eugenia con Agustín durmiendo al lado panza arriba y con la boca abierta. La likea y cuando termina de escribir un comentario, escucha los dos bocinazos que la obligan a levantar la cabeza y encontrarse con el auto esperándola en mitad de la calle.

−Buenos días –saluda al subir al asiento de copiloto y cerrar la puerta.

−Buenos días –Peter le responde con una sonrisa, con una mano sosteniendo el volante y la otra en la palanca de cambios.

−Hola, mami –Allegra se asoma por el asiento trasero, se sostiene de los respaldos delanteros y deslumbra con su sonrisa desplegada cargada de emoción.

−¿Cómo estás, Alu? –le pregunta después de doblarse un poco para darle un beso en el cachete.

−Re bien.

−¿Estamos todos protegidos? –consulta él levantando un poco el tono de voz como se si estuviese haciendo cargo de una horda de niños.

−¡Sí! –Allegra se deja caer en el centro del asiento de atrás y se abrocha el cinturón al mismo tiempo que también lo hace Lali– ¡Vamos! –también levanta las manos y ellos cruzan una sonrisa antes de volver a poner en marcha el vehículo.

Cuando Peter llegó a los veintisiete años, Allegra recién estaba rascando los diez meses y todavía no sabía caminar pero era la mejor gateando. Ella, toda chiquita, con un body negro a lunares blancos y un gorrito rosa en su cabeza con poquito pelo, iba en los brazos de Eugenia mientras Lali caminaba a su lado arrastrando el cochecito vacío y detrás de ellas avanzaban en hilera Agustín con anteojos de sol y bermudas playeras, el Chino que llevaba una torta cubierta, Rocío que cargaba con una canasta grande en el hombro y Peter con un par de reposeras más una manta colorida. Es que en cada vuelta al sol siempre se organizaron festejos de diferente índole y en distintos escenarios, por eso ésta vez Peter elige que sea un picnic en el parque con sus amigos de siempre.

−¿Por qué Matías no pudo venir? –consultó Eugenia con medio sandwichito de miga en la boca ya sentada de piernas cruzadas en la manta que abrieron en el pasto.

−Está en el casamiento del hermano de Juli –le contó Rocío arrodillada con su vestido bambula sirviendo gaseosa en los vasos.

−Era más fácil decirle cuñado –dijo Lali entre risas y cargando una mamadera con agua fresca.

−Es que eso sería involucrarlo por completo en la familia y todos acá sabemos que no va a durar mucho más de dos o tres meses.

−A mí éste mes me caduca la apuesta –acotó el Chino con la boca llena de palitos salados muy cómodo en una de las reposeras.

−Haceme acordar que te debo cien pesos –le dijo Agustín recostado boca abajo con mitad del cuerpo sobre la manta y la otra en el pasto. Pegada a su brazo estaba sentada Allegra chupando y triturando una vainilla con sus deditos cortos y gorditos.

−Estaría bueno que confiemos en que aprendió la lección y que no va a repetir los mismos errores en ésta nueva relación –opinó Peter acostado boca arriba con la cabeza apoyada en una de las piernas de Lali– además Julieta es una buena mina y creo que va a ser capaz de hacerle ver otra realidad... igual yo todavía sigo corriendo porque aposté dos meses más –agregó después y más de uno se rió por el doble discurso– Eugenia, ¿te podes dejar de comer los sandwichitos?

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora