33. Tabú.

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Los días nacen, las tardes desaparecen, las noches transcurren y todos intentan retomar sus vidas rutinarias yendo del trabajo a casa y de casa al trabajo, aunque a veces organizan una escapada para romper la semana. Es que quedarse encerrado genera un vacío que hay que rellenar con algo, y ese algo siempre es la nostalgia y los recuerdos relacionados con Agustín. Matías pierde su cargo como kinesiólogo en el hospital y es despedido; el Chino es reincorporado junto a un par más de colegas, pero él sabe que si lo hicieron fue porque kinesiología estaba quedándose sin especialistas. Lali vuelve a visitar a Leonardo por tercera vez en la semana porque necesita más respuestas que preguntas, porque quiere recuperarse, porque ya no aguanta tanto olvido; Eugenia intenta salir de a poco de aquel pozo en el que siempre está sentada en la orilla con las piernas colgando y el trabajo con chicos la ayuda un montón a dispersarse porque vuelve a reír y es lo que más necesita, aunque una citación legal con Benjamín la desestabiliza un montón y por eso Nicolás decide acompañarla, aunque la espera afuera del juzgado y cuando vuelve a salir se limita a rodearle el cuerpo con un brazo y darle un beso en la sien con la promesa de que todo va a estar bien, aunque no lo parezca; Julieta y Rocío, por su parte, se distancian los primeros días por una cuestión que ni ellas pudieron entender pero respetando el silencio de la otra, aunque posteriormente vuelven a encontrarse en el buffet y comparten una mesa para empezar a hablar sobre el punto que las unió: Matías; pero Peter ya estaba cumpliendo siete días sin ir a trabajar desde el día del velorio. Solo se limitaba a despedir a Allegra cuando llegaba el micro escolar y a recibirla cuando regresaba. Pero no respondía mensajes ni contestaba los llamados. Se aísla en un mundo aparte, en silencio, desahuciado, vacío de todo y lleno de culpa. Come solo sentado en el sillón, no enciende el televisor, bloquea el número de Gimena luego de que lo haya llamado incesantemente porque necesita que regrese al trabajo, no se queda a cenar de sus padres y ni siquiera mira a Lali, por eso ella toma la decisión de pasar un par de noches en el nuevo departamento de Eugenia, ese que ya no tiene las cicatrices de Benjamín ni las huellas de Agustín. Peter se esconde porque huye, porque la realidad le dio un cachetazo que lo dejó knockout, que lo tumbó al suelo para no volver a pararse nunca más. Se silencia porque hay un proceso que todavía no pudo cumplir, porque todavía ni siquiera se animó a llorar a su mejor amigo y porque tampoco puede nombrarlo.

−Hola –Eugenia lo saluda cuando él abre la puerta. La barba le creció un poco más y las ojeras se le marcaron a causa del trastorno del sueño– nos retrasamos porque nos quedamos colgadas jugando con las maquinitas de los peluches.

−Es que la tía es muy buena en eso –dice Allegra que está parada delante de ella y se descuelga la mochilita verde al entrar a la casa– ¿Te quedas, Guge? –le pregunta ya colgada de la puerta de la heladera.

−No sé... −titubea y mira de reojo a Peter. No porque le tenga miedo, sino porque comprende su silencio.

−Dale, quedate un ratito más –implora– que se quede un rato más, papi.

−Está bien, quedate –le dice él respetando sus nulas ganas de vivir y la más chiquita festeja.

−Okey... ¿Puedo pasar o me vas dar un mordiscón? –le consulta a medida que entra, pero Peter ni siquiera se ríe.

−Hay una torta de chocolate y naranja que hizo la abuela que está re rica –le dice ella con medio cuerpo metido en el interior de la heladera. Eugenia la mira atenta mientras elige una banqueta en la que sentarse y de reojo espía a Peter que va a encender la pava eléctrica pero de la alacena baja solo una taza– ¿Querés? –le ofrece con el corazón más grande que el país y después apoya la bandeja con la torta sobre la isla, aunque un par de migas caen al piso.

−Dale, gracias. Pero nosotras ya merendamos, Alu –le avisa y recibe el cuchillo que Peter le alcanza en mano.

−Pero nosotras siempre merendamos dos veces –responde y la hace reír.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora