16. Tratame suavemente.

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−¡Eugenia! –el vozarrón de Benjamín asustó a Eugenia que estaba encerrada en el baño esparciéndose una crema por la pierna ya que hacía un rato había salido de bañarse– ¡Eugenia! –repitió porque ella no salió al instante.

−¿Qué pasa? –y cuando llegó al living-comedor, lo encontró parado con los brazos a cada lado de la cintura y con un rostro que ella ya reconoce.

−No sé, decime vos qué te parece que puede estar pasando.

−No sé de qué hablas, Benja –se mantuvo tranquila y se limpió las manos con una servilleta que arrancó del rollo que estaba sobre la mesa de madera.

−¿No? ¿Estás segura? –dijo con una ironía que ella captó al instante

−Sí... –y su calma a él lo violentó más– ¿Qué pasó?

–Me acaban de citar en una comisaría porque tengo hecha una denuncia –dijo y ella se quedó dura, con los ojos abiertos y sintiendo un hormigueo en las manos– ¿Qué carajo hiciste?

−Yo no... nada, no hice nada –titubeó– no tengo nada qué ver, no sé de q-

−¿Te pensás que me chupo el dedo, Eugenia? ¿Qué nací ayer?

−Es que te jur-

−¡No me jures! –le gritó violentamente y todo el cuerpo de ella entró en temblor– ¡Si vos no fuiste, entonces fue otra persona así que fuiste a contar por ahí nuestros problemas como pareja! –pero ella bajó la vista y se mordió la lengua– ¿A quién se lo contaste?

−A nadie.

−¡No me mientas! –volvió a atacar y con la mano tiró los platos sucios que estaban en la mesa. Ella se corrió unos pasos hacia atrás por inercia– ¡Deja de mentirme! ¿Cuándo fuiste a hacer la denuncia también les mentiste? ¿Les dijiste que la culpa era solo mía?

−Te dije que yo no fui, Benjamín –insistió.

−No me importa –y se adelantó rápido para presionarle la cara con una mano, hundiéndole los dedos en las mejillas y haciéndola chocar contra la pared– ¿A quién se lo contaste? ¿Eh? ¿A quién le fuiste con el verso? ¿A tu amante? ¿Se lo contaste a él?

−No se lo conté a nadie –responde como puede, con los ojos cargados de lágrimas– soltame... −y le da un empujón para separarlo– deja de pensar que todo lo hago para lastimarte. Vos me lastimas a mí, ¿no te das cuenta?

−¡¿Yo te lastimo a vos?! ¡Caradura! –y al gritarle, le escupió la cara– ¡Vos te coges a otro y yo soy el que te lastimas! ¡Hija de puta!

−Basta, no sé de qué estás hablando –le dijo mientras se masajeaba la mandíbula por la presión que le hizo con los dedos.

−¿No sabes? Mira... –entonces se acercó hasta una repisa y agarró el celular de ella– de esto te hablo –y le mostró la pantalla con una conversación con Nicolás. A Eugenia el mentón le empezó a temblar a causa del miedo y tuvo fuertes ganas de llorar para huir– "¿Ya tenés elegido el disfraz para ésta noche?" –y empezó a leer la conversación– "Sí, Mr. Vamos a ser la pareja de superhéroes"; "Te paso a buscar más tarde"; "Te voy a estar esperando". Pelotuda... qué pelotuda que sos –y se rió de ella y de todos sus sentimientos– ¿Pensaste que no me iba a dar cuenta nunca que te estás cogiendo a otro? ¿Eh? ¡¿Te pensás que soy estúpido?! –y tiró el celular haciéndolo estrolar contra la pared– ¡Te vi ayer a la noche con ese infeliz atorranteándole y haciéndote la linda! ¡Sos una puta barata que solo quiere cogerse a todo y después echarme la culpa a mí!

−¡Basta! –le gritó entre sollozos– ¡Basta de decirme así! –pero después se dio cuenta el error que había cometido en levantarle la voz; es que a él nadie le puede gritar. Por ende, la respuesta de Benjamín fue un cachetazo que le volteó la cara y la hizo caer al suelo.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora