34. Soñé en gotas.

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"–[...] La verdad que eso nunca me lo puse a pensar porque tampoco lo veo como una fantasía. Es algo que sentís, que te pasa por dentro –explicaba Lali– porque el amor funciona así y es indiferente al género que tenga el otro. Pero tampoco me puse a pensar en qué me gustaría hacer antes de morir.

−Apoyo la moción –avalaba Eugenia– pero también me encantaría entrar a una de mis confiterías preferidas y comerme todas las tortas. Total qué me importa si me agarra un empacho, me voy a morir igual."

Lali está acostada de perfil con el codo clavado en la almohada del lado izquierdo y observando a Peter que se mantiene a su lado boca arriba, con los ojos abiertos y tildados en el techo. Cada tanto los cierra y vuelve a abrirlo a los segundos, igual que su respiración que le hace subir y bajar el pecho.

−¿Estás mejor? –le consulta después de un ratito. La habitación está obscura y trataron de hacer el menor ruido posible cuando se movieron de la entrada hasta allí.

−¿Qué sería estar mejor?

−Poder respirar –responde. Peter gira la cabeza para mirarla y ella le sonríe un poco. Es que necesita que vuelva a la normalidad– durante éstos diez días todos estuvimos padeciendo esos mismos síntomas –le cuenta– el duelo tuvimos que hacerlo todos pero la diferencia fue que nosotros pudimos hablarlo para extirparlo... aunque eso no signifique que se haya ido el dolor.

−Nunca se va a ir –agrega en un susurro.

−No, nunca. Pero tampoco podemos quedarnos aislados porque... la muerte es parte de la vida, Pitt.

−Lo sé, te juro que lo sé y que siempre lo miré así pero ésta muerte no fue natural, Lali –y los ojos vuelven a nublarse– me duele porque fue injusto, porque le pasó a la persona que menos se lo merecía. Él no se... él no se merecía esto –titubea.

−Ninguno de los que estuvimos en esa combi nos merecíamos lo que pasó. Pero fue algo que nos excedió, de lo que no tenemos la culpa –pero él revolea los ojos y esboza una risita de las irónicas– no, no la tenés. Basta de adjudicarte una culpa que sabes que no tenés.

−Tendría que haber hecho algo más.

−¿Cuánto más ibas a poder hacer si él no estaba bien?

−Pero me respondió, me presionó la mano.

−Te respondió para decirte que no hagas nada. Supongo que ya sabría lo que iba a pasar... −piensa. Y él exhala un montón de aire porque está recordando ese momento al que no quiere volver nunca más.

−Pasó lo mismo, La. Fue lo mismo que nos pasó a nosotros. No supe que hacer, no... me estanqué. Estuve en dos accidentes y no pude salvar a ninguno.

−A mí me salvaste –le dice. Pero en su silencio, ella entiende que él no salvó a la mujer de la que se enamoró una década atrás– hiciste lo que pudiste en ese momento, Peter.

−¿A veces no te detenés a pensar en que si hubieses tomado otra decisión las cosas serían muy diferentes? –pregunta– yo sí, me lo pregunté al poco tiempo que vos despertaste del coma y me lo volví a preguntar todos los días desde lo que pasó con Agus. Y si tan solo te hubiese hecho caso... si tan solo no te hubiese obligado a hacer otra cosa en vez de volver a casa, todo hoy sería muy distinto. Es como si aquella noche hubiese girado el volante para el lado equivocado y todas nuestras vidas empezaron a desarmarse de a poco.

−Lo podes sentir, pero sabes que no es así. No tenés la culpa, ¿escuchaste? –y le arruga un poco la tela de la remera– no la tenés.

−¿Sabes qué me pasó durante todos éstos días? –y gira un poco el cuerpo para mirarla; ella niega– lo esperaba. Esperaba un llamado, esperaba un mensaje, esperaba que apareciera cuando abría la puerta después de que alguno tocaba timbre sin avisar. Durante todos éstos días esperé a que me digan que era mentira, y no pasó...

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora