38. Dejavú.

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"−A mí me cuesta un poco pensar en eso porque... qué se yo, quizás porque tengo una hija y lo único que quiero es prolongar la vida todo lo necesario para disfrutarla al cien por ciento.

−Pero en el hipotético caso de que llegara a pasar... −agregaba Peter– creo que elegiría que los tres nos vayamos a la costa y disfrutemos ese último momento juntos –y Lali le sonríe antes de besarlo– ¿Viste qué romántico que soy? Te casaste con el hombre perfecto –le susurra sobre los labios y los demás rieron."

Lali está sentada de piernas cruzadas en el pasto, con las manos escondidas en el hueco de sus piernas y con anteojos de sol que se levanta para usarlos como vincha porque ya no son necesarios. El pelo se le mueve a causa del viento y los rayos de luz golpean sobre la lápida no dejando distinguir con facilidad el nombre pero sí algunas de sus letras. Entonces esboza una sonrisa porque en cada una de ellas puede volver a verlo. Como reencontrarlo, sentirlo, tocarlo, escucharlo, oír su voz, aquella que sintió haber olvidado pero que en realidad los videos ayudan a que todavía pueda estar en su mente. Entonces del bolsillo de la campera saca una hoja amarillenta que arrancó de un libro que estaba guardado en su casa. Relee algunas palabras y sonríe.

−Es raro estar haciendo esto... −dice en voz baja– raro porque en realidad estoy hablando sola y la señora de allá no me está mirando muy bien –y de reojo observa a la adulta que está a varios metros de distancia con un ramo de flores observándola sin disimulo alguno– pero supongo que no vamos a venir acá a juzgar, ¿no? Al fin y al cabo ella se vistió como si la persona difunta vaya a recobrar vida para invitarla a bailar –y se ríe de su propio chiste porque sabe que él también lo hubiese hecho– no sé como estarán las cosas en ese plano, pero de éste lado están muy normales... dentro de todo lo que puede denominarse normal, claro. A Chino le renovaron el contrato para dos años más así que está contento porque por lo menos tiene asegurado dos años sin pensar en que pueden despedirlo... aunque por las dudas sigue practicando recetas de sándwiches vegetarianos en el caso de que haya una nueva crisis. Julieta y Rocío están saliendo –y sonríe mucho al decirlo, es que es una alegría enorme para el grupo porque les encanta verlas juntas. Más que verlas juntas, verlas compatibles y felices– están bien, se las ve bien y la pasan bien... es lo más importante. Y Alu no da más de enojarse todo el tiempo con algunos de sus amigos cuando no entienden el por qué dice que tiene dos tías de novias –y esboza una risa porque la recuerda con el ceño fruncido y los brazos cruzados; incluso una vez revoleó los ojos y dio una patadita al suelo– y hablando de Alu... está enorme. Cumplió seis pero parece que cumplió diecisiete. Tiene una autonomía, una inteligencia y alegría digna de admirar... bueno, calculo que por eso decidimos llamarla así. También te extraña todos los días... te nombra, te recuerda. Tiene la voluntad de hacerlo porque la muerte no es un tema tabú en ella ni en casi ningún niño... aunque la llegada de Mango la ayudó bastante a poder asimilarlo y dormir mejor. No es que te esté comparando con un perro, pero vos entendés... −y ya le habla como si lo tuviese sentado enfrente, con las piernas flexionadas, el cuerpo un poco inclinado hacia atrás como a él le gustaba sentarse y dejando caer todo el peso sobre sus codos hundidos en el pasto– Eugenia pudo desquitarse de todo el dolor de Benjamín y hace un par de días se logró que lo condenen a quince años de prisión. La alivió pero no le dio la felicidad que ella necesitaba... tanto vos como yo entenderás que quiere perpetua, pero es mejor que tenerlo en prisión domiciliaria o vagando por la ciudad. Está viviendo sola en un monoambiente muy chiquito aunque a veces le cueste dormirse, pero Nicolás se queda con ella y es de gran ayuda. Aunque bueno, ahora tampoco está durmiendo mucho porque desde que él se anotó en Médicos sin Fronteras y vaga por toda Latinoamérica rescatando vidas, no la deja muy tranquila. Requiere de muchas noches de helado y comedias románticas, o de porro y hamburguesas a las tres de la madrugada –y vuelve a sonreír porque se visualizan– Peter está como siempre... bah, tuvo su época de crisis porque quién no la tendría con una situación así. Pero está bien. A veces se queda tildado mirando un punto fijo y aunque dice que está pensando en su próximo plan para molestar a alguien, sé que está pensando en vos porque no va a dejar de extrañarte nunca. Y yo... bueno –suspira y sube los hombros– qué se yo, estoy acá. Estoy donde pensé que nunca iba a estar, con las personas que tuve que volver a conocer para querer por segunda vez. Estoy y creo que eso es lo que más me importa hoy en día... más allá de las elecciones que tome. Pero hace un tiempo me dijiste que tenía que dejar que las cosas fluyan, que no tenía que obligarme a sentir cosas que no podía, que debía sentirlas cuando quería... supongo que eso me hizo dar el click. Pero aunque primero intenté forzarlo, después preferí hacerte caso y acá estoy... sintiendo que también te extraño, que me gustaría volver a estar sentada con vos almorzando en la escalera del hospital o fumando porro encerrados con Eugenia en el cuartito oscuro. Mira... −entonces empieza a desenvolver la hoja del libro– el otro día estábamos empacando y me encontré con un libro que no recuerdo haber leído pero en el que tenía una dedicatoria tuya porque me lo habías regalado. Después me enteré que nuestro hobby era regalarnos libros, así que aproveché la noche para leerlo y marqué algunas cosas lindas, pero quiero leerte una... –y mete una pausa en la que también junta mucho aire– «a veces las pérdidas serán pequeñas, otras veces las pérdidas serán grandes. Pero si te acostumbras a entenderlas, a enfrentarte a ellas, al final te darás cuenta de que no existen como tal...»−lee− «cualquier pérdida es una ganancia. [...] cuando conoces qué tienes, es más fácil superarlo» −y vuelve a levantar la vista para enfocarse en la lápida, en las fechas talladas– hubo un tiempo que te conocí mucho y hubo otro en el que te conocí poco, pero en los dos coincidí en que te quise un montón. Así que fue más lo que gané que lo que perdí –se arrodilla para gatear un poco hasta dejar la hoja del libro al lado de un conjunto de flores, sostenida por una piedra– esperame que en algún momento nos vamos a volver a encontrar, Agus. Te quiero –susurra, casi como con vergüenza. Pero sonríe, como si él todavía estuviese mirándola con sus ojos redondos y luminosos, los cachetes grandes de los que todos siempre se burlaron (incluso él mismo) y de esa sonrisa que nunca nadie olvidará.

DESPUÉS DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora