H

14.9K 2.5K 2K
                                    

  10 años.

Eijiro Kirishima siempre pensó que las almas gemelas debían ser como su mamá y su papá. Una relación duradera, con besos, abrazos, regalos, una familia unida.

Pero no con golpes.

El pelinegro nuevamente se encontraba escondido en algún punto de su habitación, tapando sus oídos y cerrando con fuerza sus ojos para evitar escuchar los sollozos de su madre y los gritos de su padre que culminaban en sonidos de golpes, gritos, cachetadas. Y sólo porque le dijo a su padre que quería una muñeca para su cumpleaños. 

Y eso era específicamente lo que no entendía, ¿acaso estaba mal? ¿dejaba de ser hombre por eso? al parecer sí porque de los gritos que alcanzaba a oír eso era lo que escuchaba.

—  ¡Yo quería un hombre, no a un marica!— y otro golpe más.— es tu culpa por criarlo así, eres muy blando con él.

Cosas similares lograba escuchar desde la planta baja. Lloró en silencio por varios minutos hasta que sintió un portazo, se había ido. Finalmente.

Salió de su escondite y bajó las escaleras prácticamente corriendo para ver el estado de su madre, quien, a pesar de los golpes y la sangre que salía de su labio roto, le sonrió, levantándose con algo de dificultad para estirar sus brazos para poder acunar a su hijo entre ellos, cosa que no tardó ni dos minutos en suceder.

—  Mi vida, ¿escuchaste todo?— preguntó, pero el pequeño simplemente la abrazó mientras lloraba con fuerza.

—  Ya no quiero una muñeca, ya no quiero nada si vas a terminar así.

—  Eijiro, cuando tu padre vuelva no le diremos nada, ¿sí? olvidaremos todo esto y te regalaré tu muñeca, pero será un secreto de los dos.

El pequeño Kirishima asintió y lloró por otro par de minutos mientras se aferraba con fuerza a la camisa de su madre.

—  ¿No soy un hombre si me gustan las muñecas?— su voz salió en un susurro, pero la mujer alcanzó a oírle perfectamente y con cuidado hizo que le mirara a los ojos, tomando su rostro entre sus manos.

—  Mi vida, tú eres el más masculino de esta casa incluso si te gustan las muñecas.

—  Yo no quiero golpear nunca a mi alma gemela, eso no lo hace un hombre.

—  No lo hagas, porque los verdaderos hombres jamás hacen daño a las personas que aman.

Ese fue el día que Eijiro Kirishima se prometió no golpear nunca a su pareja, y a ser el hombre más masculino. Aunque para él, el ser masculino era sinónimo de ser valiente, alguien fuerte, por lo que para él, su madre era masculina. 

Colorblind [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora