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Usando la Ropa del Otro

  Con la luz brillante de la mañana colándose por las ventanas, Mink se preparaba para salir a su trabajo.

  Era la hora en la que siempre se levantaba, con la diferencia de que cierto muchachito de cabellos azules no andaba de aquí para allá preparando el desayuno o vistiéndose para ir a trabajar también. Habían dos motivos de ello; el primero, Aoba hoy no trabajaba y, el segundo, habían tenido demasiada acción la noche anterior que no era de extrañarse que el pobre japonés estuviera tan exhausto y claramente dormido entre las cobijas de su cama. No quiso molestarlo, primordialmente sabiendo el humor de perros que Aoba tenía cuando era forzado a despertar. Por ende, Mink prefirió evitar una pelea matutina de ese tipo.

  Huracán llegó hasta su hombro mientras tomaba entre sus manos una taza con humeante café negro.

—El lugar parece distinto sin Aoba paseando tan enérgicamente por la casa a estas horas —comentó el AllMate.

—Hm. Ciertamente.

—Diría que hasta se siente solitario.

—Hm.

  Mink se ubicó silenciosamente en una de las sillas frente a la mesa. En el puente de su nariz dejó descansar sus lentes y se dispuso a leer por un momento uno de los libros que tenía por terminar. Sabía que no podría concentrarse lo suficiente como para poder leerlo. Con la imagen muy agotada de Aoba durmiendo en su lecho, se planteó si de verdad se había excedido la noche anterior. Pensó conveniente ir a verlo antes de marcharse a su trabajo, quizás preguntarle si estaba bien o algo. No obstante, sus planes se vieron frustrados al oír un par de pasos arrastrarse por la madera del suelo, más el ruido de otros dos pares más pequeños.

  Aoba apareció por la puerta de la cocina, acompañado de su pequeño y adorable spitz japonés de color azul. A pesar de lo somnoliento que lucía y de que sus cabellos azulinos estaban bastante desordenados, Mink sólo le prestó atención a la única prenda de vestir que Aoba llevaba de manera desprolija; una de sus camisas color crema.

  Le quedaba grande y bastante larga, lo necesario como para cubrirle hasta la mitad de los muslos. Sus manos quedaban escondidas bajo las mangas, y faltaban algunos botones por abotonar o, simplemente, estaban mal colocados. Además de vestir la camisa, Mink dudaba seriamente de que Aoba llevará algo más que eso. Y, sin dudarlo, admiraba la vista.

—Buenos días, Mink, Huracán —bostezó el japonés con una somnolienta sonrisa.

—Hm. Buenos días —respondió el nativo americano, buscando desviar su mirada a algo que no sean las pálidas y desnudas piernas del joven. Como excusa, tomó su taza entre una de sus manos y bebió del contenido.

—Buenos días —dijo también el AllMate.

  Aoba les sonrió y se acercó a la cafetera, vertiendo el oscuro líquido en un taza rosada con manchas blancas. Luego, se giró y se apoyó contra la mesada, rodeando la porcelana entre sus manos para sentir el ameno calor.

—Lamento no haberme despertado antes, no pude preparar el desayuno —se disculpó, sabiendo que ya no habría tiempo para hacerlo viendo la hora que era.

—No importa —dijo Mink, cerrando su libro y quitándose sus lentes. Luego, miró a su AllMate —. Huracán.

  El ave lo miró por unos cortos segundos antes de alzarse en vuelo e ir hacia el salón. No hacían falta palabras entre ellos para entenderse.

—Iré con Huracán a la sala —dijo Ren desde el suelo.

—¿Uh? Está bien, Ren — dijo su dueño, bastante extrañado por el comportamiento de ambos animales mecánicos.

  Su AllMate se retiró de la escena sin dudar ni un segundo. Entonces, cuando parecieron quedarse solos, Mink se puso de pie de su lugar.

—¿Acaso me perdí de algo? —cuestionó Aoba, quien aún veía hacia donde su pequeño perro se había marchado. Sin embargo, al regresar su mirada al frente, sus labios fueron atrapados por los de su alta pareja. Se sorprendió muchísimo, y más aún cuando Mink le quitó la taza de las manos y la dejó sobre la isla detrás de ellos, únicamente para acorralar más al joven muchacho contra el lugar, besándolo apasionadamente.

—¿Por qué llevas puesto eso? —inquirió Mink, apenas a unos castos centímetros de la boca de Aoba.

—¿Eh? ¿Hablas de la camisa? —señaló el menor, viéndose a sí mismo —. Creí que podría usarla, además de que no quería ponerme mi ropa. ¡P-Pero puedo quitarmela, si quieres!

—No. Déjatela puesta.

—¿Eh? Mink...

  Mink volvió a besarlo, aferrando una de sus manos a la nuca de Aoba. Un escalofrío recorrió a través de sus hebras azules hasta su cuero cabelludo, pero eso no impidió corresponder a tan dulce beso que le robaba hasta el pensamiento.

  Tal vez, debería vestir más seguido la ropa de Mink, sobre todo sus bellas camisas.

Sólo Mío [DMMd] || 30 Days OTP Challenge || Mink x AobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora