En Ropa Formal
Mink suspiró, nervioso. Quizás, no lo demostraba físicamente, pero, en su interior, era un lío de inquietud total.
Kiara se iba a casar. Aún no lo creía. ¿Cómo pudo su pequeño retoño crecer de la noche a la mañana? Se sentía viejo con sólo pensar en los años que pasaron y el tiempo transcurrido en el que vio tanto a Kiara como a Yaneth y Airi crecer y volverse las tres mujeres más bellas de todo el pueblo. Sin embargo, la mayor de sus hijas no iba a unirse en matrimonio con algún afortunado de la comunidad en la que vivían. Para nada. Kiara se casaría con Christoph, el hijo mayor de Koujaku y Noiz. Maldito el día en que conocieron a ese par.
Ahora, no había nada que hacer. Con su hija de veinticinco años profundamente enamorada del joven rubio un año mayor a ella, no había quien detuviera la boda.
—Pareces nervioso —la voz de Aoba vino desde la entrada del dormitorio de la habitación en la que se hospedaban. Lo vio con sorpresa y observó su bella figura, contorneada por un hermoso traje gris de corte americano, llevando alrededor del cuello de una camisa blanca una corbata azul mate. Su largo cabello azulado estaba recogido en una cola de caballo, idéntico a cómo lo tenía su marido, sólo que con su flequillo colocado a un lado.
—Hmph —respondió Mink, regresando a verse en el espejo para ponerse la corbata. Entre risas, Aoba se acercó a él y tomó la cinta rosada oscura de sus manos, sabiendo que, por el mal humor de su marido, nada bueno saldría de eso.
—No debes enojarte así porque nuestra hija se vaya a casar, Mink. Nosotros también pasamos por eso —intentó animarlo.
—Nuestra situación fue diferente, Aoba.
—Si no quieres admitir que estás celoso de que Christoph sea quien se case con Kiara, no lo hagas.
—¿Insinúas que quiero casarme con mi propia hija?
—¿Me negarás que, de ser posible, no lo harías?
Mink evitó su mirada. No podía mentirle. Aoba lo conocía muy bien, demasiado para su gusto. Eso lo irritaba aún más. Se sentía prisionero de no poder ocultar sus sentimientos ante él, pero también se sentía aliviado de que sea Aoba quiénes los conociera. Eso... le divirtió. Recordaba cuando antes era al revés, cuando era él quien sabía todo de Aoba, lo que pensaba, lo que ocultaba. Resultaba irónico que se hayan invertido los papeles, por lo menos en ese ámbito.
Una vez Aoba dejó de manipular la corbata, sintió su dulce boca sobre la suya en un casto beso.
—Deja de preocuparte por Kiara —dijo él—. Confío en Christoph y en que cuidará muy bien de nuestra niña.
—Hmph —respondió ásperamente. Aoba rió.
—Si te reconforta, no serás el único en darle una lección a ese niño si llega a dañarla. Créeme que somos una secta bastante completa que puede torturarlo de varias maneras inimaginables.
—¿"Somos"? —una sonrisa traviesa se curvó en la comisura de sus labios. Sus ojos amarillentos veían de manera traviesa a su marido de ya cincuenta años, quien se apegaba cada vez más a su cuerpo.
—Si. No sólo eres tu. Yaneth, Airi, la abuela y yo, incluso Huracán y Ren, también le daremos una lección que lo hará arrepentirse el resto de sus días si llega a meter la pata.
—Idiota.
Sus labios se unieron un fogoso beso. Las manos de Mink sostuvieron la nuca de Aoba, acariciando su sensible cuero cabelludo. La sensación hizo estremecer al peliazul y un gemido se escapó de sus hinchados labios.
—¡Papás! —la puerta del cuarto se abrió de golpe. La pequeña Airi entró corriendo a la habitación, seguida de Huracán. Sus padres dejaron a un lado el contacto, sorprendidos, y vieron a su hija de doce años aferrarse al cuerpo de Aoba, mientras que el ave rosada se posaba en el hombro de su dueño.
—¡A-Airi! —exclamó él, quien tambaleó por unos momentos—. ¿Qué sucede? ¿Por qué tanto escándalo?
—¡Es Yaneth! ¡Quiere ridiculizar a Huracán! —chilló la menor, viendo a su padre con sus enormes ojos amarillos.
—¡No seas mentirosa! —chilló Yaneth desde su lugar en el umbral de la puerta. La joven muchacha de diecisiete años, de cabellos azules oscuros y bellos ojos ambarinos, sostenía a Ren entre sus claros brazos, el cual llevaba una pajarita en lugar de su habitual collar con la aguja—. Sólo quiero ponerle una pajarita como le puse a Ren, ¿no ves?
—¡A Huracán no! ¡Él está bien así cómo está! —volvió a chillar la más pequeña.
—¿Y dejarle el nido que tiene hecho en la cabeza? ¡Primero muerta!
Mink fulminó con la mirada a Yaneth. Esa chica estaba jugando con fuego al hablar así de SU AllMate.
—¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡Es el AllMate de papá! ¡Él lo vistió así!
—Bueno, ya paren de pelear, niñas —Aoba intervino de inmediato. Tomó a Airi de los hombros y la separó un poco de su cuerpo—. Entiendo que Huracán sea de vuestro padre, pero... no creo que le afecte tener un pequeño cambio de look por hoy, ¿no crees, Mink?
Los ojos ambarinos del mayor miraron el inocente rostro que el menor le mostraba. Sabía que era a propósito. Una táctica macabra para convencerlo y que, ciertamente, detestaba —pero también amaba en secreto—.
—No me molestaría en lo absoluto —opinó Huracán.
—¡¿Hah?! ¡Huracán! ¡¿De qué hablas?! ¡Tu fuiste el primero en negarte! —chilló Airi, boquiabierta.
—Ciertamente, Airi fue quien impidió que Yaneth le hiciera algo a Huracán, sin tener en consideración su consentimiento —dijo Ren.
—¡Ren!
—¡Ay, como te amo, Ren! —Yaneth abrazó al peludo perrito. Su dueño original sólo pudo reír. Esa situación le traía tantos recuerdos divertidos que le era imposible no reírse.
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Sólo Mío [DMMd] || 30 Days OTP Challenge || Mink x Aoba
FanficPequeños drabbles (o intentos) de DRAMAtical Murders. Los personajes no son de mi autoridad. Todos los derechos a sus respectivos dueños. Sólo los uso para fines de entretenimiento. ♡|•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••|♡ Ship...