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Acurrucados de Cucharita

  Mink disfrutaba de la tranquilidad que compartía con Aoba dentro de su pequeño hogar, acurrucados entre las cálidas mantas de un mullido colchón. La desnuda espalda del menor chocaba contra los fuertes pectorales de su novio, quien rodeaba su fina cintura con sus poderosos brazos.

  Era uno de esos días libres, y, curiosamente, ambos habían coincidido con la misma fecha. Si fuera por Mink, ya se hubiera levantado a hacer algo productivo, pues odiaba estarse quieto, pero ese día le ganó la pereza. O, más bien, el ver a Aoba dormido entre sus brazos lo había convencido para no moverse siquiera más que para enterrar su nariz en las hebras azules ajenas. Aspiró su olor, un perfume diferente al suyo y que, ciertamente, lo calmaba bastante, como si de una droga se tratara. Adoraba el dulce aroma a vainilla que Aoba llevaba en toda su esencia, y aún no terminaba de creer que su pelo sea naturalmente de aquel frío pero brillante color azulino.

  Aoba se removió entre sueños. Poco a poco se fue despertando, sintiendo unos labios humedecidos besar amorosamente la piel de sus hombros y de su cuello. Aún no era consciente de lo que ocurría, pero no se asustó por algo así. Sabía que era su serio amante quien le daba los buenos días de esa manera tan primitiva; manera que Aoba adoraba, pues Mink lo hacía de la manera más tierna y amorosa posible, siempre sin el uso de palabras. Entonces, se giró un poco, aún somnoliento, y lo vio con una sonrisa.

—Buenos días —saludó el peliazul. Su voz sonó ronca, y pronto bostezó, cubriéndose la boca con una de sus manos.

—Buenos días, Aoba —respondió Mink, viéndolo con su ambarina y penetrante mirada.

  Aoba no dejó de sonreírle tontamente. Estaba bastante dormido aún y, aunque solía despertarse de muy mal humor, aquella vez se sintió diferente.

—¿Qué... hora es? —bostezó nuevamente, estirándose un poco en el proceso.

—Las once y cuarto...

—¿Eh?

  Los ojos marrones del más joven lo vieron incrédulo. ¿Once y cuarto? ¿Tan tarde era? Pero, ¿qué hacía Mink aún con él en la cama? No lo entendía.

—¿Las once? Pero, ¿qué haces aún en la cama? —el peliazul puso en duda sus puntos de vista.

—¿Te molesta que esté aquí? —Mink pareció molestarse, alzando una de sus cejas de manera despectiva.

—¿Eh? ¡No! ¡Para nada! Sólo que... me pareció extraño. No sueles quedarte más allá luego de despertar.

— Hmph.

  Mink no contestó a su comentario. En cambio, sólo volvió a enterrar su rostro entre las hebras azul.

—¿Eh? ¿Mink?

—¿Hm? ¿Qué sucede?

—Eh-N-Nada, sólo... me sorprendí.

—Hm.

  Sus fuertes brazos apretaron la cintura ajena más contra sí. Sus ojos cerrados, su nariz aspirando su dulce aroma y su cuerpo sintiendo su agradable calor. Mink se sentía cómodo estando junto a Aoba, quien sonrió una vez dándose cuenta de lo que ocurría. Su tierna risa sonó ligera mientras acariciaba una de las mejillas de su pareja.

—Si querías permanecer a mi lado, sólo debías decirlo —su voz sonó dulce y suave, dejando escapar un ligero tono de burla en sus propias palabras. Su pareja respondió con un gruñido de enojo, mas se aferró a su cuerpo, con sus enormes manos acariciando el pecho del menor. Entonces, Aoba volvió a reír.

  A veces, Mink era tan primitivo.

Sólo Mío [DMMd] || 30 Days OTP Challenge || Mink x AobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora