En tus manos confío Chapter 2

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Chapter 2

-Awww,... ¿Dean? ¿Sam?

-Está bien, Cass. No te levantes.

-¿Gabby? ¿Qué pasó? ¿Por qué no puedo...?

-El demonio que te atacó cuando poseyó a mi padre... Lo mataste, pero él te... cegó.

-Ahora recuerdo, abrí la puerta para que escaparas... ¿Dónde estamos?

-En el búnker de los Hombres de Letras, hemos estado aquí desde hace tres días.

-¿¡Tres días!?

-Por favor, quédate en la cama mientras yo busco a los Winchesters.

Castiel asintió. Mis pasos se alejaron de él con dirección a la puerta, pero mis ojos no lo dejaban. Lo último que vi fue su empeño de tocar las vendas de sus ojos para comprobar qué tan mal se encontraban. Ahogué un gemido de dolor y salí de la habitación.

En el salón del búnker, Sam y Dean hojeaban varios libros buscando cómo curar las heridas de su amigo. En estos tres días he aprendido muchas cosas, dichas por ellos y leídas en esos antiguos libros. Ellos son cazadores de criaturas sobrenaturales. Lo dicen como un principio grabado directamente en su sangre: salvar personas, cazar cosas, el negocio familiar. También supe algo que me dejó sorprendida al principio, pero es raro que algo me sorprenda ahora. Mi salvador herido, Castiel, es un ángel. Un guerrero del Cielo que descendió a la Tierra para salvar a la humanidad. Los Winchester me explicaron los peligros de la vida que llevan y de las cosas que existen en el mundo, que los humanos normales no notamos.

-¡Sam, Dean, ya despertó! -ambos hermanos se levantaron a gran velocidad y se dirigieron a la habitación del ángel.

Yo los seguí de cerca, pero me quedé en el umbral de la puerta al entrar ellos. Estaban felices de que su amigo estuviera consciente, pero en sus rostros se reflejaba la tristeza que no podía saber Castiel por sus vendas. Más de una vez, Dean le preguntó si estaba bien, a lo que él respondía que sí con gran seriedad. Sam le puso una mano en su hombro para hacerle saber que estaba allí para apoyarlo.

-Lo que necesites, colega, solo dilo. -le dijo.

-Gracias, Sam.

El Winchester más joven salió de la habitación haciéndome una seña para que lo siguiera, lo cual hice, dejando a Dean sentado junto a la cama de Castiel pasando sus manos por su cara una y otra vez.

Sam me condujo a la cocina, me indicó que me sentara mientras él suspiraba mucho. Sabía que quería decirme algo, pero le costaba. Puso frente a mí un trozo de pizza fría para que comiera, pues apenas lo había hecho por no dejar solo a mi amigo ángel. Sam se sentó frente a mí y entrelazó sus manos para sentirse cómodo ante la situación.

-Mira, Gabby, sé que has cuidado muy bien de Cass en estos días, pero no puedes quedarte con nosotros. Te buscaremos un lugar donde vivir, alguna familia te acogerá, pero entiende que tu vida peligra si estás con nosotros.

Miré a Sam fijamente, me esperaba algo como eso, pero no quería aceptarlo. Con todo lo que ya sabía, lo menos que tendría sería una vida normal. Dudaría de todos, viviría cubriendo cada lugar al que fuera de sal y sigilos, esa era la vida que me esperaba.

-Exorcizamus te omnis inmundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis congregatio et secta diabolica. Ergo, draco maledicte. Ut ecclesiam tuam secura tibi facias libertate servire. Te rogamus, audi nos. -recité con convicción.

La sorpresa del muchacho se hizo presente. Su rostro mostraba su asombro ante una respuesta como aquella.

-No quiero irme, no quiero dejar a Castiel. Sé que estoy en peligro, pero no quiero que él lo esté... A fin de cuentas, está así por mi culpa...

-¡No! No pienses eso. Fue ese demonio el que lo hizo, no tuviste nada que ver con ello. Le advertiste, él pudo haber muerto. Sin embargo, está vivo. Gracias a ti.

-Sam... Pasé semanas encerrada en un sótano siendo torturada por un demonio que mató a mi madre y poseyó a mi padre. Ni siquiera sé por qué estoy viva y lo quiero averiguar. Aunque mi prioridad es saber cómo curar a Castiel.

-Tengo que hablarlo con Dean. -Sam se disponía a irse cuando tomé su mano llamando su atención.

-Ahora lo tengo a él, Sam. Es todo lo que me queda.

Él no pudo responder, solo salió de la cocina tras asentir. Terminé el bocadillo y limpié el plato. Cuando me dispuse a ir al cuarto de Castiel otra vez, escuché a los Winchester conversar en el salón. Me escondí tras el marco de la puerta para saber qué decían.

-Sammy, es una niña. Da igual lo que diga.

-Dean, ella recitó el exorcismo sin titubear. Lleva unos pocos días aquí y ya domina cosas que nosotros demoramos en darnos cuenta de que eran importantes. Es posible que ya sepa algunos sigilos.

-No sé, no lo siento como una buena idea. -me entristecí, bajé la cabeza decepcionada. - Pero Cass quiere que se quede y no me veo en posición de negarle nada ahora. Me siento mal por él, si eso le hace sentirse mejor, que así sea.

Mi boca no pudo resistir el mostrar una gran sonrisa. Castiel me había defendido. Me quería ahí, junto a él. Mi alegría fue enorme, salí de la cocina con una ligera carrera y abracé a Dean. Él, sorprendido, no supo cómo reaccionar.

-Gracias, prometo que no te decepcionaré. -lo miré y luego a Sam.- A ninguno de los dos.

-De acuerdo, niña. -Dean me separó de sí. -Ve a atender cualquier necesidad que tenga Cass. Y, por ahora, tienes prohibido salir del búnker.

-Hecho. -asentí y me dirigí a la habitación de Castiel.

Ambos hermanos me miraron con contradicción. Nadie renuncia a una vida normal, tranquila, para vivir bajo los peligros del "negocio familiar". Yo estaba feliz por poder quedarme junto a él.

-¿En serio ella recitó un exorcismo? -preguntó Dean cuando me fui.

-Seh, y se supone que debe estar traumatizada por lo que pasó, pero ahí está.

En tus manos confíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora