En tus manos confío Chapter 10

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Chapter 10

La puerta de la celda se abrió después de varias horas sin un sonido fuera. Por ella entró Lucifer mirando mi cuerpo con ojos lujuriosos. Se acercó a mí y trató de tomarme por el brazo. Yo me defendí, poniendo en práctica lo que me había enseñado Sam. Varios minutos después de no dejarme atrapar, el arcángel utilizó su hechizo de chasquear sus dedos.

-Te advertí que no fueras contra mí. -me tomó del suelo y me cargó en sus brazos.

-Oh, ¿en serio? Eso es hacer trampa. -lo insultó Crowley.

-No sabía que tu debilidad llegara a sentir algo por los humanos más allá de las ganas de quemarlos por sus pecados. Pero no me he olvidado de tu desliz de juerga con Dean Winchester.

-Tu punto no cuenta. Él era un demonio cuando eso pasó. Además, tu propio padre ha de frustrar tus planes. Ella es mortal, no vivirá para siempre. -Crowley miró a Lucifer pensando que tenía las de ganar.

-Te olvidas de una cosa. -Crowley se sorprendió. -Todo Rey necesita una "Reina". -Lucifer salió de la celda conmigo removiéndome en sus brazos.

-¡No! -rugió el prisionero.

Crowley se abalanzó sobre el arcángel con furia, pero sus cadenas lo retuvieron. En su estado, un esfuerzo así lo hizo caer casi inconsciente en el suelo. La puerta se cerró y, mientras iba siendo llevada a un lugar desconocido, con toda la fuerza que pude, grité hacia la celda.

-¡Estaré bien, Crowley! ¡Cuídate tú!

Mientras mi voz se desvanecía en la distancia, el exRey del Infierno intentaba recuperar el aliento sorprendido. Recordaba haberme dicho que de ser él el presente Rey, me hubiera hecho pasar el mismo destino y aun así se sorprendía de lo preocupada que estaba por él. Me había quedado a su lado todo el tiempo para hacernos compañía mientras procuraba que descansara para recuperarse. El demonio se recostó a rastras pensando que no estaba tan mal sentir que alguien se preocupa por ti, pero en su mente estaban todas y cada una de las cosas que Lucifer estaba a punto de hacerme.

Sin ponerle atención a donde me llevaba y a pesar del hechizo, hacía todo lo posible por resistirme. Mi captor se iba molestando cada vez más por mi actitud. Me condujo a una pequeña habitación llena de sus seguidores, los cuales preparaban una silla parecida a una para torturas. Mis intentos de liberarme fueron más intensos al ver el extraño asiento. Aun así, todo fue en vano, pues Lucifer me sentó en él y dos de sus lacayos me ataron con las amarras del propio artilugio.

-No te vas a salir con la tuya. -le dije al Diablo enfrentando su mirada con la mía.

-Ya lo hice, querida. -se apoyó en mi hombro acercando su cara a mí.

-¡Puf! No soy tu querida. -lo escupí.

Lucifer se limpió el rostro muy serio, pero luego me sonrió de forma cínica. Me dio una cachetada que hizo sangrar mi boca. Aun así, mi desafío hacia sus ojos no se detenía.

-Séquenla. Que quede viva. -ordenó y se retiró dejándome en las manos de los otros demonios.

Todos se acercaron a mí con enormes agujas y sueros. Mis manos comenzaron a temblar. Comencé a zarandear la silla para no ser tocada por ellos, estaba entrando en pánico. Sin poder moverme y viendo cómo se acercaban cada vez más mi instinto fue gritar.

-¡Alégense de mí! ¡No me toquen! ¡¿Qué hacen?! ¡No me lastimen! -cerré los ojos al ver demasiado cerca la primera aguja. -¡Castiel, ayúdame! ¡Castiel, por favor, sácame de aquí! ¡Castiel!

Mis gritos no cesaron hasta que me sentí demasiado débil para seguir. Volví a abrir mis ojos y noté que mi cuerpo estaba cubierto de sueros que drenaban mi sangre. Esta se veía como un humo negro con partes de blanco brillante. Me sorprendí ante eso, nunca había visto mi sangre así. Mi visión estaba borrosa y me sentía mareada.

Al pasar lo que sentí como una eternidad, miré mis manos atadas notando mi piel pálida. Una mujer se acercó a mí y me desató delicadamente de amarras y agujas. Me cargó sobre su hombro como si fuera una pluma y me llevó a mi celda sin decir palabra. Me dejó en el suelo mientras otros dos demonios entraban a curarme las heridas de los pinchazos. Luego, un último entró con un plato de comida y lo puso frente a mí. Después de decirme "Come.", todos los demonios salieron de la celda cerrándola tras de sí. Intenté ponerme de pie sosteniéndome de la pared. Estaba mareada y débil, pero recordé que no estaba sola en la celda.

-¿Crowley? ¿Estás ahí? ¿Estás bien? -la figura del demonio se dio a conocer desde la penumbra.

-Me intriga el que te estés desvaneciendo y aun así preguntes por mí.

-Me quedé preocupada cuando me fui. ¿Qué tal estás?

-Mejor que tú, eso es seguro. -yo sonreí con debilidad. -Será mejor que comas, pequeño cuervo. Necesitas recuperar fuerzas.

Crowley me acercó el plato y yo comencé a comer lentamente. El demonio no retiraba sus ojos de mí, me hacía sentir incómoda.

-¿Quieres? -le ofrecí de la comida.

-Mis gustos son un poco más refinados.

-Entonces,...

-Me da curiosidad lo peculiar de tu existencia.

-Ser así me metió en este lío. He lastimado con eso a gente que me importa.

-¿Lastimado? -Crowley estaba confuso.

-Mis padres, fueron víctimas de un demonio que me secuestró. Tú, estás siendo víctima de Lucifer solo por haber ocupado antes su trono y, como no puede matarme, se desahoga contigo.

-¡Wow! Me dejas sorprendido por los estragos que dejas.

-Para mí, el peor de todos es Cass.

-¿Qué le hiciste a Plumitas?

-Yo no le hice nada, pero él,... Por protegerme,... Ahora no puede ver,... -Crowley levantó las cejas al ver mi llanto.

-Entonces, Plumitas se convirtió de Superman a Daredevil.

-Estoy segura de que me buscará, pero temo que le pase algo,... Crowley, no quiero que muera. -estrujé mi cara en el pecho de mi compañero de celda.

Me aterró el momento que pasé atada en aquella silla y, sobre todo, que no he sabido de mis amigos. Lloré, no aguanté más lo que sentía. Crowley no se movió, y, desde dentro de mí, agradecí que no lo hiciera.

-Perdón, Crowley, pero no puedo con esto. Si lo hace de nuevo,...

-Debes estar preparada para lo peor, pequeño cuervo. Si ese bastardo te quiere eterna, no dudará en hacerlo pronto.

-¿Qué hará? Tengo miedo.

-Creo que lo mejor que tiene esa rubia creída es que es tan orgulloso como yo. Si es así, querrá que seas su reina en un ritual. Dime algo, ¿eres virgen?

-Nunca he estado con nadie.

-¿Qué hay de los besos?

-Nunca. Mi primer beso aun es puro.

-Pues evita por todos los medios posibles que Lucifer tebese. Siendo tú virgen, es más fácil. De no serlo, debes hacer un pacto y estar de acuerdo.

-Entonces lo evitaré. A toda costa. -sequé mis lágrimas mirando con disposición al demonio.

Suspiré por un momento y dejé caer mi cabeza sobre su regazo. Mi menterecordaba a Cass. Tenía tantas ganas de verlo, lo extrañaba. Y sentir que podía estar allá afuera buscándome y en peligro me hizo cubrir mis brazos con mis manos.

-¿Crowley? -dije con voz suave y baja.

-¿Sí, pequeño cuervo?

-¿Crees que los Winchester vengan a buscarnos? -la respuesta era afirmativa en mi caso, pero él sabía que su encuentro con mis amigos no resultaría tan agradable para él.

-Creo que deberías dormir un rato. -dijo al final colocando su mano sobre mi cabeza y acariciando mi pelo.

-¿Sabes? Creo que si todo fuera diferente, si tú no fueras un demonio y los Winchester cazadores,... Creo que podrían,... Ser buenos amigos,... -me quedé dormida a los pocos segundos.

-¿Quién sabe, pequeño cuervo? ¿Quién sabe? -fue lo último que escuché de Crowley mientras este apoyaba su cabeza en la pared y miraba el tenue rayo de luz que iluminaba la prisión.

En tus manos confíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora