En tus manos confío Chapter 23

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Chapter 23

Mientras los demás estaban en la cocina comiendo y apenas conversando, me escabullí por las escaleras intentando no hacer ruido al salir. Había empacado una mochila con dagas, hechizos, agua y aceite benditos y pintura en spray para hacer sigilos. Al salir, el atardecer me sorprendió, pero debía apurarme si quería salir de ese fin del mundo sin que me vieran. Salí a la carretera y, con suerte, un camionero que pasaba se ofreció a llevarme. Estuve al menos una hora en la carretera cuando encontramos el pueblo más cercano. Le pagué al chofer y fui a un parque que había cerca de allí.

“¿Qué pensabas hacer después de fugarte, listilla?” pensé para mis adentros. La verdad, no tenía ni idea de por dónde empezar a buscar una vía para llegar al Cielo. Qué tonta me sentía.

Escuché unas campanadas cercanas, era una iglesia. Al menos podía pedir cobijo ahí por una noche. Seguí el sonido hasta encontrarla y llamé a la puerta. A los segundos me atendió un anciano.

-Buenas noches, Padre, ¿es mucha molestia si le pido pasar la noche aquí? –le dije con una sonrisa.

-Eres bienvenida, hija mía. La casa de Dios está abierta siempre para todos. –me invitó a pasar y yo accedí.

-Gracias, Padre.

Ni siquiera le pedí que me ofreciera una habitación, pues me conformaba con quedarme en el salón de misas sobre uno de los asientos que tenía. El Padre amablemente me dio un poco de alimento y se sentó a mi lado a conversar conmigo.

-Es raro ver gente de fuera por aquí. –comentó.

-Solo estoy de paso. Estoy buscando a un… amigo. –él me miró con una sonrisa de experiencia.

-Parece que para ti no es solo un amigo.
-Es… complicado… -bajé la mirada. –Ahora tengo muchas cosas en mi cabeza.

-Puedes decirle a Dios lo que te aqueja, hija mía, él está ahí para ayudarte.

-Digamos que no he tenido las mejores de las experiencias con el Todopoderoso. –dije recordando nuestro encuentro y cómo cortó mi comunicación con mi querido ángel.

-Aun así, deberías intentarlo. Nunca sabes cuándo pueda estar dispuesto a ayudarte.

-Padre, -lo miré fijamente a los ojos. -¿usted sabe de alguna forma de ir al Cielo sin tener que morir?

-¡Pero…! ¿Qué dices, hija mía? Que Dios me perdone, eso es una locura. Ir al Cielo sin dejar la vida terrenal, no tiene sentido. –él se sorprendió en gran medida.

-¡Oh! Olvídelo, Padre. Fue una tontería de mi parte. Solo estoy cansada. –intenté desviar el tema.

-Entonces, duerme. Te buscaré una manta, espera aquí. –se puso de pie y se fue caminando.

-Gracias. –le dije de antemano.

Me quedé sentada frente a las estatuas que tenía el lugar. Eran realmente hermosas, pero yo sabía que los ángeles eran más bellos que esos que estaban ahí, o, al menos, el mío lo era. Suspiré al recordarlo, estaba muy preocupada por él. Desde que lo conocía, había confiado en que escucharía mis oraciones, que sabría llegar a mí y que no se pondría en peligro.

-¿Dónde estás, Cass? –suspiré entristecida mirando a la estatua de Jesucristo en el centro del altar. –Voy a hacer esto bien, por el Padre. Chuck, si me estás escuchando te prometo que no me molestaré contigo, pero podrías ayudarme un poco. Al menos dime dónde está Cass, devuélveme mi unión con él, algo. Lo que sea, pero, por favor, no me pongas más a prueba. Ayúdame tú o tus ángeles. Ayúdeme el que sea, quiero que me devuelvas a Cass, por favor.

Por primera vez, mi voz reflejaba un llanto que mis ojos tardaron en expresar. No sabía el dolor que había en mi corazón hasta que pronuncié esas palabras. Era profundo, me sentía vacía, lloré en silencio recostando mi cuerpo sobre el asiento, pensando en la soledad que sentía, en mi querido ángel desaparecido, en mi fuga repentina, en lo preocupados que se quedarían los Winchester, en la amabilidad del Padre… “El Padre”. Era extraño, ¿cómo no cuestionas a una niña que te pide asilo en medio de la noche? Entonces me di cuenta de mi error.

Cuando fui a comprobar por qué no había regresado aun con la manta que me había ofrecido, recorrí silenciosamente los pasillos de la iglesia con una espada de ángel en mi manga escondida. Escondida tras una pared, vi al Padre hablando en confianza con una mujer con ropas de oficinista. Era extraña, pero mi corazón casi se detiene cuando noté que el anciano le señalaba mi posición, al cual la mujer caminó con gran velocidad. Yo huí e intenté esconderme bajo uno de los asientos de la sala de misas. Sentí el taconeo de la mujer hacer eco en el lugar.

-Gabriella, -me llamó con un tono hipócrita. –no juegues conmigo. Sé que estás aquí. –ella recorría los asientos mientras yo intentaba moverme entre ellos sigilosamente para no ser vista. –Sabes quién soy, ¿no es verdad? Y también sabes que vine por ti.

“¡Naomi!” de no ser por lo peligroso que resultaría enfrentarla, me hubiese lanzado contra ella.

-No sé en cuál de las tantas vacaciones de Dios naciste, humana, pero debes entender que tu existencia no es conveniente para el equilibrio de este mundo. No espero que lo entiendas, pero debes morir, y es mi misión hacer que eso pase.

“¿Qué? Eso no puede ser, Dios nunca dijo nada parecido.” –pensé dudando de lo que ocurría.

-Qué lástima que Castiel no llegó al Cielo la última vez. –“¡¿Qué?! ¿Cass no llegó al Cielo? ¿Entonces dónde está?” –Yo lo intercepté antes. Me daría pena tener una mancha como él en el Cielo. Pero debo reconocer que luchó bastante para su condición, aunque era normal que perdiera. Solo pedía por su “pequeño cuervo”.

-¡Si le hiciste daño a Cass, te juro que te mataré, endemoniado ángel! –grité saliendo de mi escondite y apuntando mi espada hacia ella.

-¡Oh, ya me conoces! Entonces no necesitamos presentación. –Naomi se abalanzó sobre mí.

Me tomó del cuello a pesar de que la esquivé. Tenía mucha fuerza y me estaba elevando del suelo. Intenté usar la espada, pero ella me la arrebató con su otra mano.

-Cometiste un gran error al rezar a todos los del Cielo. No sabes quién puede estar escuchando. –ella sonrió con malicia e intentó clavar la espada en mi cuerpo, pero esta se rompió tras una blanca luz que esa zona de mí desprendió. -¿¡Qué?! ¿Qué es esto?

Ella estaba entre sorprendida y asustada. Me soltó haciendo que callera tosiendo y con debilidad por la falta de aire.

-¿Qué has hecho? –me preguntó con la cara arrugada.

-No sé… a qué… te refieres… -dije con sinceridad, pensaba que ese sería mi fin.

-No importa. Si no te puedo matar, entonces te encerraré como hice con ese traidor. –ella puso una mano sobre mi frente y, en un parpadeo, me vi en un sótano abandonado. –Dumah, encárgate de que no escape, faltan asuntos por resolver en la Tierra.

Naomi desapareció y otra chica se acercó a mí. Yo me puse en guardia, pero ella solo me sonrió tristemente. Me puso sus dedos en mi frente y, en un segundo, todo se oscureció.

En tus manos confíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora