En tus manos confío Chapter 29

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Chapter 29

Sentí esas manos recorrer mis hombros y luego mi cabello mojado. Recordaba esta sensación de seguridad y dulzura. Era él, era mi Cass, otra vez a mi lado, cerca de mí. Lo quería sentir mío, lo quería besar sin control y acabar de una vez con toda la tristeza que podía significar su regreso sin visión. Así que no dije nada, dejé que mis labios hablaran por mí sobre los suyos. Él tampoco pareció incómodo por ello y me correspondió con ímpetu.

La toalla que cubría mi cuerpo aún húmedo cayó al suelo sin importarme las consecuencias. Las manos de Castiel me recorrieron, me conocieron con suavidad y súplica a la vez. Sentí cada roce de su piel en la mía, y me erizaba cuando pasaba por lugares excitantes para mí.

-Eres la creación más hermosa de mi padre.- sentenció al detenerse frente a mí con esa sonrisa tan profunda y esos ojos tan suplicantes.

-Cass... -era tan egoísta, estaba feliz de verlo y de saber que fui su elección, pero no podía soportar el que hubiera renunciado a su vista por mí.- ¿Por qué lo hiciste? Nos hubiéramos olvidado del otro y no estarías así. ¿Por qué no me dejaste y seguiste... adelante...?- mi voz se entrecortó por la amenaza del llanto.

-Porque considero que tú vales más que cualquier cosa en mi eternidad.

-Pero, luego de que yo muera, estarás así por siempre.- dije con una angustia que colmaba mi pecho.

-Y esperaré con ansias que vuelvas a crecer para reencontrarnos.

-Me siento mal por eso... y también siento que soy mala contigo al pensar así...

-Gabby...- callé sus palabras con mi dedo en sus labios.

-Pero no soy capaz de contener la alegría que siento de volver a verte.

-No lo tienes que hacer.- me acercó a sí con suavidad.

-¿No hay vuelta atrás?- lo miré con súplica recordando la primera vez que lo vi intentar andar solo por su habitación.

-No. Y prefiero que sea así. O estarás toda la vida tratando de convencerme de que lo haga.

-Cómo me conoces.- sonreí limpiando algunas escasas lágrimas que me quedaban.

Él me volvió a sostener por los hombros, y, al parecer, esta vez, su mente había procesado mi desnudez. Se despojó de su gabardina tan característica y la puso sobre mí. Ambos sabíamos que era más sencillo que me vistiera, pero sentir su calor, su olor y su ropa sobre mí era reconfortante.

-¿Qué va a pasar ahora, Cass?

-Le diremos a los demás y tendrán que aceptarlo.

-No, me refiero a nosotros.

-Pues... -pegó mi cuerpo al suyo lo más que pudo y me besó sin medida.- A partir de ahora, mi felicidad comienza. A tu lado, por toda tu vida.

Crowley entró al salón de guerra con una expresión de asombro. Los tres muchachos lo miraron sin darle importancia, hasta que el Rey del Infierno señaló a sus espaldas con su pulgar.

-Es Plumitas.- ellos se pusieron de pie apresuradamente tras escucharlo.

El demonio se apartó dejando que yo pasara llevando a Castiel de la mano. Los presentes se quedaron en silencio, mas Dean fue el primero en hablar al mirar fijamente al ángel.

-Cass... ¿tú no...?

-No puedo, Dean, y nunca más podré.- respondió con seguridad.

-¿Qué?- dijo el menor Winchester.- ¿No hay algo...?

-¡No, Sammy, no lo hay!- le respondió su hermano.- Se acabó...- sentenció y, tras una pausa, rompió una botella en el suelo con furia.

Yo me sobresalté ante esa reacción, y Castiel apretó mi mano al sentirlo. Dean gruñó y se fue a su habitación molesto.

-Lo siento por eso, Cass. Dean es... bueno, no sé qué esperaba que pasara.-Sam se disculpó tras un suspiro. 

Todos sabíamos del temperamento de Dean, pero al ser de tan pocas palabras, nadie imaginó una reacción así.

-No te preocupes por Ardilla, pequeño cuervo, ya lo superará.

-Estamos felices de que hayas regresado, Castiel.- dijo el nephelim sonriendo.

-Estoy feliz de regresar, Jack.

Un par de horas más tarde, Crowley se había marchado, Sam estaba intentando convencer a Dean de que la decisión de Cass no era mi culpa, pero hasta yo lo tomaba así. Fue el turno de Jack de buscar comida, por lo que también se había ido. Yo, sin querer abrumar a mi amor, le di un poco de espacio, pues necesitaba asimilarlo aún, y yo lo entendía. No era sencillo aceptar algo así, por muy valiente que quisiera parecer.

No sabía dónde estaba, pero mi mente solo quería alegrarlo de alguna manera. Tirada en mi cama, pensé, había conocido toda la creación, lo más bello y lo más horrendo. ¿Qué sería suficiente como para sorprenderlo? La infinidad de cosas que pasaron por mi cabeza jamás se compararían a las que de seguro él había visto...

Me levanté de un salto y fui hasta el garaje. Tomé las llaves de una motocicleta, me puse el casco y abrí la compuerta de salida. Aceleré atravesando la carretera con un solo lugar en mi mente. Era el atardecer cuando arribé a mi destino. Estaba desolado, vacío y a la vez tan lleno de recuerdos. Antes de entrar, miré el suelo, aún estaban ahí las marcas de los neumáticos del Impala. Levanté la vista hacia la entrada, la cual estaba sellada apenas por un par de cintas amarillas en forma de cruz. Entré cuidando de no romperlas. Estaba destruida por dentro, el pasamanos de la escalera estaba caído casi por completo y había trozos de madera caídos del techo desperdigados por el suelo. Las mínimas gotas de sangre seca que aún conservaba el suelo me condujeron a ese lugar... Dónde todo empezó.

-Estoy en casa...- dije al fin.

Me detuve frente a la puerta que por tanto tiempo me mantuvo prisionera. Era casi seguro que mis ojos se fijarían en el agujero que aún tenía. Pasé mis dedos sobre este y, en plena caricia, recordé el momento que lo conocí, el momento en el que me enseñó a ser valiente. Cerré mis ojos y suspiré, luego dejé salir mi voz con alegría y esperanza.

-Cass, ven aquí. Quiero enseñarte algo.

No obtuve una respuesta inmediata, puesto que mi ángel aún se estaba acostumbrando al hecho de volar sin ver. Aún así, casi un minuto después de mi llamado, mi más querido guerrero del Cielo, acudió.

-¿Qué ocurre, Gabby?- dijo intentando dar unos pasos hacia mí y tropezando con algunos escombros.

-Espera.- fui hasta él y tomé su mano.- Perdona que te haya molestado, sé que dijiste que querías estar solo, pero hay algo que quiero que veas.

-¿Que vea?- lo conduje ante la puerta sin darle tiempo a procesar mis palabras.

Al llegar, hice que tocara el agujero y yo fui del otro lado y también pasé mi mano a través de este.

-¿Esto...?

-Esto, es lo primero que tuve de ti, Cass. Antes de lo angelical, antes de la sangre especial, antes del Infierno o Naomi. Todo lo que fuiste para mí en ese tiempo fueron unas manos en las que puse toda mi confianza.

-Gabby, estamos en tu casa, ¿cierto?

-Sí, Cass y no me trae malos recuerdos.

-Yo... siempre he confiado en ti. Eres la única persona a la que soy capaz de darle mi vida sin remedio.

- Yo tengo miedo, Cass. Me verás envejeciendo cada día, me verás morir cada vez y volver a nacer. Y siento que de ahora en adelante, no sé qué pasará y por eso quiero tener la seguridad de tenerte siempre.- las entrelazamos y apretamos las del otro con cariño.

-Yo te protegeré con mis manos.- declaró.

-Yo te guiaré con mis manos.- le respondí.

No era parte de mi pensamiento y creo que tampoco del de él, pero en ese abrazo, nuestras voces sonaron al unísono fundiéndose luego en un beso que nos hizo desaparecer tras un aleteo del ángel. Ambos dijimos:

-En tus manos confío...

En tus manos confíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora