En tus manos confío Chapter 24

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Chapter 24

-¿Qué quieres decir con que se fue? –preguntó Dean confundido y molesto a la vez.

-No está en su habitación. Y su mochila tampoco. –respondió Sam tragando en seco.

-Esa chiquilla me va a escuchar cuando la encuentre… -el mayor de los hermanos se levantó con tanta fuerza que casi hace caer la silla.

Los otros dos lo siguieron y se dividieron para buscar a la chica por el búnker. Todos recorrieron un lugar distinto, luego se reunieron en el salón de guerra, pero sin ella.

-Se fue a pie. En el garaje no falta ningún auto. –dijo Dean temiendo que la chica se hubiese llevado a Baby.

-Faltan algunos hechizos y pomos de aceite bendito. –agregó Sam. -¿Dean? ¿Crees que ella…?

-No lo digas, Sammy, o me provocarás una jaqueca. Empaquen, vamos a buscarla.

-Traje lo necesario. –el nephelim había cargado con las cosas de cacería de los hermanos.

A los pocos minutos, los tres estaban en el Impala, sin otro sonido que el rugir del motor crujiendo en la carretera.

-Esa chica, esa chica… -Dean se enfurecía cada vez más.

-Dean, por favor. Vas a hacer que no quiera verte nunca más si la encontramos y te ve así.

-¿¡Qué se supone que voy a hacer, Sammy?! No me importa lo que me diga, Naomi la busca y ella sale sin permiso y seguridad. ¡¿En qué está pensando esa chica?!

-Está pensando en Castiel. –dijo Jack desde el asiento trasero, lo que hizo que los Winchester se quedaran unos segundos en silencio. –Ella está intentando saber dónde está. Y se hartó de esperar, porque ustedes no hacían nada para ayudarla.

-Nosotros también estamos preocupados por Cass, Jack, él es de la familia. Pero sabemos que no podemos hacer nada si él está en el Cielo.

-Sí, Sam, pero para ella, Castiel no es de la familia, él es su verdadero amor. Ustedes suelen esperar preocupados, ella no puede soportar el hecho de estar separada de él.

-¿Y tú cómo sabes eso?

-Porque lo vi en su mente, Dean. Ella sufre por Castiel, si tiene que hacerlo, da la vida por él. Así de fuerte es su sentimiento.

-Bueno, entonces, vamos a encontrar al pequeño cuervo de novela rosa que se nos escapó.

El Impala aceleró, pero al menos su conductor ya no expiraba ese aura de enfado.

Cuando desperté, estaba en un calabozo encerrada.

-Los ángeles no son muy originales. –dije recordando mi estancia en el Infierno.

El lugar era húmedo y oscuro, casi no tenía espacio para moverme. Golpeé las paredes en busca de algún ladrillo suelto o agujero en la pared, pero fue en vano. Escuché unos pasos acercarse, pero no supe quién era hasta que la puerta se abrió. La chica que antes me había dormido me ofrecía un plato de comida y una manta. Su rostro no era malvado y sus ojos parecían sentirse culpables por lo que hacían. Yo me acerqué a ella y la miré fijamente.

-¿Eres un ángel? –pregunté.

-Sí, mi nombre es Dumah. Ten. –tomé los objetos de sus manos sin dejar de mirarla.

-¿Por qué haces esto, Dumah? No pareces muy segura de mantenerme aquí. –le confesé, parecía llorar, pero solo calló. –Dumah, ¿tú sabes dónde está Castiel?

-Yo… -la tomé de la mano.

-Por favor, Dumah. ¿Él está bien? Dime que sí, necesito saber que está vivo. –la chica solo negó en silencio y se fue corriendo cerrando la puerta tras de sí. –¡Dumah, por favor, dile que estoy bien, que no se preocupe por mí y que trate de escapar!

El ángel escuchó tras la puerta, aunque la prisionera no lo sabía. Caminó por el corredor de la prisión abandonada en la que Naomi había decidido encerrar a ambos amantes y llegó a la celda de su hermano. Abrió la puerta y se sorprendió de lo que encontró. Puesto que era Naomi la única que había estado hablando con Castiel en el tiempo que había estado encerrado, Dumah no conocía las condiciones del interrogatorio que habían tenido. Él estaba atado por las manos desde el techo, unos grilletes lo mantenían cautivo. Se notaba en toda su desecha ropa las manchas de sangre por las heridas causadas. Naomi se había dado un gusto primordial al torturarlo para tratar de saber la ubicación de la chica de sangre peculiar.

-No te diré dónde está, Naomi. No me importa lo que me hagas. –él respiraba entrecortadamente y se notaba afectado por sus heridas.

-Soy Dumah… -dijo ella casi sin ganas.

-¿Dumah? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Naomi? –preguntó el ángel preocupado.

-Ella está fuera. –Dumah se acercó a él. -¿Por qué la defiendes, Castiel? ¿A la humana?

-Estás trabajando para Naomi, ¿cierto?

-Sí… -dijo con arrepentimiento en su voz.

-Ella es diferente. –Castiel suspiró. –Tiene muchas cosas que la hacen especial. Hace que en mi corazón nazca un sentimiento humano. Dumah… tú sabes a lo que me refiero… -ella lo miró con dolor. –Esa chica solo con hablar hace que tenga ganas de vivir. Me hace dudar de querer ser el soldado que soy para pasar los años de su vida a su lado. No quiero dejarla, no quiero que sufra, quiero que sea la mortal más feliz de la historia, pero también quiero ser testigo de su felicidad.

-Ella…  -Dumah pensaba en decirle que la chica por la que se desvivía su hermano estaba a unos metros de él, pero se resignó. -¿Qué querías que Naomi hiciera por ti, Castiel?

-¿Me vas a ayudar?

-Lo haré, solo porque no me gusta lo que piensa hacer Naomi.

-Entonces ve al Cielo, busca los escritos de Joshua, debe haber algo que hable de la existencia de ella. Dios debe tener un plan para ella, de seguro es parte de lo que tiene en sus escrituras. Búscalo y así convenceré a Naomi de que la deje vivir.

-Lo dices como si fuera algo bueno lo que yo pueda encontrar de ella.

-Ni siquiera Lucifer pudo con su bondad, todo lo que tenga que ver con ella es pureza y amor. -la chica frente a él recordó lo que había acontecido hacía unos segundos con la otra prisionera, cómo esa humana, al estar encerrada y en peligro de morir, solo pedía por la seguridad del ángel al que amaba.

-Volveré pronto. –Dumah desapareció.

Frente a la Jaula, Crowley conversaba con Lucifer sosteniendo el cuello de uno de los demonios que lo había traicionado.

-Entonces, la niña solo es una herramienta. Un ticket de ida directo al Cielo otra vez. –confesó el rubio.

-Por supuesto, porque pensaste que no me daría cuenta que MIS SÚBDITOS me traicionarían. –dijo el Rey del Infierno haciendo polvo al que aprisionaba en sus manos.

-Si fueras la mitad de Rey que soy yo, no te tendrías que preocupar por traidores. –Lucifer sonrió con orgullo. –Tengo demonios en la Tierra que protegen mi tesoro, y cuando salga de aquí, serán mis seguidores en mi conquista del Cielo.

-¿Sabes lo que me gusta de ti? –Lucifer dudó. –Que yo puedo dejar de escucharte al irme de aquí, tú te quedas encerrado. –Crowley se retiró molesto.

-¡Sabes que soy más poderoso que tú! ¡Cuando me recupere y logre mi objetivo, no quedará ángel en el Cielo que no me siga!

Crowley dejó de escuchar los gritos de Lucifer al salir de la habitación de la jaula. La buena señal a pesar de estar bajo tierra hizo que el celular del demonio vibrara en su bolsillo. Al sacarlo y ver el contacto sonrió.

-¿Qué pasa, Alce? –al escuchar la razón de la llamada, su sonrisa desapareció.

En tus manos confíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora