Pataleo y golpeo al hombre que me sujeta en la oscuridad del almacén; se cae de espaldas con un gruñido, y me deja libre. Sin perder un instante, vuelo hacia donde la grieta se ha cerrado y pego desesperados tirones en el aire, con la esperanza de encontrar algún resto del taller. Mientras tanto, escucho cómo mi captor corre hacia mí.
Abandono la búsqueda y huyo hacia una estantería cercana. Resulta difícil ver en la oscuridad, así que me pego a la estantería y me arrastro junto a ella. Las pisadas del hombre suenan ahora más lentas, con paso tranquilo. Me está buscando. Mi única esperanza es la puerta del almacén. Podría tejer un instante paralelo y congelar el almacén, pero eso no protegería a Jost, así que debo volver junto a él.
Serpenteo entre las hileras de estanterías, manteniéndome cerca de ellas, temerosa de alejarme demasiado y delatarme. Desde la última hilera, veo la puerta. Ojalá hubiera examinado el plano con más detenimiento para saber a dónde conduce. Esta estancia comunica de algún modo con los laboratorios, así que podría aparecer directamente en una sala llena de científicos. Mi única esperanza es que se hayan marchado a sus casas a dormir, aunque no puedo confiar en ello. Y para llegar hasta la puerta, tendré que salir directamente al pasillo central y descubrirme ante mi atacante, que sin duda alertará a cualquiera que esté en la zona. Es una calle sin salida, pero quedarme esperando me volverá loca. Así que respiro hondo y salgo corriendo hacia la puerta.
No soy suficientemente rápida. El hombre aparece entre las sombras al final de la estantería adyacente y me atrapa por la cintura. Aprieta su mano contra mi boca y me sisea al oído:
—Deja de luchar conmigo, Adelice.
Relajo los músculos y me suelta. Entonces, me vuelvo hacia él y le golpeo con fuerza en el pecho. Se tambalea y, en la oscuridad, distingo a duras penas el fastidio que refleja su rostro.
—Recuérdame que no vuelva a salvarte el culo —exclama Erik, recuperando el equilibrio.
—¿Qué haces aquí? —pregunto en voz baja.
—Rescatarte —responde, frotándose el pecho.
—¿Quién la ha cerrado?
—¿El qué? —pregunta, confundido.
—La abertura para regresar a los estudios superiores —susurro.
—¿Así es como llegaste hasta aquí? —pregunta, igualando el volumen de su voz al de la mía.
Asiento con la cabeza y regreso hacia el lugar donde abrí el pasadizo. Erik me sigue, pero no queda ni rastro de la abertura. No tengo ni idea de lo que puedo hacer para salvar a Jost, pero cada segundo que pierdo es un segundo más que le tienen en sus garras.
—¿Y este es tu magnífico plan? —pregunta.
—Era —respondo con un suspiro—. Supongo que ha llegado el momento de pasar al plan B.
—¿Y cuál es?
—Todavía no hay plan B —admito.
—¿En qué consistía exactamente el plan A? —me pregunta.
—En conseguir información —respondo.
—¿Eso es todo?
—Sí.
Erik hace una mueca.
—Necesitas ayuda con tus planes.
—Tenemos que regresar. Dejé a Jost al otro lado.
Erik se pone tenso al escuchar ese nombre y entonces recuerdo la rígida distancia que suelen mantener entre ambos.
—Bueno, no tardarán mucho en descubrir que estás aquí —dice, arrastrándome hacia la puerta del almacén—. Y has perdido mucho tiempo escondiéndote de mí.
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LAS TEJEDORAS DE DESTINOS de Gennifer Albin
General FictionINÚTIL. TORPE. Las demás chicas lo susurran a sus espaldas durante las pruebas. Pero la joven Adelice Lewys tiene un secreto: sus errores son intencionados. Dotada de una habilidad fuera de lo común para tejer el tiempo. Adelice sabe que ella es exa...