VEINTE

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Saco todos los trajes del armario y los cuelgo en la puerta del baño. El digiarchivo entra en la mayoría de los diminutos bolsillos de las chaquetas, pero algunos tengo que deshilvanarlos. A partir de ahora llevaré encima este pequeño aparato, cueste lo que cueste. Para mayor seguridad he cambiado el nombre a la nota de Enora. Al menos ahora sé por dónde empezar, aunque no tenga nada más claro. 

El digiarchivo contiene información que podría conducirme a la muerte. Mapas. Sistemas de rastreo. Sin embargo, es la nota de Enora lo que abrasa mi mente. Creo que podría soportar que descubrieran todo lo que contienen los archivos, excepto esa nota. Es demasiado personal. Pero, a pesar de haberla leído tantas veces que la he memorizado, soy incapaz de borrarla. La escucho una y otra vez dentro de mi cabeza en la suave voz de Enora. Sus palabras escritas suenan tanto a ella que, al leerlas, siento el mismo dolor que si me estuviera rompiendo en pedazos.

Querida Adelice: 

Si tropiezas con este archivo por casualidad, ciérralo. Nada de lo que contiene te hará ningún bien, y ¡ya sabes que no me gusta que te metas en líos! 

Pero si estabas buscándolo, significa que te encuentras preparada para obtener respuestas. Supongo que habrás acudido a mí en persona. Así que, en primer lugar , siento haberte abandonado. Ojalá pudiera demostrarte que luché por quedarme. Supongo que eso ya no importa, pero ahora que yo no estoy, la única persona en la que puedes confiar es Loricel. Por favor , ten por seguro que te ayudará cuando lo necesites. 

Una vez dicho esto, hay respuestas que has estado buscando y que deberías encontrar por ti misma. Te he facilitado todo lo que he podido para ayudarte en esa tarea, pero protege estos archivos o me temo que irán a por ti. 

Y por último, Adelice, no estés triste por mí. Soy libre, y mi más sincero deseo es que tú también lo seas. Esa es la razón por la que te he protegido con todas mis fuerzas, y por la que ahora te entrego esto. Eres inteligente. Si te mantienes alerta y confías en tu instinto, todo saldrá bien. Y no olvides quién eres. 

Con cariño, Enora

Sus palabras me ofrecen poco consuelo, pero me dan esperanza. Elijo un traje color lavanda como atuendo para la cena, y cuando estoy deslizándome dentro de la ajustada falda, alguien llama a la puerta. Después de embutirme en la chaqueta, escondo el digiarchivo en el bolsillo izquierdo, justo debajo del corazón.

Cormac está en la puerta, lo que no puede significar nada bueno. 

—Adelante —intento que no me tiemble la voz, pero no lo consigo. Suelto una risita nerviosa con la esperanza de parecerme a las histéricas y atemorizadas chicas que formaban mi cohorte. Aunque tal vez sea un poco tarde para convertirme en fanática suya. 

Entra sin decir una palabra, deambula por la habitación y se detiene para toquetear los trajes que cuelgan de la puerta. 

—¿Estás haciendo el equipaje? 

—No —contesto, recogiendo las prendas para meterlas de nuevo en el armario—. Me gusta planificar lo que me voy a poner durante la semana. 

—¿El miércoles? —pregunta, poniéndome en evidencia. 

Coloco los trajes con los demás vestidos y cierro las puertas del armario de golpe. Respiro hondo y me giro para encararme con él. 

—¿Puedo ayudarte en algo? —No —dice encogiéndose de hombros—. Se me ocurrió que nunca había visto tu habitación. 

—Pues aquí está.

—Impresionante lo que la tecnología puede lograr —murmura—. ¿Sabías que cada habitación de la torre alta está tejida según los gustos de la tejedora a la que ha sido asignada? Requiere mucho tiempo hacerlo, pero queremos que estéis contentas. 

LAS TEJEDORAS DE DESTINOS de Gennifer AlbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora