VEINTICINCO

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L.A

Duff

Esta abrumada, puedo verlo en su mirada azulada. Sus ojos suelen ser de un gris intenso y claro, pero cuando se enfada o se pone nerviosa, estos se vuelven azules como el mar.

Mi frase, aunque bastante corta, ha dejado mucha marca en ella, y lo puedo notar.

¿Enamorado? Eso es una palabra muy fuerte que nunca antes había utilizado con nadie importante. Ella lo es.
No la he tocado como querría, solo nos hemos besado una vez y siempre estamos peleados, y aún así siento que no puedo despegarme de ella. Michelle ha llegado a mi mundo para quedarse.

La entiendo, si fuese ella no me creería a un tipo como yo; un inadaptado que no sabe dónde caer muerto y que su única meta en la vida es triunfar en el mundo del Rock. Un tipo que lo dejó todo atrás, a sus padres, a sus amigos, a la gente que lo amaba, solo para su propio beneficio.
Pero es cierto, la amo. Me he enamorado de su carácter y la quiero para mi. Desde que llegó siempre tuve la absurda idea de que se marcharía tan buen punto consiguiera lo que sea que ese demonio de pelos azabache quería. Pues bien, yo la quiero a ella.

Confío en que ahora que le he dicho esto, ella decida quedarse.

Soy un maldito cobarde.

Sus labios rosados están entreabiertos en una muestra agradable de inocencia.

- Elle... - Susurro para sacarla del trance el cual yo la he metido a la fuerza.

Pone uno de sus pálidos y finos dedos delante de mi cara.

- Que te jodan. - Me dice sin más. No hay ni un atisbo de maldad en esas palabras, y tampoco de cariño. Solo son... palabras.

Bastante me cuesta decirle esto para que me trate como a un puto apestado.

- ¿Que pretendes? - Me pregunta con la voz rota, rompiendo el denso silencio que se había formado entre nosotros.

Abro la boca y vuelvo a cerrarla.

- No pretendo nada.

Ella aprieta los puños con ansiedad.

- Oh, no - Se ríe con la boca, pero esa sonrisa no acaba de llegarle a los ojos - Claro que pretendes algo, ¿Te crees que soy estúpida?

Niego con la cabeza.

- Michelle, únicamente he dicho lo que hacía mucho que quería decir. - Respondo con la voz ronca. Con cautela. - Solo era cuestión de tiempo.

El estómago me da un vuelco cuando identifico una fina lágrima brotar de esos preciosos ojos.
Trato de acercarme, pero ella se separa de mi nerviosa.

Lo puedo notar. Puedo notar que ella siente algo, aunque no quiera aceptarlo se que le duele lo que le hago y le digo, tanto como a mi me duele lo que ella me hace.

- ¿Por qué lloras? - Pregunto con suavidad.

Estoy tratando de no sobrepasar sus límites, tanto física como mentalmente.

Inmediatamente, la yema de su dedo va en busca de esa lágrima traicionera, y frunce el ceño cuando la encuentra.

- No lo sé. - Susurra y me mira, derribando por completo las piedras del muro que tanto me había constado construir a lo largo de mi vida.

- Te quiero. - Vuelvo a repetir con firmeza.

Niega con la cabeza.

- Tu eres incapaz de amar a nadie.

Sonrío.

- Entonces considérate alguien especial.

Pero eso tampoco funciona. Se queda con el semblante enfadado y pensativa. La noche está bastante oscura y solo se oyen nuestras respiraciones mezcladas y el suave ruido de la música que hemos dejado atrás.
¿Cómo puede negar su afecto hacia mi si su respiración está más o igual de acelerada que la mía?

MATTER OF TIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora