MATTER OF TIME

TREINTA I TRES

L.A

Duff

- ¿Cómo puedes preguntar eso? - Gruño con desaprobación.

Abre los ojos como platos y mira a su al rededor.

- Porque - Se ríe con sarcasmo - me extraña en hecho de que estes aquí sin que yo te lo haya dicho. Y has pegado a un hombre que solo trataba de ser amable contigo.

- Ser amable y follarme con la mirada no es lo mismo. - Contesto evitando lo primero que ha dicho. En el fondo se que tiene razón.

Se cruza de hombros algo roja por mi elección de palabras.

- ¿Pegarías a una mujer si te coqueteara?

Frunzo el ceño; ella sabe que no.

- No es lo mismo. - Me limito a decir.

Se cruza de brazos y levanta una ceja.

- Eso es machista y homófogo.

Me quedo callado, de repente avergonzado de mi mismo.

- Que te jodan.

Empiezo a caminar hacia la salida, pero alguien me agarra de la chaqueta.
Michelle me observa extrañada y con el rostro contraído.

- ¿A ti que te pasa? - Me pregunta enfadada.

Suspiro.

Siento vergüenza de mi mismo.
Me da miedo que me esté obsesionando contigo.

- A mi nada. - Debo desaparecer por un tiempo, dejarla en paz.

Me agarra con más fuerza, y aunque con eso no tenga ni para empezar, me detengo y la miro sin ninguna expresión en el rostro.

- Estoy harta de que te apartes siempre de mi, Duff. Me hace sentir... - Niega con la cabeza y se calla.

Arrugo las cejas.

- Me hace sentir... utilizada. - Sus labios empiezan a temblar y a mi se me contrae el corazón.

Eso no es justo, ella sabe que no puedo verla mal.

La abrazo inmediatamente.

- Eh... No. No hagas esto, Elle. Sabes que no es cierto.

- Es lo que parece, Duff. - Su voz tiembla y trata de apartarse de mi, pero no la dejo.

Huele a fresas, ¿Acaso se ducha con frutas? Todo de ella me atrae de una forma inimaginable.

- Sabes muy bien que no quiero alejarme de ti.

Ella asiente contra mi pecho.

- ¿Entonces por qué no paras de hacerlo? - Cuestiona lastimosamente.

Me tenso por un momento. ¿Cómo decirle que temo pasarme como me paso siempre?

- Mi forma de querer no es la más adecuada. - Me sincero.

Ella asiento por un momento, debatiéndose si alejarse de mi tacto o no, aunque al final no lo hace. Sin pensarlo siquiera, mis dedos se encuentran acariciando sus suaves mejillas. Elle cierra los ojos disfrutando de mi caricia, cosa que hace tan solo unas semanas no hubiera hecho.
Una vez con esos ojos grises abiertos cuestiona:

- ¿Y quién dice que la mía lo sea? - Murmura.

Me quedo quieto por un segundo. ¿Acaba de insinuar lo qué creo que acaba de insinuar...?

Niega con la cabeza.

- No hagas que me arrepienta de haberlo dicho, imbecil. - Sus palabras son duras, aunque una sonrisa traicionera la delata.