Uno

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-Oh Dios, ¿dónde estoy?

Kim Taehyung abrió un ojo y rápidamente lo cerró de nuevo. El piso de madera que había vislumbrado y las paredes negras adornadas con instrumentos de flagelación y gratificación sexual significaba sólo una cosa: todavía estaba en la casa del placer de Madame Helene. Se lamió los labios, saboreando la sangre seca, el brandy y el acre olor fuerte del esperma de otro hombre.
Con un gemido rodó sobre su estómago, haciendo una mueca cuando su erección matinal raspó contra la rugosa madera. Estaba desnudo y todavía en el rincón de los castigos. Por lo menos alguien había tenido la decencia de quitar las esposas de sus muñecas.

Cautelosamente se sentó, luchando contra las ganas de vomitar con cada doloroso movimiento. ¿Qué demonios había hecho la noche anterior?

Ahogó otro gemido. Nada peor, sospechaba, de lo que se había estado sometiendo él mismo en los últimos meses. Pero algo había cambiado. Por Primera vez el dolor había sobrepasado al placer. Sus muñecas estaban magulladas, el culo le dolía y su espalda estaba desgarrada por los azotes de un látigo. Hundió las manos en su cabello y cerró los ojos.
Dios, ¿qué clase de hombre se permitía ser utilizado por otros hombres para su placer sexual? Al principio, lo había excitado. Ahora, simplemente se sentía como que se lo merecía. Tenía casi veintiséis años; ¿sin duda era el momento de seguir adelante?

Una tos discreta sonó en la puerta. Parpadeando, Taehyung se obligó a
mirar hacia arriba. Judd, el mayordomo de Madame Helene, se inclinó y le tendió una bata marrón bordada.

-Buenos días, milord. Tengo un nuevo conjunto de ropa esperando abajo en el apartamento de Madame y un baño si usted quisiera.

Vagamente, Taehyung miró a su alrededor buscando su propia ropa y no podía verla. Con un suspiro, tendió la mano hacia la bata.
-Gracias, Judd. Lo estaré siguiendo en un momento.

No podía soportar encontrarse con la mirada del hombre mayor. ¿Qué debería pensar el mayordomo de él revolcándose en un vergonzoso charco de lujuria de su propia creación? Su último pensamiento consciente, antes de que el dolor y el placer sexual lo hayan llevado al punto de dejarlo sin sentido, fue de Lord Jungkook inclinado sobre él, su risa cuando Taehyung cayó indefensamente contra el piso implacable.

Haciendo muecas, Taehyung tropezó con su pie y se agarró de la repisa de la chimenea para ayudarse. Debía haber habido otros. Hombres sin rostro y sin nombre a los que les había permitido follarlo y acariciarlo, lastimarlo si querían. Dios, ¿qué estaba mal con él?

La luz del sol se filtraba por las ventanas en los niveles más bajos mientras los eficientes criados de Madame dejaban la casa de nuevo a la perfección antes de que la juerga empezara de nuevo. Se dirigió hacia el sótano, donde Madame tenía su apartamento, y emitió un suspiro de alivio cuando se encontró con la habitación vacía, la bañera ya estaba llena y esperándolo.

Con un gemido, se hundió en las perfumadas profundidades. Su carne picaba donde descubría las nuevas heridas que le infligieron. Aún tenía el pelo sucio con fluidos de los otros hombres. Se deslizó hacia abajo en la bañera y permitió que el agua le tapara por encima de su cabeza. Durante un buen rato contuvo el aliento, pensado en dejarse salir, en el agua llenando sus pulmones, en la paz...

-¿Taehyung?

Reapareció con un sobresalto para encontrar a Madame Helene sentada al lado de la bañera. Llevaba un vestido azul claro que no hacía mucho para atenuar su encanto natural. Ella era fácilmente la mujer más bella que Taehyung había visto nunca, y él había observado un montón en la casa del placer... Madame Helene se había asegurado de eso.

-Taehyung, ¿por qué aún sigues aquí?

Parpadeó lentamente hacia ella, permitiendo que las gotas de agua corrieran por su rostro.
-No estoy seguro. Debo haberme quedado dormido.

Perversión. » k.th (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora