Ventiuno

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—Marguerite, ¿estás bien?

Taehyung se puso de rodillas al lado de su silla, y se apoderó de sus manos.

—¿Por qué hiciste eso? —susurró.

—¿Qué?

—Golpear a Jungkook. Ahora no me puede decir dónde encontrar a Sir Jarry.

Taehyung dejó caer sus manos. Ella miró distantemente cómo su expresión se oscurecía. —¿Después de todo lo que acaba de suceder, ¿por qué diablos estás aún preocupada por Sir Jarry?

Marguerite se lamió los labios. —Sólo accedí a quedarme con Jungkook
porque me prometió decirme dónde estaba Jarry.

—Y yo que pensé que te habías quedado por mí.

—No lo entiendes…

Taehyung e puso de pie y se alejó, parándose delante de la chimenea dándole la espalda. —Creo que sí. Asumí que llorabas por un hombre muerto, no añorando a otro. Jungkook se equivocaba, ¿verdad? Estabas enamorada de Sir Jarry, no de Henry.

Marguerite parpadeó, cuando un ardiente color inundó sus mejillas, sacudió lentamente la cabeza, a pesar que sabía que no podía verla.
—Eso no es cierto. Lord Jungkook intentó deliberadamente confundirte, ¿vas a creerle a él antes que a mí?

Finalmente Taehyung se dio la vuelta, con una mano es su ingle, como si estuviese aliviando el dolor del tacto de Jungkook. Suspiró sin mirarla.
—No importa. No podemos elegir a quién amamos, ¿verdad?

Marguerite se puso en pie, avanzó hacia él y le dio una bofetada tan fuerte como pudo en su mejilla. Él le agarró la muñeca cuando intentó hacerlo de nuevo.
—¿Por qué has hecho eso?

—Por creer a Jeon, por fingir que no te importaba lo que yo había hecho y luego restregármelo a la cara.

—No he hecho eso. ¡Al contrario, sólo te he dicho que lo entiendo!

Ella luchó para hablar a través de las lágrimas que atestaban su garganta.
—No entiendes nada. Quizás Jungkook tenía razón y sólo entiendes de dolor. —Ella apartó su mano de su ingle y la sustituyó por la suya. —Tal vez esto es todo lo que necesitas de mí.

Su expresión se oscureció. —No hagas eso. Estoy muy cerca de correrme.

—¿Por qué Jungkook te hizo ponerte duro? ¿Es eso lo que querías decir al decir que no se puede controlar a quién se ama, porque todavía amas a Jungkook?

Dios, odiaba lo que le estaba diciendo, se odiaba a sí misma, pero la necesidad de herirlo, tomar el dolor que aullaba dentro de ella y lanzárselo fuera la consumían.

Taehyung sabía, sabía lo que ella había hecho, y tarde o temprano se daría cuenta de lo inadecuado que era estar relacionada con él.
Mejor terminar ahora, antes de que le doliera demasiado y la destruyese.

—Cristo, aborrezco a Jungkook, nunca lo amé. ¿No lo sabes? ¿No entiendes nada de mí en absoluto? —Taehyung gritaba, su cara enrojecida, sus ojos marrones reducidos por la ira. —Estoy harto de que me digan qué hacer y qué pensar.


—No te estoy diciendo qué hacer. Estoy intentado hacer que me escuches.

—Entonces hazlo sin tocarme, sin... Cristo, ¿de qué sirve? Jungkook ya te ha convencido de que soy un patético débil.

—No, no lo ha hecho, sólo estoy intentado….

Taehyung sostuvo su mano.
—Marguerite, cuando me tocas todo lo que quiero hacer es tirarte sobre la cama y empujar mi polla dentro de ti, hacerlo como desearía, en lugar de cómo Jungkook cree que debería. Estoy seguro que no quieres eso, así que por favor, vamos a vestirnos.


Marguerite se retiró a la silla, recogió su vestido y enaguas y trató de ponérselos. Sus dedos temblaban tanto que apenas podía sostener el fino satén sobre su cabeza.

—Ah, por Dios. —Murmuró Taehyung. Él apareció a su lado, con su mirada fija absorbiendo la elevación de sus pechos, sus pezones rígidos. Puso las manos sobre sus hombros y el vestido cayó de sus dedos.

Perversión. » k.th (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora