Diecinueve

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Para Marguerite, la siguiente mañana pasó en un aturdimiento de conversaciones corteses marcada por intervalos en los cuales se obligó a comer lo que le ponían por delante mientras fingía escuchar los chismes susurrados que giraban a su alrededor.

La tarde progresó tan lentamente que quiso gritar, y como la conversación giraba en torno al embarazo de Amelia, Marguerite no tenía nada que decir, nada que agregar que no fuese mal interpretado como que estaba celosa, sarcástica o ambas.

Para su alivio secreto, los hombres habían salido a cazar, o a hacer algún viril deporte de hombres. De ese modo no tenía que lidiar con la preocupación de Taehyung o los comentarios punzantes de Lord Jungkook. Sólo esperaba que Taehyung tuviese el sentido común de mantenerse apartado del camino de Jungkook.

—¿Marguerite?

Le dirigió una sonrisa vaga a la cara irritada de Amelia. —Lo siento Amelia, ¿decías algo?

Una de las mujeres sentadas en círculo alrededor de la acogedora chimenea en el atestado salón se rió tontamente. Marguerite reconoció a su vieja torturadora, la prima de Amelia, Drusilla, la cual aún estaba soltera y de algún modo se había convencido de que Marguerite le había robado a Henry en sus narices. Era famosa por sus sucios juegos de corte y su completa falta de sentido del humor.

—Quizás Lady Henry se pregunta cómo aplacar a Lord Kim Taehyung cuando regrese de su corta expedición. —Drusilla miró hacia abajo, apuntado su larga nariz a Marguerite. —En mi experiencia, a los caballeros no les gusta que una dama muestre estos temas en sociedad.

Marguerite dejó su taza de té y afrontó a Drusilla. —Tienes toda la razón, Drusilla. ¿A los hombres no les gusta que se les pregunten por lo que hacen? —Miró a su alrededor al círculo de ávidas oyentes. —¿Pero no es sin duda nuestro deber femenino agitar su presunción de vez en cuando?

Dos de las mujeres casadas rieron en silencio. Las mejillas de Drusilla enrojecieron y miró a Marguerite airadamente. —Quizás algunas de nosotras preferimos comportarnos de una manera más propia de una dama, en particular aquellas que deberíamos saberlo mejor.

—Es demasiado dura consigo misma, Drusilla. —Sonrió dulcemente Marguerite. —Sólo porque se precie tanto de su honestidad no convierte en paria a todos los hombres.

—¡En efecto! Tal vez deberíamos hablar de usted, Lady Henry. Una mujer cuyo marido apenas está enfriándose en la tumba, armando jaleo alrededor de otro hombre.

Marguerite se negó a permitir que el tono agresivo de Drusilla la intimidase. Quizás ya era hora de recalcar su aversión de cocerse a fuego lento a la luz pública, y disipar los rumores de una vez por todas.

—Mi marido murió hace dos años. Estoy segura que él querría que yo fuera feliz, y apenas estoy armando jaleo alrededor. Estoy visitando a mi cuñado y su esposa durante un fin de semana de descanso en el campo.

—En compañía de otro hombre.

—Quien es otro invitado de esta casa.

—No es que yo quisiera a cualquiera de los dos aquí, —murmuró Amelia. —¿Entonces, por qué nos invitaste? —Marguerite miró inquisitivamente a Amelia. ¿Admitiría Amelia que le había preguntado a Marguerite por el nombre de Lord Jungkook y exponiendo su relación con Taehyung ante una luz desfavorable con Jimin? Marguerite pensó que Amelia no lo haría.

Odiaba no gustar y no ser aprobada.
—Amelia te invitó porque su marido no le dio otra opción, —dijo Drusilla. —Aunque quizás, si hubiese visto el camino que has tomado con Lord Taehyung, el primo Jimin tal vez cambie su buena opinión de ti.

—Tal vez lo haga. Pero sospecho que prevalecerá su sentido común, y él simplemente se alegrará por mí.

Drusilla se echó a reír. —¿Estás esperando que Lord Taehyung te haga una proposición?

Perversión. » k.th (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora