21. Ser valiente

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Esa tarde de sábado se había desatado la lluvia. Marinette había ido a casa de Matt para ver una serie que se había estrenado esa semana. Estaban abrazados, comiendo galletas que la chica había hecho.

Pero Marinette tenía su mente en otro lado. No dejaba de pensar en la actitud protectora de Adrien y en que la llamó princesa. Y no había sido la primera vez. Casi lo había olvidado, pero en la fiesta de Alya la había llamado de la misma forma. Y la única persona que la llamaba así era...

—Wow, eso sí que es intenso —comentó Matt, haciendo que Marinette volviera a concentrarse en la serie.

La televisión mostraba la historia de una mujer casada, cuyo marido le gritaba y la golpeaba, pero ella no se atrevía a dejarlo. Y Marinette comenzó a sentir su respiración más pesada, sintiéndose extrañamente identificada con la protagonista de la serie.

—Oye, Matt —dijo Marinette pausando la serie— Juleka y Rosita me... nos invitaron a una obra de teatro. Es mañana. ¿Te gustaría ir?

—Mari... la verdad es que no me gusta que te juntes con ese tipo de personas.

—¿De qué hablas?

—Ya sabes, unas desviadas —respondió Matt sin darle importancia.

—Pero cómo te atreves a llamarlas así —se alteró Marinette.

—Es lo que son. No es normal que ellas sean... ya sabes...

—¿Novias? ¿Es que acaso estás en contra del amor?

—Eso no es amor, Marinette, es enfermedad.

—¿Y tú qué sabes del amor? —exclamó la peliazul poniéndose de pie.

—¿Qué quieres decir? Yo te amo, Mari. Esto es lo normal. No lo de ellas —respondió el chico poniéndose de pie junto a ella.

—Ellas son la pareja más linda y tierna que conozca. Y si crees que lo de nosotros es normal...

—Qué, Marinette. Dime, por qué esto no es normal.

—¡Porque eres muy violento conmigo! —explotó la chica.

—Eso es porque tú me provocas —contestó Matt tomándola muy fuerte de ambas muñecas— de verdad quisiera no hacer eso, pero no me dejas otra opción.

Marinette respiró agitada, evitando la mirada de su novio a toda costa.

—Además, después de discutir, siempre tenemos un final feliz, ¿o no, Mari? —susurró el chico besando a la peliazul en el cuello. Ella no opuso resistencia.

Matt la tomó por la cintura y la acercó a él. Marinette sintió cómo la entrepierna del chico empezaba a reaccionar con cada beso que le daba a ella en el cuello y los pechos. Pero ella no estaba excitada. Nunca lo estaba, nunca disfrutaba y ya no estaba dispuesta a seguir siendo utilizada como un juguete sexual.

—No, Matt, espera —susurró Marinette.

—¿Qué pasa, Mari? —dijo él sin dejar de besarla.

—Es que... no quiero hacer esto —dijo la chica.

Matt se detuvo y la miró con el ceño fruncido.

—¿Por qué no?

—No lo sé, solo no tengo ganas.

—Ya. Seguro estás pensando en el amigo tuyo que quiere juntarse contigo ¿no? Seguro lo vas a ver a escondidas y esperas que él te la meta...

—¡Por qué dices esas cosas, Matt!

—Porque si no quieres hacer el amor conmigo, es porque no me amas —dijo el chico tomándola por los hombros— o estás esperando a que otro te empotre...

—Eres asqueroso —replicó ella empujándolo.

—No me hables así Marinette —amenazó Matt acercándose a ella.

—¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme? ¿Empujarme? —provocó ella.

—Si no me dejas otra opción —dijo él abalanzándose sobre ella, dándole una cachetada.

—Chat Noir tenía razón —dijo Marinette aguantando el dolor de su mejilla y mirándolo furiosa a los ojos— tú y yo no deberíamos estar juntos.

—Así que ahora le vas a hacer caso a tu "amiguito", con el que seguro también te acostaste a mis espaldas.

—Piensa lo que quieras —respondió ella desafiante.

Matt la tomó por los hombros y la empujó hacia la pared, haciendo que se golpeara en la cabeza. La volvió a tomar por los hombros y la zarandeó.

—Eres una perra, Marinette.

—Suéltame —forcejeó ella.

—No quiero. No vas a poder conmigo — gritó Matt.

He podido con enemigos mucho más fuertes que tú.

Marinette se soltó del agarre de Matt, le dio una cachetada muy fuerte y se dirigió a la puerta.

—Dónde vas —dijo él yendo tras ella, sobándose el lugar donde recibió el golpe.

—A algún un lugar lejos de ti.

—Estás perdida sin mi, Mari. Nadie te va a amar como yo, nadie más va a poder aguantar tu personalidad de mierda —rió Matt.

—Entonces prefiero estar sola —replicó Marinette con seguridad— esto se acabó, Matt. No quiero volver a toparme contigo nunca más en la vida.

Sin mirar atrás y sin esperar una respuesta, Marinette salió de la habitación, cerrando con un portazo. Bajó las escaleras rápidamente y salió de aquella casa lo más rápido que pudo.

Afuera seguía lloviendo muy fuerte.

—¡Marinette, espera! —oyó gritar a Matt tras ella.

Sin darse vuelta, Marinette comenzó a correr, esperando perder a su ahora ex novio. Corrió por varios minutos, hasta que tropezó y cayó al piso. Se levantó rápidamente y miró a todos lados. No vio a nadie.

—¿Marinette? ¿Estás bien? —preguntó su kwami abriendo un poco el bolso de la chica para poder mirarla.

—No lo sé, Tikki.

Toda la adrenalina que había sentido desde que abandonó la casa de Matt estaba desapareciendo, haciendo que sintiera dolor en las muñecas, los hombros, la cabeza, las manos y las rodillas. Miró a su alrededor para ubicarse, y se dio cuenta que estaba cerca de la Torre Eiffel. Caminó un par de calles hasta llegar frente a una enorme y ya conocida mansión. Tocó el timbre y esperó a que la atendieran.

—Hola —dijo la chica cuando oyó la voz al otro lado del citófono y una cámara la enfocaba— soy Marinette... vengo a... ver a Adrien.

La chica esperó unos angustiantes segundos hasta que la enorme reja se abrió para dejarla pasar.

Aunque tú no quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora