Aunque tú no quieras

10. Fingiendo cariño

Adrien estaba esperando a que su chofer llegara para llevarlo a su casa cuando vio a Kagami acercándose. Su primer impulso fue fingir que no la había visto y cuando diera con él, dar alguna excusa genérica para evitarla.

No, idiota, recuerda lo que te dijo Marinette.

—¡Kagami! —saludó el chico acercándose a ella.

—Hola, Adrien. Sé que estás muy ocupado, pero pasaba por aquí y pensé que podía verte un minuto...

Adrien le sonrió y la abrazó. En ese momento, llegó su auto y tocó la bocina. El chico se soltó de Kagami y fue a hablar con su chofer. Luego de unos segundos, volvió junto a la peliazul.

—Podemos irnos caminando. Solo si quieres, por supuesto —comentó Adrien. Kagami sonrió a más no poder y le tomó la mano— supongo que eso es un sí.

Caminaron lentamente sin rumbo fijo, conversando de temas triviales. Se acercaron a la Torre Eiffel y pasearon entre los turistas.

"Dale algunos besos sin que ella te los dé primero" resonó la voz de Marinette en la cabeza del rubio.

Adrien se detuvo y tiró suavemente del brazo de su acompañante, dejándola frente a él. La miró fijamente a los ojos y se acercó a su rostro lentamente. Primero juntaron sus labios en un corto y casto beso, pero luego la chica volvió a besarlo con más intensidad.

El ojiverde intentaba seguirle el ritmo, moviendo torpemente la lengua. Entonces cerró los ojos y se imaginó a él mismo como Chat Noir y a quien besaba era a Ladybug. Y el beso se le hizo más natural. Le acarició los hombros y luego bajó hacia sus manos y las entrelazó con las suyas. El chico abrió los ojos sobresaltado, recordando con quién estaba realmente y se separó de Kagami.

—Lo... lo siento —susurró él, mirando al suelo.

—No te preocupes. No me enfada si me besas así —sonrió la chica.

Él le devolvió la sonrisa sin mirarla a la cara. En realidad se sentía culpable por besarla pensando en otra chica. Pero, obviamente, no iba a decirle eso. Así que empezó a caminar de la mano de Kagami.

Estuvieron en silencio durante los primeros minutos. Kagami acariciaba la mano de Adrien que tenía sujeta. Entonces el rubio pudo notar lo ásperos que eran los dedos de la peliazul, probablemente por las clases de esgrima y que, a diferencia de él, no usaba productos especiales para cuidar la piel, por lo que su roce no era placentero, y nuevamente se le vino a la mente su compañera de pelea, que si bien nunca lo había tocado a mano descubierta, imaginaba que su roce sería suave, como el de...

¿Marinette?

Había tenido poco contacto piel a piel con su compañera de clases. De hecho, hacía poco que le tomó la mano propiamente tal, pero él estaba enfundado en su traje negro, y con los guantes no pudo sentir la suavidad de las manos de la chica. Pero sí la había hecho en otras ocasiones, cuando como Adrien tuvieron que hacer los deberes juntos o jugaron videojuegos, cuando escaparon de una multitud que lo perseguía cuando salió su primer comercial o cuando ella le regaló ese amuleto hace tres años y que él aún conservaba...

—¿Qué piensas? —interrumpió Kagami con interés.

—Oh, nada... yo... ¿en ti? —respondió el chico, rezando para que su acompañante no se diera cuenta de su pequeña mentira. Y, al parecer, Kagami no se enteró, pues rió divertida.

Caminaron unos minutos más hasta llegar frente a la casa de Kagami.

—Fue muy agradable estar contigo esta tarde —dijo la asiática colocándose frente a Adrien.

—Lo mismo digo —contestó el rubio.

La chica acercó su rostro al del chico y le dio un nuevo beso, al que él respondió con premura, haciendo sonreír a la chica.

—Adiós, Adrien... te quiero.

Por un par de segundos, ambos se quedaron quietos, mirándose en silencio, hasta que el ojiverde abrió la boca para responder.

—Yo también, Kagami.

La aludida lo abrazó y, con una gran sonrisa, se despidió con la mano y entró a su morada.

Adrien esperó hasta que cerrara la puerta y borró la sonrisa de su rostro. Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su propia casa.

¿Yo también? ¿De verdad le dije que la quería? Demonios... digo, sí la quiero, como amiga, la admiro como rival en esgrima, pero no la quiero de verdad. O al menos no en el mismo sentido que ella. ¿Le volví a mentir? No. No le dije que la quería en plan romántico. ¿Pero qué estoy diciendo? ¡Eso estaba implícito, imbécil! ¿Y cómo se me ocurre pensar en mi lady mientras beso a Kagami? ¡Si estoy haciendo esto justamente para olvidarla!

Adrien fruncía cada vez más el ceño y apretaba los dientes.

Y de pronto, también Marinette se cuela en mis fantasías. Qué clase de hombre soy. Pobre Kagami, no se merece que alguien le haga esto. No sé si pueda mentirme tanto para que me lo termine creyendo. Pero si ahora le digo que en realidad no me gusta de la manera que ella cree, le romperé el corazón. No. Lo mejor que puedo hacer es seguir con esto hasta que encuentre la forma más sutil de decírselo para que así no termine tan herida.

Un poco más calmado y con el semblante mucho más relajado, Adrien llegó a su casa. Entró, saludó rápidamente a Nathalie, fue a la cocina a cenar algo frugal y se dirigió a su cuarto para darse un baño, esperando vaciar su mente de todo pensamiento y que ni Kagami, Ladybug o Marinette interrumpieran su momento de relajación.