26. El mejor regalo

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—Entonces, ¿nos vemos esta noche? —se oyó la voz de Adrien por el celular.

—Por supuesto, gatito —respondió Marinette con el auricular en la oreja.

—Ya quiero ver ese vestido que diseñaste, y qué sorpresa me preparaste.

—Ya lo verás, ya lo verás. Solo espero que te gusten ambos.

—Con tu talento, seguro que me encanta.

—Eres un adulador —dijo Marinette rodando los ojos.

—Yo solo digo la verdad, mi lady. Hey, ya tengo que cortar. Nos juntamos a las ocho en punto.

—Ocho en punto —repitió Marinette.

—¡Nos vemos, princesa!

—Nos vemos, gatito.

Marinette cortó la llamada y siguió en su labor, preparando los últimos detalles de su vestido de Año Nuevo.

—Estoy segura que a Adrien le encantará la sorpresa —dijo Tikki observando una prenda sobre la mesa.

—Eso espero... —musitó Marinette.

(~🐾~)

Adrien estaba nervioso. Era la primera vez que pasaba el Año Nuevo con amigos. Pero lo que lo ponía más ansioso era que se juntaría con Marinette una hora antes de que llegara el resto.

Vio su reloj y quedaban quince minutos para la hora acordada. Se vio en el espejo, vestido con un traje gris oscuro a medida, camisa blanca y una corbata verde claro.

No me queda nada mal. Debería ser modelo jeje.

¿Por qué me cuento chistes a mí mismo?

Se puso un abrigo y salió a la calle, que aún estaba blanca por la nevada del día anterior. Caminó unos minutos y llegó al punto de encuentro, en un lugar de los campos elíseos, lo suficientemente lejos de la multitud, pero cerca para ver los fuegos artificiales.

Esperó unos cinco minutos hasta que alguien tocó su hombro.

—Hola, Adrien —dijo Marinette a sus espaldas.

El chico se volteó y quedó sin habla unos segundos al ver a su amiga.

Marinette llevaba el pelo suelto, con una diadema plateada y azul, que hacía juego con sus ojos. Su vestido era de color rojo, hasta la rodilla y detalles en encaje y sobre él tenía puesto un abrigo negro que acentuaba su figura. Y por último, llevaba botines negros, simples pero elegantes.

—Guau, Marinette —dijo por fin— te ves guapísima. Me tienes engatusado.

—¿En serio dirás tus chistes malos? —contestó la chica con una sonrisa.

—No es tan malo si te hice reír. Si no te hubieras reído sería una gatástrofe —explicó Adrien alzando y bajando las cejas.

—Dios mío —susurró Marinette cubriéndoselos el rostro con la mano, sin poder contener una nueva sonrisa.

—Y bien, cuál es mi sorpresa —preguntó Adrien.

—Eres un gatito muy curioso.

—Sí, no lo niego... ¿cualidad de felino?

—Está bien. No quiero que la curiosidad mate al gato —dijo Marinette riendo de su propia ocurrencia—Eso sí es gracioso.

—Mmm... yo diría que intención, diez, pero ejecución, cero —respondió Adrien negando con la cabeza.

—Ya. Creo que se te averió el detector de chistes —replicó la peliazul rodando los ojos.

—Si te digo que sí, ¿me mostrarás mi sorpresa?

Aunque tú no quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora