23. Un poco de ayuda

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Marinette se sintió más querida y protegida que nunca.

En el colegio, durante los recreos, Adrien, Alya y Nino no se separaban de ella, y muchas veces se les unían Juleka, Rosita, Alix, Mylène e Iván. Hablaban de cosas sin importancia, comentaban sus planes para las vacaciones o reían de todo y nada.

Un día, Alya y Adrien estaban sentados con Marinette en las escaleras, hablando de moda, hasta que llegó Matt, quien intentó acercarse a Marinette.

—Mari, ¿puedo hablar contigo? —dijo el pelinegro ignorando las miradas furiosas de los amigos de la chica.

Marinette lo miró con el corazón encogido.

—No, no puede —respondió la morena.

—No te estoy hablando a ti —espetó el chico.

—Alya tiene razón —interrumpió Marinette— no puedo hablar contigo. No, más bien, no quiero. Así que, por favor, ya no molestes más.

—Pero Mari... —dijo Matt acercándose unos pasos.

—Ya escuchaste a la dama —comentó Adrien cortésmente poniéndose de pie— así que te vas o te vas.

Matt miró con odio al rubio, quien le sostuvo la mirada con expresión de desdén, hasta que finalmente el ex novio de Marinette se retiró sin decir palabra.

Cuando se perdió de vista, la peliazul se tapó la cara con las manos y comenzó a sollozar. Adrien y Alya la abrazaron.

—Fuiste muy valiente —le susurró la morena.

—Me siento tan mal, creí que ya lo estaba superando pero... no puedo... —dijo Marinette en voz baja.

Alya y Adrien se miraron con preocupación. Sabían que a pesar de todo, su apoyo era bueno, pero no suficiente para que Marinette volviera a la normalidad.

—Sabes... cuando mi madre desapareció... —comenzó a decir Adrien— me puse muy mal... y, bueno, mi papá me llevó a una sicóloga. Y me ayudó mucho a seguir adelante.

Marinette levantó la vista y miró los verdes ojos de su amigo.

—Creo que... podría ayudarte, princesa.

La aludida asintió con la cabeza, secándose las lágrimas que habían alcanzado a salir de sus ojos.

—Así que princesa. Interesante, pequeño Adrien —comentó Alya con los ojos brillantes y una sonrisa acusadora.

Adrien y Marinette se ruborizaron.

—No, es que es un sobrenombre que... pues... es que... ya sabes... yo, este...—intentó explicar Adrien enredándose cada vez más en sus ideas, haciendo que las otras chicas se partieran de risa.

(~🐞~)

Luego de la primera sesión sicológica, Marinette sintió que se liberaba de un gran y horrible peso que aun guardaba en su pecho. Le contó a la mujer todo lo que le había pasado y cómo se sentía, y la profesional fue muy comprensiva, logrando hacer entender a Marinette que ella fue una víctima de abuso, y que por nada del mundo tenía la culpa. También le dio algunos consejos para sentirse mejor.

—Lo primero, mi niña, es dejar de decir que eres tonta. Puede que seas distraída u olvidadiza, pero se nota desde lejos que eres bastante avispada. Y una chica de gran corazón.

La primera reunión había durado casi dos horas. Por el precio de la consulta no debía preocuparse, ya que Adrien se ofreció a correr con todos los gastos.

Con la sicóloga habían pactado juntarse una vez a la semana para ver cómo iba evolucionando su estado de ánimo y para darle nuevos consejos.

—¿Cómo te fue, mi lady? —preguntó Adrien cuando se encontró con Marinette a la salida del centro.

—Excelente —sonrió la chica— ya siento que estoy más tranquila.

—Perfecto —respondió el rubio con una gran sonrisa.

—Gracias por esto —susurró la chica.

—Todo para que te sientas bien, princesa —comentó el chico— bueno, ¿Qué hacemos ahora?

—Vamos al centro comercial. Aún me faltan algunos regalos por comprar —dijo Marinette sacando un poco la lengua.

—Bueno, Navidad es en dos semanas, pero creo que es mejor tener todo preparado con anticipación. ¡Vamos! —exclamó Adrien con entusiasmo y se pusieron a caminar uno junto al otro.

Esto parece un sueño, ¿Adrien y Marinette caminando juntos? Solo pasaba en mis fantasías. Y si bien durante tanto tiempo estuve enamorada de la idea que me hice de Adrien, resultó ser mucho más amable de lo que imaginé. Y como Chat Noir, ya se había convertido en mi mejor amigo. Ay, Adrien. Mis sentimientos por ti ahora son más intensos, más reales. Y sé que tú también me quieres... pero no puedo corresponderte aún. Serán las secuelas de mi tormentosa relación. Lo que más desearía es ser tu novia, pero al mismo tiempo, de solo pensarlo, me lleno de miedo e inseguridad...

Estás muy callada, Marinette. ¿En qué piensas? —dijo Adrien.

—Pues... ¿en Chat Noir?

—Vaya. Me pondré celoso de ese guapo y asombroso héroe —comentó Adrien con tono afectado, haciendo reír a Marinette.

—No deberías. Sí, es asombroso, pero tú también lo eres. Todas tus facetas son asombrosas.

Adrien sonrió ruborizado y, sin aviso, tomó la mano de Marinette, entrelazando sus dedos. Pero a la chica se le vinieron a la mente todas las veces que Matt hacía lo mismo y la apretaba, haciéndole daño, y se soltó de inmediato.

—Oh, yo... lo siento, Marinette —dijo Adrien avergonzado, rascándose el cuello y mirando hacia otro lado.

—No Adrien, yo... —Marinette suspiró— sabes que... me gustas mucho, en serio. Desde siempre me has gustado y este último tiempo has hecho que te quiera más y más.

Ambos chicos se se detuvieron. Marinette se puso frente al rubio y sostuvo las manos de Adrien, provocando que el chico se volviera a ruborizar.

-Pero... aún no quiero... no, aún no puedo ser algo más que una amiga... espero que puedas entenderme —dijo la chica con la voz temblorosa.

Adrien demoró unos segundos en contestar, tiempo que a Marinette se le hizo eterno.

¿Ya está? Va a abandonarme, lo sabía, cómo me iba a esperar para darle un cariño temeroso, ay Marinette, por qué tuviste que abrir la boca...

Entiendo, princesa —respondió Adrien con suavidad—. Y saber que me quieres me hace el hombre más feliz del mundo, aunque aún no podamos ser... ya sabes... novios jeje. Pero yo te voy a esperar lo que haga falta. Iré a tu ritmo, no tengo apuro. Haremos que esto funcione, pero de la forma que te sea mejor para que te sientas bien, ¿de acuerdo? Así que no te presiones por mí. Yo ya te quiero demasiado y haré todo de mi parte para que puedas confiar en mí y en ti misma, mi lady.

—Eres el mejor, Adrien —dijo Marinette abrazándolo y dándole un corto beso en la mejilla.

—¡Cuidado! —gritó alguien mientras un akumatizado aparecía entre los edificios.

Adrien y Marinette se miraron. El chico le guiñó un ojo y ella asintió con la cabeza. Se soltaron y fueron a un callejón cercano, volviendo a aparecer como Chat Noir y Ladybug.

Aunque tú no quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora