24. Peligrosa insistencia

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Adrien se encontraba en un estudio, en la sesión de fotos de la última colección de su padre. Abrigos, chalecos, pantalones, bufandas y sombreros iban y venían mientras él modelaba cada conjunto posando tal como le decía el fotógrafo. Aunque intentaba permanecer serio, a veces se le escapaba alguna sonrisa, cuando recordaba que su lady también sentía lo mismo que él.

—¡Vamos, Adrien! Necesito una mirada sexi, no una cara embobada —exclamó el fotógrafo, haciendo que el rubio volviera a concentrarse en su trabajo.

Luego de tres horas de fotos, poses y cambios de ropa, al fin había terminado todo. Adrien fue a su camerino para ponerse su ropa de siempre y esperar al chofer para volver a casa.

—Adrien estaba un poco distraído, ¿no crees? —oyó a la maquilladora al otro lado de la puerta.

—Quizás volvió a enamorarse —dijo la voz del fotógrafo.

—Yo diría que se acaba de enamorar. Cuando estaba con la otra chica, nunca tuvo esa cara de bobo sonriente —sentenció la otra. Sus risas se alejaron hasta quedar inaudibles.

Adrien rió bajito. Era verdad que no podía esconder su felicidad de al fin poder estar, en cierto modo, con la mujer a la que había amado desde el primer momento.

Escuchó una conocida bocina y fue al encuentro de su auto. Entró con tranquilidad y estuvo un par de minutos mirando por la ventana, suspirando por su princesa. Luego, tomó su bolso, que dejaba en el asiento trasero mientras estaba en sesión, para no distraerse. Sacó su celular y lo miró sin interés. La pantalla mostraba que había recibido un mensaje de Marinette. Adrien desbloqueó el equipo. El mensaje no decía nada, solo era un mapa con su ubicación.

— ¡Detente! —exclamó Adrien, haciendo que el chofer se sobresaltara y detuviera el auto, para luego mirarlo con una mezcla de enojo y sorpresa— lo... lo siento. Pero debo bajarme, es una urgencia. No le digas a papá, por favor. Yo te aviso cuando haya arreglado todo.

Y sin más, Adrien abrió la puerta y salió corriendo hacia un callejón vacío y alejado.

—¿Qué pasa, muchacho? —dijo Plagg saliendo de la chaqueta del chico.

—No lo sé, pero no me da buena espina. ¡Plagg, las garras!

(~🐞~)

Esa mañana de sábado había estado tranquila. Marinette estuvo ayudando a sus padres en la panadería, atendiendo a la gente que llegaba por panes y pasteles.

—Sabine, querida, se nos acaba la levadura y aún debo terminar un pedido para el señor Chandler—dijo Tom apareciendo tras el mostrador.

—¡Ay! Estoy esperando que vengan a buscar otro pedido. Podría ir a comprar en la tarde.

—Yo podría ir —comentó Marinette— sé dónde comprar, no demoraré mucho.

—Gracias, hija —contestó Tom— busca dinero en mi billetera que está arriba, en el comedor. Necesito dos kilos de levadura.

Marinette asintió con la cabeza, fue a buscar el dinero y salió de la panadería.

—Te ves mucho más contenta, Marinette —dijo Tikki desde el bolso de la chica, mientras ella caminaba tranquilamente.

—Es que, después de mucho tiempo, me siento realmente tranquila. La psicóloga me ha ayudado mucho. Además, aún no puedo creer del todo que Adrien realmente esté enamorado de mí, pero solo pensarlo me hace muy feliz.

La kwami rió de alegría. Poder ver sonreír a Marinette era algo que extrañaba.

Luego del algunos minutos, se dio cuenta de que alguien la seguía. Siguió caminando, fingiendo tranquilidad e intentando ver por el rabillo del ojo quién estaba detrás de ella. Entonces sintió que alguien la tomaba de la muñeca, haciéndola detener.

—Mari, necesito hablar contigo.

Era Matt.

—Ya te dije que no quiero volver a hablar contigo —respondió la chica, apretando los dientes y sintiendo su corazón latiendo con miedo.

—Por favor. No podemos terminar así. Yo te amo, Marinette, y sé que tú también sientes lo mismo por mí —el pelinegro hablaba con tristeza, provocando un poco de lástima en la chica— pelear es normal, pero por favor, vuelve conmigo.

—Lo siento, Matt. Yo ya no te quiero. Y no quiero volver.

Antes de que cualquiera de los dos dijera algo, la chica dio media vuelta y salió apurada. Al sentir que Matt la seguía, sacó su teléfono y envió un mensaje a Adrien. Sabía que el chico probablemente seguía en la sesión de fotos, pero necesitaba darle alguna pista por si algo pasaba. No tenía tiempo para escribir, así que solo envió su ubicación en tiempo real.

Por favor, gatito. No demores en venir.

—Tú no me vas a dejar así —dijo Matt llegando junto a ella. La tomó de la mano y la llevó a un callejón vacío. Marinette intentó resistirse, pero él era mucho más fuerte que ella.

—¡Suéltame! —exclamó la chica.

—¡Solo quiero hablar contigo! —respondió Matt acorralándola contra la pared.

—Yo no. Y nada de lo que digas hará que vuelva contigo.

—¿Por qué? ¿Tan rápido se te acabó el amor por mí? Es por el Agreste, ¿verdad?

Marinette se mordió el labio, sin saber qué decir.

—Lo sabía, ¡Lo sabía! Eres una maldita perra, calentándote con el modelo millonario, ¿verdad? Debe ser fácil para él estar con cualquier mujer. Pero no con la mía, porque aún te amo... —Matt la miró a los ojos, acercándose a ella— así que, mi querida Mari, más te vale volver a estar conmigo.

—¿Qué... me estás amenazando?

—Tómalo como quieras. Pero si no estás conmigo, no estarás con nadie. Piensa bien tu respuesta.

Marinette se sintió palidecer, mientras su respiración se tornaba irregular. Matt acercó la mano al hombro de la chica, acercándola peligrosamente a su cuello. Ella intentó apartarlo, pero no lo logró. El chico colocó su mano sobre el cuello de Marinette y comenzó a presionar.

—Contéstame —susurró en su oído— antes de que se te vaya la voz.

Marinette tomó el brazo del chico intentando apartarlo, pero no tenía la fuerza suficiente. Empezó a sentir la presión en su cuello y que el aire ya no entraba a su cuerpo.

—Creo que prefieres no ser de nadie.

La voz de Matt sonaba lejana, y sus ojos grises fue lo último que vio Marinette antes de caer inconsciente.

Aunque tú no quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora