22. No estás sola

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Adrien bajó rápidamente la escalera luego de que Nathalie le avisara que Marinette la esperaba en el hall. Cuando la vio, se sorprendió por su aspecto y se acercó a abrazarla. Ella lo abrazó de vuelta y se largó a llorar escondiendo su rostro en el pecho del chico.

—Ya pasó, Marinette. Todo está bien ahora —le susurró el rubio apoyando su mejilla en la coronilla de la peliazul.

Ella comenzó a controlar los sollozos, sintiéndose protegida entre los brazos del chico. Levantó la vista y clavó sus ojos en los verdes de su compañero.

—Terminé con Matt y arranqué de su casa. No sabía dónde ir. Lo siento —le dijo, pero él negó con la cabeza.

—No tienes que disculparte. Estoy aquí para lo que necesites, ¿recuerdas? —le respondió con suavidad— ahora... vamos a mi habitación. Podrás darte una ducha y te daré ropa seca.

Marinette asintió con la cabeza y soltó al chico, pero él la tomó gentilmente de la mano y la guió a su cuarto. Al llegar, le pasó un par de toallas y rebuscó entre sus ropas alguna prenda que ella pudiera usar.

—Lo siento, pero te darás cuenta que no tengo ropa de mujer ni nada que se le parezca... puedo decirle a Nathalie que vaya a comprar algo...

—No, Adrien. No te preocupes. Lo que me pases estará bien —respondió la chica. Él le sonrió y le pasó una camiseta y unos pantalones de pijama antiguos.

—Espero que te quede —comentó el chico.

Marinette le recibió las prendas y se encerró en el baño. Allí, se deshizo de sus propias ropas y se metió a la ducha. Dejó que el agua recorriera su cuerpo y que disimulara algunas lágrimas que caían por su rostro. Se enjabonó, enjuagó y salió del agua. Se secó rápidamente con las mullidas toallas y se colocó el conjunto que le había pasado Adrien. Todo le quedaba un poco grande, pero cubría lo que debía cubrir. Además, tenía el aroma del chico. Se secó el cabello, colocó su ropa mojada en el cesto de la ropa sucia y salió del baño abrazándose a sí misma.

Adrien la vio al salir, y no pudo dejar de notar las marcas en los brazos y la cara que antes no había distinguido, apretando los dientes con rabia, odiando al sujeto que se atrevió a dejar esos cardenales en el cuerpo de Marinette.

—Quisiera... quisiera descansar un poco —dijo la peliazul en voz baja.

—Claro —respondió Adrien rápidamente y la guió a su cama.

Marinette se recostó y Adrien la cubrió con las sábanas y demás ropa de cama. La chica sacó su celular y llamó a su madre.

—Hola mamá... estoy... en casa de Alya. Terminé con Matt y creo que me voy a quedar toda la noche aquí —dijo Marinette mirando al rubio, quien asintió con una pequeña sonrisa— Claro mamá. Sí. Yo también. Nos vemos.

—Así que donde Alya... creo que te confundiste, princesa. Pero quizás fue porque claramente somos muy parecidos, ya sabes, el mismo pelo, los mismos anteojos... —comento Adrien. Marinette rió bajito—Me gusta verte sonreír.

—Tú siempre encuentras la forma de hacerme reír —respondió Marinette, y acomodándose mientras cerraba los ojos, agregó— muchas gracias... gatito.

Adrien la miró con sorpresa y luego sonrió, acariciándole el cabello.

—Descansa, mi lady.

(~🐞~)

Marinette abrió los ojos y se demoró unos segundos en entender por qué estaba en ese lugar. De golpe, le vinieron todos los recuerdos del día anterior y suspiró. Acostumbró sus ojos a la oscuridad y buscó su celular. Eran las 4:17 de la mañana. Se sentó en la cama, pues ya no tenía sueño, y se levantó silenciosamente. Caminó algunos pasos alrededor de la habitación hasta que escuchó una respiración acompasada.

La peliazul se dirigió al sofá que estaba frente al televisor y descubrió a Adrien sentado con los brazos cruzados, durmiendo en esa incómoda posición. La luz que se colaba por la enorme ventana iluminaba sutilmente las facciones y el claro cabello del chico.

Cómo puedes ser tan guapo... Y tan bueno conmigo a pesar de lo antipática que me porté contigo estos meses. Y a pesar de ignorarte como Adrien, aún así venías a acompañarme como Chat Noir. ¿Por qué me cuidaste tanto?... y yo no supe ser una mejor persona para ti...

Marinette se sentó junto al chico y le acarició el suave rostro.

—Perdóname —susurró mientras los ojos se le anegaban en lágrimas.

Adrien dio un suspiro y abrió los ojos, sobresaltándose al ver a Marinette llorando frente a él. Se acomodó y le acarició el rostro, secándole las lágrimas que caían por sus mejillas. La chica sostuvo la mano de su amigo y la retuvo en su rostro, sintiendo su cálida palma. Adrien se acercó a Marinette y unió su frente con la de ella.

—Lamento haber sido tan desagradable contigo este tiempo... —dijo la peliazul cerrando los ojos— es solo que... ay, son tan estúpida...

—No digas eso, Marinette —replicó Adrien sin apartar la mirada— puede que te hayas equivocado, hayas estado cegada por amor...

—Es que... —Marinette se separó de Adrien para mirarlo a los ojos— yo ni siquiera lo amaba. Al principio lo quería, sí, pero luego sólo quería evitar hacerle daño, sin darme cuenta de lo que él me hacía a mí.

—Era tu primer novio, no sabías cómo actuar, cómo afrontar todo esto —dijo Adrien comprensivo.

—Es que no es solo eso... yo... —Marinette se alejó más del rubio y apartó la vista— yo dejé que él... que él me... que tuviéramos... —las lágrimas volvieron a caer por su rostro— yo siempre fingí que me gustaba hacer eso, pero siempre terminaba mal.... Me siento usada y sucia y cobarde por no haberle dicho que no antes...

Adrien quedó atónito ante la sorpresiva confesión de Marinette.

—Si ustedes hicieron... eso... sin que tú quisieras... es horrible —dijo luego de algunos segundos—. Pero tú no tienes la culpa, ¿bueno?

—Pero ahora quién me va a querer así —sollozó la peliazul— si hasta yo me doy asco a mí misma...

—Yo te quiero, princesa —la interrumpió Adrien. Marinette dejó de llorar de golpe y levantó la mirada.

—...¿Qué?

—Yo te quiero, Marinette. Y lo sabes —continuó Adrien ruborizándose— Desde hace tantos años que te quiero... solo hubiese deseado darme cuenta antes de que eras tú a quien siempre quise y admiré. Y eso no va a cambiar, mi lady. No importa lo que haya pasado, sigues siendo una mujer maravillosa.

En ese momento, Marinette logró conectar a esos dos chicos que tan buenos habían sido con ella, y se le hicieron tan similares a pesar de la diferencia de carácter que el chico mostraba con y sin el antifaz, que no le cupo duda que Adrien y Chat Noir eran la misma persona.

—Pero lo más importante, Marinette —agregó Adrien tomándole la mano— es que tú vuelvas a quererte a ti misma.

Marinette asintió con la cabeza.

—Y yo voy a hacer todo de mi parte para que puedas superar esto, princesa.

La chica lo miró a los ojos y se lanzó a su cuello, abrazándolo fuertemente.

—Gracias, Adrien. Gracias, Chat Noir —susurró escondiendo su rostro en el cuello del chico— no sé qué hice para merecer que alguien como tú esté a mi lado.

El rubio la abrazó de vuelta y ambos sintieron que por fin todo iba a comenzar a mejorar.

Aunque tú no quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora