- XV -

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Los días transcurrían entre las arduas tareas de aprendizaje en el castillo y su papel de embajador como Kuronuma. Yuuri Katsuki, estaba de manos llenas con los asuntos de su legado familiar, y la búsqueda de las pruebas para encarar al culpable y hacerle pagar.

Odiar estar cansado era su constante queja, Viktor comprendía que todo aquello era extenuante, hasta que una tarde su pálido semblante se hizo notar de forma preocupante.

Llevado a reposar luego de ser revisado por Isabella Yang, la médico real, que luego de chequear su estado, unos días de descanso fueron exigidos, el Omega presentaba claros signos de agotamiento.

Aburrido, era la descripción perfecta para como el azabache se encontraba, una tarde, es llamado por el rey, el semblante de estos no demostraban que se tratara de buenas noticias; así que sin más aceptó el llamado, compareciendo ante su presencia.

Una vez entrando a la gran sala de reunión, donde el rey le esperaba, dos guardias reales le sujetaron de sus brazos, haciéndole arrodillar a la fuerza, acción que a la que el más bajo accedió, intuyendo de que trataba aquello.

Una dura mirada y un silencio cortante inundaban el lugar, dos de los cinco espías que se encontraban en el lugar fueron ordenados a salir, Yuuri, solo observaba, mostrando no doblegarse ante él.

-Pudiste engañarnos a todos, pero ¿cuánto creíste que duraría?... Katsuki.

El Alpha mayor es traído ante el rey, y arrodillado junto a su hermano ante su presencia.

Jiuk, trató d evitar aquello forcejeando con los guardias, que luego de que dos cayeran vencidos al piso, lograron acorralarle con sus armas rodeando su cuello.

Ambos hermanos se miraban fijamente, un lenguaje inexistente era claro entre ellos, el rey notando esto, les golpea separándoles a una distancia considerable.

Las noticias de que esto acontecía en el castillo llegaron a oídos de Viktor, quien molesto por la situación toma los rollos de mano de Chris, quien llegaba al fuerte dando las buenas noticias sobre la decisión de la corte, marchándose al castillo para evitar que la situación llegue a mayores.

La velocidad en la que estos habían llegado les había sorprendido, al entrar a la sala real, lo que miraban no era para nada agradable. Ambos hermanos tenían sus rostros ensangrentados a causa de los golpes, la marca del anillo del Mayor se notaba en las mejillas de estos, mientras que las manos del otro estaban llenas del líquido carmesí.

-¡¡Malditos bastardos!! –amenazaba el rey con golpearles nuevamente.

-¡YA BASTA! –gritó fuertemente el platinado captando la atención de todos.

-¡Hijo! –exclamó sorprendido –que, ¿qué haces?, hemos sido engañados, ¡ellos son los asesinos!

-¡No te atrevas a tocarlos! –refuto molesto.

El platinado se acercó a los hermanos, soltándoles las cuerdas que sujetaban sus manos, alejando a los guardias que le rodeaban con las espadas y lanzas que le amenazaban.

Yuuri, no alejaba la dura mirada del rey, y una vez liberado no tardó en caer desmayado a los brazos de su esposo.

-¿Cómo te atreves? –exclamó el platinado.

-Ellos son los traidores, ellos asesinaron a mis leales sirvientes del ministerio de justicia de la corte real... ellos, son los culpables –gritaba el mayor.

-¡Maldita sea!, todo lo quieres resolver del modo equivocado.

-¿Tu lo sabías? –le miraba desconcertado.

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