- XVI -

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Los días corrían, mostrando la cruel verdad que el rey quería olvidar, aunque quisiera no rememorar, Jiuk, era el vivo retrato de Toshiya Katsuki, aquel a quien traicionó por perseguir una vana gloria, una que se le escurría de las manos, y que aunque quiso poseer, el contemplarla duro poco.

Llegado el día de la presentación a la corte real, la petición de restitución permanecía con fuerza, demostrando todas las de ganar, mientras que este se encargaba de sobornar para que no se llevara a cabo.

De algún modo, el soborno lograba atrasar dicho proceso, pero el favoritismo que se mostraba por el legado Katsuki, dejaban claras muestras de que la corrupción muchas veces no alcanza el poder.

Los ciudadanos del reino, comenzaron a darse cuenta de los actos bajo cuerda del rey Nikiforov, causándoles indignación, retirando por esto sus opiniones a su favor, pue algunos testigos que frecuentaban el Ministerio, se encargaba de relatar algunos de los hechos que este no se encargaba de disimular.

El juez, quien se mantenía detallando las pruebas de nacionalidad y legado, su semblante serio se alteraba cada vez que encontraba reflejada las respuestas en su lugar. No había forma de negar la relación de ambos hermanos ante la herencia y el legado, ambos hermanos esperaban por la respuesta, sus manos sujetas demostraban el nerviosismo que sentían por la aun inexistente respuesta.

Pero, luego de ser dictaminada la aprobación de su restitución, y títulos correspondientes a su natalidad, estos no tardaron en gritar de alegría. La sentencia había sido establecida, enojando en gran manera al rey Nikiforov, que desaprobaba a toda cuesta tal decisión.

Las pruebas, los testigos y la presencia de los interesados demostraban la veracidad de lo que se planteaba, así que no había manera de negar tal hecho, por ende el fallo fue a favor de los Katsuki, quienes demostraban estar con vida luchando por lo que les pertenece.

Una segunda petición era esa misma tarde procesada por el juez, Leo de la Iglesias, ex–General de la Nación, entraba al recinto conmocionando a todos los presentes, incluyendo al Mayor, que palideció al verle.

La petición de libertad, había procesada, mostrando incongruencias en las pruebas presentadas con anterioridad, pues estas mostraban su culpabilidad sin ser el, el afectado directamente. El rey, se marcha del lugar, provocando rumores de los presentes.

La libertad del ex–General fue otorgada sin reparo, su inocencia había sido demostraba, el procesado mostraba satisfacción, la promesa había sido cumplida, pero su corazón extrañaba a su compañero amante. Una presencia que jamás podría ser reemplazada, y eso le hacía verse como un lobo solitario.

Las buenas noticias comenzaban a embargar de esperanza el corazón del Omega, una que su amado Alpha se encargaba de regalarle cada que encontraba la oportunidad de aliviar sus cargas.

Pero a los ojos del menor nada se pasaba por alto, en la reunión en la que se encontraban celebrando Jiuk, se encontraba distante, y algunas miradas coquetas no tardaron en aparecer. Conocía aquello por intuición, pero no se arriesgaría a que este fuera herido una vez más.

Al fin y al cabo, los celos de hermano siempre son permitidos ¿no?

Era su pensar, pero suspiraba atento a los movimientos que este daría, el mayor siempre ha sido sigiloso, aunque no estaba seguro si era por las copas que este había tomado que estaba un poco desinhibido.

La reunión en casa de la señorita Babicheva se llevaba de forma esplendida, la atención de los sirvientes, la comida, las bebidas, las gratas conversaciones llenas de recuerdos y picardías de parte de un rubio bastante extrovertido.

El amigo más importante del Omega se encontraba presente, Chulanont, le hacía reír, llamaba la atención por su natural encanto, y esto no pasaba desapercibido de unos ojos verdes que le miraban secretamente.

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