Cap. 1- Última hija de Krypton

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Había acompañado a su padre al pueblo aquella mañana.

Debido a la pobreza a la que se sometía el reino, su padre; que siempre había sido una persona honesta y caritativa; se había dado en la difícil tarea de mantener un precio que le conviniera a su clientela, lo que quería decir que las ganancias de lo que vendían eran prácticamente nulas. Era por ello que su hermana continuaba en cama, enferma desde hacía tres meses por la falta de insumos en el pueblo y su madre había parado de trabajar en el molino para atenderla, encargándose ella de ese trabajo mientras su padre se encargaba del ganado.

Trabajar en una granja siendo solo dos personas era más que agotador y agradecía que su mejor amigo y antiguo trabajador con paga de su padre, Winn, continuaba ayudándoles, recibiendo como pago alimentos.

Kara nació y creció en el cruel y expansionista imperio de Daxam, el cual los últimos años estaba pasando por una fuerte hambruna y pobreza, siendo estas las consecuencias de las pasadas guerras producidas por el pensamiento expansionista de la familia real del imperio. Era sabido por pueblos como aquel, cercano a los límites del reino, que los guardias de la corona y la capital en sí gozaban de alimentos y bebidas, pues era un decreto real del imperio que cada puesto comercial debía, no solo pagar un impuesto a la corona, sino que el último año debido a la crisis debían entregar el diez porciento de lo que producían mensualmente. No era de extrañar que poco a poco, con el pasar de los meses, diversos puestos comerciales comenzaran a desaparecer hasta el punto que el sustento de aquel pueblo se basó en algunas pocas granjas locales.

Muchas veces su padre fue golpeado por los guardias de la corona cuando ellos llegaban a reclamar los impuestos y todas esas veces se vio en la difícil tarea de mantenerse en lo profundo del bosque, escondida. La última vez que Maxwell Lord; el guardia que todos los meses durante los últimos seis años se encargaba de cobrar los impuestos de su granja; fijó sus ojos en Kara y le insinuó a su padre que ella podría ser una interesante "paga", Jeremiah había tenido que rendir cuentas con el grupo de guardias, que lo desaparecieron por una semana hasta que finalmente él volvió, golpeado y malherido... pero vivo.

Podía decir que odiaba al imperio, la ira la invadía cuando sus ojos encontraban a la reina Rhea en alguno de los afiches anunciantes de un nuevo decreto en su nombre. Se decía a sí misma que esa mujer algún día pagaría por lo que les hacía a todas las personas del imperio y deseaba que el hambre o una de las tantas peleas en las calles en las que terminaba envuelta no terminara matándola para poder apreciar la caída de Rhea.

Esa tarde ayudaba a su padre a acomodar la carreta cuando lo vio. Un joven que le pareció conocido de alguna parte estaba siendo golpeado por unos maleantes. Se dijo a sí misma que no era su problema mientras tomaba varias cajas para subirlas a la carreta, aquel joven no era un amigo suyo, mucho menos pariente como para meterse en problemas por su culpa. Sin embargo, su sentido de la justicia la obligó a tomar aquel cuchillo de su padre para finalmente acercarse al callejón en el que cuatro hombres golpeaban a un joven.

—¡Ya no eres tan hombre ¿cierto?!

—Caballeros, —habló con un tono de voz lo suficientemente alto como para que los cuatro hombres se fijaran en ella. El primero y más cercano a ella lo golpeó en el rostro, y quizás se debía a que había estado en muchas peleas callejeras desde que era una niña o a que todos los días tenía que encargarse de levantar mucho peso, pero un solo golpe bastó para que el hombre cayera al suelo con su nariz rota —, podemos hacer esto de una manera pacífica o podemos hacerlo a la manera Daxamita, dejo la decisión en sus manos.

Los tres maleantes la miraron sorprendidos, alternando su mirada entre el hombre en el suelo y la rubia de aspecto delicado que se hallaba frente a ellos. El que parecía ser el líder, más alto y fornido que los demás, apartó a los otros dos antes de agitar su puño a ella, quien habilidosamente esquivó el mismo. Intentó varias veces más antes de que ella agitara su cuchilla contra él, cortando su mejilla. La cólera invadió al hombre que apretando los dientes les gruñó a sus secuaces.

La Doncella VerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora