La fría brisa de la mañana junto con el agua helada del río no eran nada comparado con el escalofrío que sentía al tener los ojos verdes de la mujer pálida clavados en ella. Todavía temblaba al mirar sus manos, manchadas de tierra húmeda y sangre. Viendo su reflejo en las aguas cristalinas, se encontró con que su rostro también poseía rastros de sangre y unas enormes ganas de vomitar la invadieron al pensar que esa era la sangre de los hombres que con anterioridad quisieron lastimarla. Ni siquiera podía recordar cómo había llegado hasta el río, o el motivo por el que la mujer pelinegra estaba sentada al borde del río, esperando pacientemente a que se aseara mientras en una de sus manos poseía un ramillo de bayas, tomando una para introducirla en su boca y masticarla de una forma lenta, antes de tragarla y repetir sus acciones.
Kara se sentía aterrada, el hecho de que estaba siendo observada por la que podía ser una asesina le helaba la sangre, además de que, por la forma en que la miraba y por la clara insinuación que le había hecho mientras se encontraban aún en la cueva, sentía que la mujer estaba sentada en aquella enorme roca esperando el momento exacto para abalanzarse sobre ella, cual bestia haría con su presa.
Sin girar su cuerpo, se dispuso a mirarla por el rabillo del ojo y tragó con fuerza. Su gesto de desconcierto se afincó cuando notó el tipo de bayas que estaba comiendo la mujer con total tranquilidad.
—Yo... mmm... m-milady... esas bayas... —se giró por completo, acercándose a la orilla del río preocupada —, esas bayas son venenosas.
—Seguro lo son... —respondió la mujer, sonriéndole con arrogancia. Kara observó con sorpresa como ella, en lugar de asustarse por sus palabras llevó otra de las bayas a su boca, masticándola con la misma lentitud que las otras y terminando por tragarla antes de inclinar su torso hacia Kara sin levantarse de la roca —... para los frágiles humanos, justo como tú.
—Y-Yo no... —Kara tragó con fuerza, cruzando sus brazos por encima de su pecho, cubriéndolo de la vista de la mujer, que había desviado sus ojos de los de Kara para fijarlos en sus pechos sin pudor alguno —. Yo no soy frágil.
La pelinegra estrechó sus ojos a ella, ampliando su sonrisa. Rio entre dientes, asintiendo con su cabeza a la rubia, que no hizo sino volver a tragar con fuerza.
—Por supuesto que no lo eres... eres una kryptoniana, después de todo. —para la sorpresa de Kara, la mujer aventó el racimo de bayas a algún lugar detrás de ella solo para aparecer frente a la rubia en un pestañeo —. Eres mucho más que una humana... una guerrera nata.
Sintió las cálidas manos de la pelinegra en sus hombros y no pudo evitar retroceder unos pasos en el río, sorprendida por como ella desapareció de su lugar en la roca para estar ahora frente a ella. Abrió sus labios varias veces, deseando poder decir algo, sin embargo, se le hizo imposible articular palabra alguna al tener a aquella mujer acariciando su piel. La pelinegra pasó sus manos por los brazos de Kara, que estaban manchados por la sangre que le había salpicado con anterioridad.
—De nuevo con eso. —la sorpresa de Kara se desvaneció y tomando las manos de la mujer, las apartó de sus hombros evitando que la tocara —. No sé de lo que hablas, solo soy una huérfana abandonada en el pueblo... sin hogar, sin familia, acogida por los Danvers... nada más.
—Oh, tú eres más, mucho más... —la pelinegra le mostró sus dientes en una sonrisa. Tomó con ambas manos la mano herida de Kara, tomando una profunda respiración cerca de ella y aspirando el olor de su sangre. Kara la miró con incomodidad, pues ella parecía emocionada por solo ver su sangre —. Tu sangre me lo dice al igual que tus ojos y tu alma... —aquellos ojos verdes que erizaban su piel se posaron sobre los suyos y la rubia tensó su mandíbula, sintiéndose más incómoda —... y tú lo sabes... muy dentro de ti... sabes que no eres común.
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La Doncella Verde
FanfictionTrabajando en la granja de su familia adoptiva, Kara Danvers es una joven que no tiene recuerdos de su verdadera procedencia y vive en el pueblo pobre de Sirulos, en los límites del cruel e intimidante imperio de Daxam. Una mañana, Kara se dirige a...