- ¡Mamá! Spencer ya llegó. Vuelvo luego de la cena. - gritó él. Ross esperó el saludo a gritos de su madre y la advertencia sobre los peligros que el exterior traía. Mientras tanto, él peinó su cabello cubierto de gel y acomodó su chaqueta de cuero negra que lo hacía ver tan bien y resaltar sus ojos azules, subió al auto junto a su amigo y saludó a los demás pasajeros que se encontraban en la parte trasera del auto.
A Ross le gustaba salir y pasar sábados por la noche junto a sus amigos cenando en alguna cafetería de su pequeña ciudad y bailando aquellas canciones de rock junto a Rose, la mujer que Ross amaba, su cabello negro por completo lo enloquecía y la manera en que sus pasos de baile decoraban el lugar haciendo danzar con alegría los corazones de todos. Sí, Rose era una mujer bellísima por dentro y por fuera, pero no soportaba las demostraciones que el enamorado hacía para ella. El chico sabía que Rose no estaba enamorada de él, pero aún así era feliz con sólo bailar junto a ella.
Esa noche Ross regresó demasiado tarde y estaba demasiado emocionado, junto a sus amigos propusieron picardías para ocasionar en su vecindario, a Ross le había tocado la casa frente a la suya, con un gran árbol en el frente y una fachada demasiado humilde, sabía que aquel hogar era la de los Edwards, la familia "enemiga" a la suya, sin embargo no podía juzgarlos demasiado, apenas conocía a July Edwards ya que compartían el mismo salón de clases. July era la chica rara, su falda era distinta a la de las demás chicas del salón y siempre se ubicaba en el banco de adelante, frente a los maestros.
Con la emoción del momento, Ross hizo locuras junto a sus amigos. La casa de July ahora estaba cubierta de papel higiénico y habían roto bolsas de basura que juntaron del resto de los vecinos, cuyas casas tenían un estado similar. El chico se despidió de sus amigos y entró a su casa a dormir, pues, estaba agotado de tanto danzar y molestar a sus vecinos.