-Julie, te amo, nunca dejé de pensar en ti. Formé una familia, dirijo una empresa, soy viudo y aún así, no desapareciste de mi mente durante siete largos años en los que quería correr a buscarte y no podía. Quédate conmigo por favor, no puedo arriesgarme a perderte otra vez, no lo soportaría, no así. Y mucho menos saber que te vas con otro hombre. - a estas alturas ambos llorábamos.
-Ross, yo...- dije con un hilo de voz. - no puedo hacer eso con Mike, no quiero jugar con él y dejarlo así como así.
- Por favor Julie. Cuando éramos adolescentes dábamos nuestras vidas por un momento juntos y ahora no quieres estar conmigo.
- Las cosas cambiaron para todos. Hice mi vida al otro lado del mundo, no puedo dejar todo.
- Aquí tendrías una familia, una persona que te ama a tu lado y nada te faltaría porque yo me aseguraría de que sea así. Te amo Julie.
- Ross, me voy mañana, te pido que lo entiendas.
- Lo entiendo. Pero mira mi pecho, lo dejo abierto para cuando decidas volver.
Ross volvió a su casa, yo volvería a la mía. Stacey se quedaría un par de días más aquí y solo ella sabía que me iría.
-Por favor, abrochen sus cinturones y recuerden apagar sus celulares, aterrizamos en diez minutos, si miran a la izquierda pueden observar la hermosa ciudad de Nueva York, gracias por volar con la aerolínea "Siempre en las nubes" esperamos que disfruten su estadía aquí.
Una vez abajo del avión, intenté llamar a Mike pero él no respondía, sabía que estaba aquí porque mis hermanos me lo habían dicho, incluso me dijeron el nombre de la calle de su hotel. Y allí me dirigí. Era un gran hotel, de muchos pisos, parecía lujoso y costoso. El recepcionista me dijo que él había salido. Frente al hotel había una gran cafetería donde estaba decidida a tomar un café, hasta que me paré frente a la ventana y en una de las mesas del medio estaba Mike, con la misma rubia de la foto, abrazado a ella, besando sus labios y agarrando sus manos, no me dolía, me enojaba. Cuando se separaron, entré a la tienda, no me habían visto, me saqué el anillo y lo dejé en su mesa, me fui rápidamente sin antes decirle "ojalá sean felices y fieles. Y ojalá te pudras"
Viajé hasta mi departamento y allí me quedé.
Hoy, luego de ocho meses estoy llenando de cinta la última caja, me mudo a Portugal, con el hombre de mi vida, para ser feliz junto a él y sus preciosas hijas.