Ross y yo ya llevábamos un mes de relación.
Amanecí en el hospital con mi madre al lado tomada a mi mano.
No podía hablar, aunque trataba, no podía. También intentaba recordar, pero solo escasas piezas venían a mi mente. Mis padres discutían, mis hermanos peleaban y yo era una persona más entre millones en el mundo. Corrí afuera, había tráfico y hasta allí recuerdo todo.
- ¡Cariño! No intentes hablar, necesitas fuerzas.
-Señora. - un médico entró por la puerta - es hora.
- Ten fuerzas cariño, todo va a pasar y estarás bien, tú tranquila.- mamá quebró en llanto y rezaba, quería saber qué había pasado conmigo, ¿acaso dónde estaba mi padre? ¿mis hermanos? ¿Ross? ¿por qué mamá estaba sola? Esas y millones de preguntas más inundaban mi mente sobre todo aquella: ¿qué iban a hacerme? Imposible saberlo en este momento. Un fuerte pinchazo en uno de mis brazos hizo que me quedase dormida sin sentir nada en el cuerpo.
- Promete que te repondrás. - podía escuchar en mi sueño, de hecho era un lugar oscuro y solo yo estaba allí. - promete que lo harás Julie, por favor. Te necesito conmigo, para que me abraces, me inundes de alegría y me ayudes en mis problemas, para que me des tu amor y me llenes de besos. - en una esquina, un chico en el suelo, llorando a mares. - Julie, siempre serás mi vecina favorita, aprendí a amarte, porque así eres, haces que los demás te amen en cuestión de muy poco tiempo. Créeme Julie, te amo más que a nada en el mundo, por favor sigue conmigo.
Aquel que lloraba en mi sueño era mi novio, Ross, Ross Brown.