El lunes al mediodía me despedí de Stacey a la salida de la escuela y comencé a caminar rumbo a mi hogar, entonces decidí mirar a mi izquierda, y evidentemente allí estaba él, como siempre con su chaqueta de cuero negra y su remera tan blanca como la única nube que se encontraba en el cielo en ese momento, Ross estaba al otro lado de la calle, como siempre, al otro lado, miraba el suelo como si quisiera evitar algún tipo de incomodidad conmigo. Al llegar a la esquina, hice algo que la verdadera yo no habría hecho jamás en la vida. Cruzé los pocos metros que me separaban de él y lo enfrenté.
- ¿Puedes decirme qué mierda te pasa? ¿Acaso crees que puedes hacer lo que quieres y arruinar las casas de todos los vecino? - estaba muy enojada y lo miraba con demasiado odio.
- Es solo que... - entonces fue cuando levantó la mirada, y entonces vi sus ojos, sus hermosos ojos azules de los que había estado enamorada los últimos años. - me gusta molestarte. - hizo una escasa sonrisa de lado y siguió su camino sin antes colpear mi brazo al pasar lo cual hizo caer mis libros y papeles al suelo desparamando todo por la calle.
Llegué a casa, deposité mis libros en mi habitación y me dirigí al comedor donde se encontraba mi familia, puse mi mejor cara y traté de dialogar lo mejor posible pero de escasa manera con mis padres de modo que no se enteraran el desastre que aquel estúpido había provocado.
Había empezado a hacer mi tarea y asomé mis ojos al exterior a través de la ventana comi siempre lo hacía a esa hora del día, solo entonces vi a Ross levantando un horrible cartel donde me insultaba pensé en lo idiota que era y levanté el dedo más alto de mi mano, luego cerré la cortina.