-Mira Stay, aquellos zapatos son preciosos, me encantan.
- Pues entonces, ¿qué esperas? ¡Cómpralos!
- Es que tengo hambre.
- Es ahora o nunca, yo iré apartando lugar en la cafetería, ¿un café?
- Cortado, con un muffin.
- Está bien. Mujeres. - protestó mi amiga.
Nuestra estadía en Portugal estaba dando sus resultados: distraerme.
-¿Sabes? - dijo Stacey - Los padres solteros siempre me parecieron lindos, se encargan se sus hijos y cargan con el doble de trabajo. Es genial que hagan eso.
-¿Por qué lo dices? -
- Bueno, al entrar tropecé con un hombre que llevaba dos niñas hermosas.
-Deberías ir tras él, probablemente te ahorrarías el trabajo de parto y las estrías que dejan los embarazos.
- Muy graciosa. Probablemente esté casado y solo salió a disfrutar con sus hijas, o bien su mujer es invisible y hace maldades con la gente.
- ¡Stacey!
- ¿Qué? Todo es posible.
- Dos cafés cortados para las señoritas de la mesa seis y dos muffins con doble chispas de chocolate. - el mesero interrumpió.
- Muchas gracias.
Nuestra parada en la cafetería nos hizo recordar qué bien la pasábamos de jóvenes y el increíble hecho de que sigamos unidas.
-El destino lo quiso así.
- Stacey, Stacey.
-¿Qué sucede?
-¿Y ésta billetera? No es mía.
-Tampoco mía.
-Debemos regresarla.
-Seguro es de una vaca que pasó por aquí. Toma el dinero y déjala.
- No puedo hacer eso. Debemos devolverla a su dueño, seguro la necesita.
- Si la dejó aquí es porque es un millonario exitoso y no necesita dinero, ¿tiene tarjetas? Podríamos usarlas y malgastar el dinero.
-Dame eso. Veamos, no hay documentos, tampoco targetas, solo hay dinero y una pequeño papel que dice "Te amo papá" y más abajo la dirección del hogar, pero apenas puedo leer porque parece que está mal escrito por un niño.
- Guárdala y sigamos con lo nuestro, ¿Ya tienes a las damas de honor? ¿Yo estoy entre ellas?