Me llamaban por mi nombre una y otra vez mientras recibía toques sobre las mejillas. Todos queríamos lo mismo, que yo volviera en mí.
Pese a que percibía mis gritos, no podía escucharme; mis labios se abrían al tope para dejar escapar solo ruidos ahogados e ininteligibles. Me faltaba el aire; la oscuridad que me tragó reconstruyó a la perfección todo lo que había experimentado años atrás, pero esta vez desde dentro y, consciente de cada sensación que rompía las barreras de los sueños, sentía grandes gotas de sudor sobre mi cuerpo, mis dientes se golpeaban unos con otros y mis extremidades ardían con gran intensidad. Mientras luchaba con el vacío, el dolor que se presentaba de manera intermitente se intensificó al momento que estuve más despierta que dormida, de manera que me di cuenta de que le estaba clavando las uñas a alguien que descubrí más tarde.
—¡Quita tus manos! —escuché la voz de Margaret gritando lo mismo una y otra vez.En medio de aquella lucha de la cual pensé que estaba por escaparme, sentí como me estrangulaban mientras Alex recibía las reacciones físicas.
—¡Camila, despierta! —su voz siguió gritándome sin que pudiera obedecer. Los sonidos llegaron a mis oídos amortiguados, como si mi cabeza estuviera sumergida en agua.
—¡Tía! —grité incorporándome.
Aspiré todo el aire que necesitaba antes de colapsar de nuevo. No volví a escuchar voces, murmullos o balbuceos al largarme con la inconsciencia durante una hora.La figura de Alex fue lo primero que vi cuando abrí los ojos. Estaba sentado en la sillón junto a la cama, él tenía los ojos cerrados, así que lo observé por un momento antes de emitir un sonido.
Mis ojos ardían, solo quería llorar, pero contuve las lágrimas por más que intentaban salir. Me obligué a actuar con calma ante las emociones que querían surgir después de estar envuelta en el peor sueño que había tenido. Giré la cara para mirar por la ventana.
—Alex...
Escuché un ronquido y percibí su cuerpo acordarse. Y una vez él despertó, se acercó, sentándose en la cama.
—Que bueno que estás despierta —dijo con alivio—. ¿Cómo te sientes?
Su mano quiso tener contacto con mi brazo, pero temblé.
—Lo siento —dijo.
—¿Qué haces aquí?
Quedándose en total tranquilidad, no me respondió. No estaba fingiendo, estaba reprimiendo mis sentimientos sobre algo que había sucedido y de lo que no tenía el control.
Giré su rostro para mirarlo a los ojos. Alex, aplastó sus labios y se apartó un poco.
—Le haré saber a Margaret que estás mejor —su rostro cansado y su expresión triste hicieron que se me exprimiera el corazón—. Todos estábamos muy preocupados por ti.
Se puso de pie y me miró sin decir nada, hasta que dándose la vuelta con intensiones de ir a buscar a mi tía, lo llamé.
—Estoy bien, Alex —al principio apenas podía sacar la voz de mi garganta, porque me dolía, hablar me demandaba mucho esfuerzo.
—No empieces con eso —frunció el ceño—. No estás en una habitación de hospital porque Margaret nos aseguró que volverías en ti. No entiendo, es decir, ¿Cómo que no es la primera vez que te pones así? ¿Dónde estaba yo? Todavía no puedo creer lo que vi.
—¿Qué viste?
—A ti sufriendo sin poder hacer otra cosa que intentar despertarte. Todo fue.. Muy extraño. Aquí estaba Ben, el que vive al lado. Les pedí que buscaran a Héctor, pero al momento quedaste inconsciente y tranquila...
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IN cubus ©
General FictionLa desordenada y estancada vida de Camila se ve irrumpida por sueños recurrentes que distorsionan su realidad. Las imágenes difusas de quién se mostraba en sus sueños pasaron a tener carne, huesos y un rostro. Un demonio, un Incubus, Azael... Vesti...