Alex me levantó envuelta en la toalla y me llevó hasta el sillón, con agilidad, tiró las prendas que tenía encima y me recostó.
Remangándose la camisa jeans, tiró de las sábanas con fuerza, arrojándolas al suelo. Salió de la habitación y volvió con sábanas limpias, tomó una y la puso sobre mi cuerpo.
—Si te sientes cómoda ahí, cierra los ojos y trata de descansar. Voy a limpiar todo esto.
Llevando las sábanas ensangrentas al baño, Alex volvió con un trapo y empezó a limpiar el colchón.
—Alex, déjalo...
—Solo es una mancha —dijo exhausto.
Intervalos de tiempo transcurrían al cerrar involuntariamente los ojos. Hasta que, tocándome el rostro, Alex me despertó por completo. Me sobresalté, de un momento a otro mi corazón empezó a latir a un ritmo apresurado, ver su figura contraluz me recordaba a aquel hombre, y mi mente confusa lo imaginó delante mía.
—Tranquila —me dijo pasando sus manos por mi perfil e intentado que me enfoque en mirarlo a él—. Respira ¿Qué sientes ahora mismo?
Pestañee varias veces antes de quedarme tranquila en contra de lo realmente quería mi cuerpo.
—Necesito que te levantes, te pongas el pijama que te busqué para que te acuestes —dijo, mirándome directo a los ojos—. Avisame como puedas para terminar de enjuagar las sábanas.
—No creo que pueda levantarme, Alex —quité sus manos de mi rostro y volví a rescostame—. Déjame aquí.
Todo mi cuerpo se sentía machacado al mismo suplicándome estar quieta. Mis párpados se sentían pesados por lo que volví a cerrar los ojos.
—Tenemos que ir al hospital.
—No, Alex —busqué sostener su mano—. Me pondré de pie, haré lo que me digas.
Agité mi cabeza dubitativa, cuestionándome si tendría las fuerzas para levantarme; sin pensármelo de más, traté de elevarme apoyándome con mis brazos, mas estos me fallaron, no obstante Alex alcanzó a agarrarme por la espalda para ayudarme a ponerme de pie.
—Ven, déjame ayudarte a quitarte esto.
Alex introdujo las manos bajo la sábana para retirarme la toalla, dejándome envuelta por completa en ella.
—Tengo que hablar con tu tía —expresó preocupado—. Camila, te estás desangrado.
—¿Qué? —levantó la toalla a mi vista.
—No puedo ignorar eso, debemos decírselo a tu tía e ir al hospital.
Mientras él aún hablaba, sentía como el corazón se me iba a salir. Mirándolo a los ojos, sentí que me moría.
—¿Camila? —Afirmando su agarre, él me sujetó del rostro; moviéndolo levemente, me llamaba mientras sentía golpes en el corazón no que paraban.
—Voy a morirme, Alex —empecé a llorar.
—No, Camila —acercó su cara a mi corazón—. Estas teniendo un ataque te pánico... —dejándome sobre el sillón otra vez, gritó el nombre de mi tía una y otra vez.
Tras su grito me empezó a faltar el aire. Comencé a hiperventilar y a pensar en qué pasaba cuando morías.
Veía todo borroso, no tenía frío, pero temblaba. Alex arrancó la sábana de la cama y me recubrió; levantándome me llevó hasta la sala y antes de rescatarme sobre el sofá me desvanecí.
Cuando llegó la ambulancia, reaccioné de inmediato, recuperando la conciencia con el ruido de la sirena. No obstante, permanecí rendida.
—¿Estás en tus días de menstruación? —me preguntó el paramédico mientras separaba mis párpados e iluminaba mis pupilas con una linterna médica.
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IN cubus ©
General FictionLa desordenada y estancada vida de Camila se ve irrumpida por sueños recurrentes que distorsionan su realidad. Las imágenes difusas de quién se mostraba en sus sueños pasaron a tener carne, huesos y un rostro. Un demonio, un Incubus, Azael... Vesti...