Capítulo 2

1.2K 152 25
                                    

Mis ojos se abrieron como si hubiese sido expulsada de un sueño oscuro y profundo.

Miré hacia la ventana parpadeando de manera pausada varias veces, hasta que acomodé mi cuerpo sobre el costado izquierdo. Mi mente me ofrecía pensar en lo que había soñado, pero insistía en ignorar las imágenes difusas que se presentaban en mi subconsciente.

Al levantarme de la cama, fui al baño y me duché. Me detuve frente al espejo, desnuda, con frío, y sintiendo como las gotas se deslizaban a lo largo de mi cuerpo para luego desaparecer al secarse. Me perdí mirando mi reflejo con la mente en blanco durante un largo rato, entonces parpadeé con fuerza para volver en mí.

Así se evade el miedo a lo que no puedes controlar —me dije prácticamente en trance antes de salir del baño.

Después del primer sueño, esperé que las dos noches que le siguieron fueran diferentes. —No te acuestas esperando que tendrás pesadillas.

Sentía una abrumadora sensación de desesperación pasiva. El pensamiento de aquella madrugada que aconteció 9 años atrás no se había marchado aún, seguía visitándome, y ese día no fue la excepción.

Al momento que miré el reloj sabía que tendría largo rato por delante. A penas eran las 7:10 am, no tenía ningún compromiso o responsabilidad. Esa semana se convirtió en el inicio de una vida con una cotidianidad difícil.

Sostuve mi cajón de cosas viejas del asa y lo arrastré hasta estar frente a la ventana; me quedé allí hasta que no pude soportarlo más.

Tenía actitudes similares desde que tengo memoria, pero a partir del primer sueño no me sentía yo misma en absoluto, y no podía reunir la energía para intentar interesarme en nada de manera absoluta.

Intenté leer, escribir, dibujar pero nada me arrancó esas sensaciones que violentaban lo que realmente era. Al verme acorralada por esas sensaciones, sentía que perdía el tiempo y eso antes nunca me importó. 

Pasé de verme estacada  voluntariamente a estarlo contra mi voluntad, soportando con ello el malestar que conllevaba.

Volví a leer y a escribir hasta que escuché a Margaret saliendo de casa. Fui hasta los muebles y me recosté pendiente de no quedarme dormida. Puesto que no me podía concentrar en nada, ni siquiera podía enfocarme lo suficiente como para ver la televisión.

Terminé de comer y salí hasta las escaleras, sentada allí, esperé a ver a Margaret a lo lejos y entré. Me preparé algo para merendar más tarde y, dejándole una nota en el refrigerador, volví a mi habitación.

Aunque mi mente era un caos, saltando de un pensamiento a otro, no era difícil quedarme dormida. Y una vez dieron las 8:28 me acosté, quedando dormida al instante.

—Camila. —Con un suave murmullo, dijo mi nombre dos veces...

Me estaba siguiendo.

Volteé hacia atrás varias veces y no vi a nadie, pero escuchaba sus pisadas.

«No estoy enloqueciendo».

Mis sueños me encerraron en la escena en la que volvía de la iglesia. Más concretamente donde se suponía que eran las nueve de la noche pero todo ser vivo desapareció. 
Ni por un momento dejé de escuchar sus susurros inaudibles y sus pisadas. No obstante, me era claro y sencillo distinguir mi nombre cada vez que era pronunciado por sus labios.
Mi cabeza me ordenó que corriera pero, quedándome estática un segundo, opté por girarme a mirarlo.

—¿Quién eres?

Sus manos estaban guardadas en sus bolsillos, mirándome directamente a los ojos, no me respondió.

IN cubus ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora