Cuando alguien te abandona en tu peor momento, demuestra de que está hecho.

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En el salón mi padre estaba jugando con Mateo, después de saludarlo fui a buscar a Giulia que tardaba más de lo normal en volver. Estaba en la cocina, oliendo un ramo de flores que suponía que mi madre le había regalado. No se enteró cuando llegue y aprovechándome de su despiste me acerqué a ella y la abracé por la espalda, poniendo delante de ella el estuche negro. Se sorprendió y seguido de nuestro abrazo, abrió el estuche y se asombró ante aquella pulsera tan maravillosa que yo mismo puse en su muñeca.

-Gracias pero no hacía falta.

-Sí, si hacía falta – la abracé e inconscientemente busqué sus labios.

Sí, esos labios eran adictos, tan carnosos, tan rositas, tan perfectos. La senté encima de la mesa y antes de quitarle la camiseta se escuchó a mi madre toser.Los dos nos separamos corriendo y agitados, ella se colocó la camiseta. La miré y estaba colorada, avergonzada y adorable. Debía corromperla, debía hacerla mía en cualquier sitio para que no se volviera a avergonzar si nos encontraban en esta situación, que ella misma fuera la que me busque, que sea ella misma la que toma el control algunas veces.

-Desde cuando? – mi madre sonaba tranquila y feliz pero por dentro estaba enfadada porque su niño le había escondido algo así.

-Desde anoche – Giulia agachó más la cabeza.

-Irás enserio Max? – más que una pregunta fue una advertencia

-Sí mamá, voy enserio con ella.

-Pues no sabes lo que me alegro – directamente se tiró a mis brazos y luego fue hacia Giulia que seguía avergonzada – si alguna vez mi hijo te hace daño búscame porque yo mismo le mataré con mis propias manos – por fin mi madre le había sacado una sonrisa, una carcajada que llenó todo este lugar de alegría y a mi por dentro de un sentimiento que hace mucho dejó de existir.

Cuando mis padres se fueron y Mato estaba dormido, me senté junto a ella en el sofá ante la televisión.

-Sabes a lo que me dedico? – esta sería la conversación más difícil y eso que pensé que fue la de Emma o Carlota.

-Algo me imagino – la miré – por la noche alguno de tus hombres me ha asustado al verlo entre las sombras con armas en mano.

-Qué crees que soy?

-Algo muy gordo – me reí

-Soy un narco Giulia.

-Joder – no se asustó para nada – pues muy bien.

-Y ya esta? – esperaba algo más

-Si. Max me gustas tú y adoro a tú hijo. Por primera vez en la vida me siento segura y sé que nada malo me sucederá a tú lado.

La abracé y le di un beso en la frente. Apoyó la cabeza en mi hombro y estuvimos así un rato viendo una película.

Pasó un mes desde aquel día, un mes en el cuál yo estaba muy feliz, más de lo que nunca me había imaginado nunca. Sí, tenía sentimientos por Giulia, si, quería estar con ella pero todavía había algo que me impedía ser feliz del todo. Hoy precisamente me había despertado con un presentimiento terrible.

-Tienes mala cara hoy – me comentó Giulia.

-Muy posible, me duele el estómago y me he pasado toda la noche vomitando.

-Haberme despertado.

-No te preocupes.

Nosotros todavía no dormíamos juntos, no sabíamos como Mateo iba a tomarse lo de que Giulia es su nueva mamá, sobre todo cuando muchos días señalaba la foto que había con su madre en el salón y la llamaba.

Hijo de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora