No puedes decir NO a la gente que amas, no a menudo.

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-Papá – joder nos habíamos olvidado del niño – que? – miró a su madre.

-Tus papis se van a casar – le contestó la abuela – tu mami está tan contenta que no puede levantarse de la silla por que se caerá de la emoción – ahora nos reímos los tres pero Ángela nos fulminó con la mirada.

Llegó el alcalde, fue la media hora más larga de mi vida, ya no solo por el reloj sino por que Mateo estuvo cantando que sus papis se casaban y daba vueltas alrededor de la mesa saltando. Después de hablar conmigo y con mi futuro suegro un momento, lo dejamos pasar a la cocina, desde luego Ángela no saldría de ahí, no hasta que fuera mi mujer. Me había retado y con eso me sobra para demostrarle que se hará lo que yo diga.

-Ángela, niña – fue a darle dos besos y ella intentó levantarse cuando una mano de Carlo en su hombro la volvió a sentar – bueno veo que tienes mucha prisa por casarte.

-Si – solo dijo eso al ver mi mirada.

Otra media hora de lectura en la cual yo estaba bostezando y mi suegra de vez en cuando me daba codazos para no quedarme durmiendo.

-Toma – me entregó una alianza de oro y de reojo vi a mi suegro hacer lo mismo – son nuestras alianzas y os las entregamos por que queremos que en vuestro matrimonio seáis igual de felices que nosotros somos.

-Si quiero – fue su última palabra sentada en aquella silla.

El alcalde no nos dijo nada de besarnos, yo simplemente cogí, la levanté de aquella silla en la cual estaba sentada y le di un beso. De pronto se comenzaron a escuchar silbidos y aplausos. También notamos unas manos en nuestras piernas que tiraban de nuestros pantalones. No podía separarme de aquellos labios ni tampoco dejar que sus manos no estuvieran en contacto con mi piel, no podía atender a aquella persona que tiraba de mis pantalones y suponía quien era, no por qué en mis brazos se encontraba la mujer mas deliciosa del mundo.

-Dais asco – nos soltó Mateo enfadado al terminar de besarnos, aquello provocó más risas.

Todos nos sentamos a cenar, su padre había echado lumbre, un fuego en la chimenea y encima de unas parrillas había puesto cordero, chorizos y patatas para asar. Mientras tanto el alcalde y mi suegra gritaban todo el rato "que se besen los novios"

-Es una costumbre española, en nuestras bodas a los novios prácticamente no se les deja comer, están todo el rato besándose porque unos u otros lo piden a gritos.

El niño ahora estaba más contento, nos habíamos dejado de besar.

Bien entrada la noche mis hombres y el alcalde se marcharon. Nos quedamos mis suegros y el niño que hacía rato estaba durmiendo en el sillón que había en esa cocina.

-Ven hijo, voy a enseñarte tu habitación – cogí a Mateo en brazos y subí aquellas escaleras de madera y antiguas para ir arriba – esta es la habitación de Ángela, aquí dormirá Mateo.

Miré dentro y todo era de color rosa chicle y blanco. Metí a mi pequeño bebé en la cama y lo tapé con las sábanas y la manta, le di un beso en la frente y cerré la puerta.

-Esta es la vuestra, conociéndola tardará en subir esperando a que te duermas.

Nos despedimos y después de tumbarme en la cama esperé mucho rato a que ella subiera, hasta que por fin lo hizo.

-Tú padre me dijo que harías esto.

-El qué?

-Tardar en subir, deseando que esté dormido – resoplé – no me tengas miedo, no haré nada que no quieras.

Hijo de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora