Cuando se ama a una persona, se ama tal como es aunque no es como

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Me acababa de llevar una de las mayores alegrías de mi vida. Creo que no me alegré tanto ni cuando descubrí que mi madre seguía viva, pero este maravilloso momento fue fastidiado por Ángela. No parecía alegrarse, no parecía feliz y eso me dolía. Decidí llamar a mi madre.

-Podemos hablar? – mi madre dijo que estaba en su casa, que me fuera a pasar por ahí – en un rato estoy.

Cogí el coche y fui hacia su casa.

-Qué sucede hijo? – me aseguré de que mi padre no estuviera.

-Mamá, vas a ser abuela – ella me abrazó y me felicitó

-Pero no te alegras? – me preguntó al ver que mi cara no era precisamente de alegría.

-Si claro, pero es Ángela quien parece que no se alegra, simplemente me dijo a esperar hasta mañana a hablar con el médico, porque según ella, no puede tener hijos.

-Haber cariño – mi madre se sentó en la silla y resopló – cuando yo me casé con tu padre tampoco fue planeado, ni fue un amor a primera vista ni nada de eso. Tu abuelo estaba enfermo y su último deseo fue acompañarme al altar. Tú te casaste con ella porque sus padres también te la jugaron. A lo que voy mi amor es que la entiendas, su vida ha dado un giro tremendo y debe acostumbrarse a esto.

-Pero mamá – no me dejó terminar

-A Mateo se lo robaron del hospital y le quitaron años de su vida y momentos muy especiales para una madre. Quizás también esté nerviosa por eso, porqué aunque ya tenga un niño, hay momentos que no ha vivido. – se quedó en silencio un segundo pero siguió – las madres con sus retoños tienen una conexión especial, alomejor con Mateo esa conexión se perdió.

-He pensado en traer a sus padres aquí.

-Son mayores no? – yo asentí – por qué no te la llevas un fin de semana a España, quizás para ellos es un riesgo coger un avión.

-También.

-Anoche hubo un ataque en tu casa.

-Si, estoy buscando a Giulia, el ruso me ha dicho que se fugó de su casa.

-Jefe – Carlo entró en la cocina – hay problemas en casa.

Mi madre se subió corriendo al coche con nosotros y llegamos a casa. Se escuchó un tiro y yo fui corriendo hacia dentro con el corazón en un puño.

-Parece mentira que el mismo arma que me regaló tu marido sea el que acabe contigo.

Giulia tenía un tiro en un brazo aparte de varios golpes. Mónica estaba tendida en el suelo inconsciente. Ángela tenía los nudillos de las manos ensangrentados. No miró en mi dirección cuando le grité que parase, ni siquiera se inmutó.

-Carlo, al sótano.

Mi hombre de confianza cogía a Giulia y fue entonces cuando Ángela bajó el arma. Mi madre se acercó a ella y le quitó el arma de la mano, le puso el escudo y después de mirarme y yo asentir, bajó al sótano.

-Que sucede amor? – no sabía como iba a reaccionar.

-Atacó a Mónica e iba a atacarme a mi – susurró.

-Venga, vamos a la cama.

Intentó caminar pero no podía, comenzó a quejarse del dolor. La cogí en brazos y al ver su pie morado e inflamado la subí al coche. Nos fuimos a urgencias.

-Carlo – cogió el teléfono al primer toque – ve a recoger a Mateo, es la hora.

Eran las 5 de la tarde y Mateo salía de la guardería. Era su último año, pronto pasaría a primaria. Ángela no dijo ninguna palabra sobre lo que pasó, de hecho para lo que era ella estuvo muy callada todo el camino. Al llegar, media hora después, la cogí en brazos y la pasé a urgencias. Varias radiografías después, los médicos le colocaron el pie, un esquince, tres semanas de reposo, tres semanas en las cuáles yo había decidido no ir a la bodega, enviaría a Vicky o a África.

-Doctor, mi mujer está embarazada – dije y automáticamente la pasaron con el ginecólogo de guardia.

-Buenas tardes – saludó este – siente a su mujer ahí – me enseñó una camilla – y suba la camiseta, vamos a ver.

Ángela seguía sin decir nada, de hecho solo se quejó cuando le colocaron el pie y se lo vendaron.

-Mirad – la sala comenzó a llenarse del sonido del corazón de mi bebé – aquí está – nos enseñó una mancha pequeña.

Lágrimas salieron de nuestros ojos, tanto de los míos como los de Ángela.

-Doctor, cómo es posible, si yo no puedo tener hijos.

Después de limpiarse el abdomen, coloqué otra vez en la silla a Ángela, nos acercamos a la mesa dónde el médico estaba mirando su historial.

-Por qué dices que no puedes tener hijos?

-Por qué mi ex marido y yo lo intentamos varias veces y solo me quedé embarazada con la infiltración in vitro.

-Usted señora si puede tener hijos, en su historial no pone nada de que fuera estéril usted, sino su marido.

Yo seguí hablando con el médico mientras Ángela se quedó pensativa. Salimos del hospital y nos dirigimos a casa, donde todo estaba ya limpio, como si nada hubiera pasado. Al llegar la bajé del coche y en brazos la llevé al salón.

-Háblame – susurré cerca de su oído – dime que te sucede Ángela.

-Estoy en shock. Volveré a ser madre, tendré a un pequeño en mis brazos y no le sucederá nada.

-Amor – me senté de rodillas en el suelo frente a ella – nadie, nunca volverá a haceros daño, vale? – ella asintió.

-Bueno, enhorabuena – habló mi madre que estaba cuidando de Mateo – enhorabuena – la abrazó y se sentó a su lado mientras yo me iba.

-Tengo miedo – escuché que Ángela le decía a mi madre y me quedé al lado de la puerta – como será? A Mateo lo conocí ya grande, no sé como hacerlo.

-Cuando me quedé embarazada de Max yo tampoco sabía como hacerlo y tampoco tuve una madre que me enseñase, ni suegra, ni hermana, nada. Estábamos solos Massimo y yo y salimos adelante, ya no con uno, sino con dos – recordé a Victoria – tu instinto te dirá que hacer y lo que tú bebé necesita en cada momento. También tendrás a Max al lado que te ayudará.

-Seré buena madre? – me dolía que ella dudase de si misma.

-Para tus hijos, siempre serás la mejor madre del mundo – su risa llenó el salón – y sino lo crees, mírame a mí. Les castigué, les di con la chancla, les escondí sus juguetes preferidos para que estudiasen, unas navidades les regalé una librería entera con tal de que leyesen algo – volvieron a reír – les encerraba en el despacho con su padre para que yo pudiera descansar un rato y aun así me adoran, igual que yo a ellos y daría mi vida por ellos una y mil veces niña.

-Me relaja mucho hablar contigo. Gracias Ada.

-Ahh y otro consejo niña, cuando tengas a tu bebé aquí y te dé mucha guerra, déjaselo al padre un par de horas – su risa volvió a llenar el salón y yo decidí irme.

Me iba más tranquilo a hablar con Giulia, ya que mi mujer solo tenía miedo a ser madre, para ella esta vez sería la primera pero si el segundo embarazo.

-Jefe – bajaba las escaleras cuando Carlo me llamó – se ha suicidado.

-Qué? Cómo?

-Se ha envenenado.

Me eché las manos a la cabeza. Joder, nunca sabría que es lo que quería esa niñata de mi y tampoco si había alguien más detrás de esto.

-Solo nos dijo una cosa antes de beber agua fuerte – le miré intrigado – antes de que me mate él, lo haré yo.

-Dejadla en una maldita cuneta o en algún sitio donde la encuentren – Carlo asintió – y que no nos relacionen.

Hijo de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora