Tener miedo no es una excusa. Tener miedo es la excusa que se utiliza siempre.

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-Papá – gritó Mateo y entró en la cocina seguido por Ángela.

-Hola papi – dijo ella con voz alegre – he interrumpido algo?

-No, tranquila. Ven aquí grandullón – abracé al niño y Giulia se marchó de la habitación – qué tal pequeñajo?

-Mamá me llevó ayer al zoo – me enseñó el peluche de león que llevaba en la mano.

-Vine a ver si querías que nos fuéramos a comer los tres, bueno cuatro.

-Vamos a preguntarle a Giulia? – el niño aceptó y salimos de la cocina pero ni Giulia ni sus maletas estaban.

Comencé a llamarla pero ella no contestó.

-Carlo, has visto a Giulia?

-Si jefe, salió con la maleta hace unos minutos, dijo que se marchaba.

-Buscadla.

-Sucede algo Max?

-Giulia se ha marchado.

-Tenéis problemas o algo?

-No Ángela, la verdad es que no. Bueno – cambié de tema – que tal si comemos aquí?

Tanto ella como el niño estuvieron de acuerdo. Pasamos la mañana por el patio ya que hacía buen tiempo, parecía mentira que solo quedara una semana para Navidad. La hora de la comida llegó y yo no tenía noticias de Giulia, la verdad es que estaba molesto, no entendía por que ella se había ido así, no cuando le acababa de pedir que se quedara conmigo. Quizás fue por celos a Ángela, debía descubrirlo.

-Qué pasó con tú marido Ángela?

-Lo maté, fue en defensa propia. Llevábamos 3 años casados y siguiendo tratamientos de fertilidad cuando nuestro pequeño llegó al mundo – tragó en seco y le miró – su desaparición nos destrozó tanto el matrimonio como a nosotros mismos. Yo entré en una depresión y a él le dio por beber. Hace dos años comenzó a maltratarme pero no era consciente, me daba igual todo porque lo único que quería era a mi pequeño conmigo. La misma noche que murió fue la primera vez que reaccioné, me cortó el cuello con un cuchillo – apartó el pelo y vi una cicatriz grande.

-Nunca había imaginado que tus manos estén manchadas de sangre – dije en voz alta y ella misma se sorprendió aunque pareció ofenderse un poco.

-Era él o yo Max, y mi vida consistía en buscar a mi hijo en tenerlo de vuelta conmigo – ahora le acarició la cabeza al pequeño que se estaba comiendo su hamburguesa.

-Te entiendo – sonreí y ella se relajó.

-Como era? La chica – aclaró – se portó bien con él?

-Cuando yo lo conocí tenía tres años y ella siempre se portó bien con él. Nunca dudé de que ella no fuera su madre, veo a mi hermana mayor con sus hijos y se desvive por ellos, pues yo de ella tenía la misma imagen. Las primeras noches que pasaron en esta casa durmió conmigo y desde entonces no dejó de hacerlo – miré al pequeñajo que aunque parecía que no se enteraba de la conversación, lo escuchaba todo.

-Gracias – Ángela se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

-Mamá y papá se quieren, mamá y papá se quieren – esa canción nos hizo reír a ambos.

Ellos se fueron por la tarde y quedé con Ángela en ir juntos el lunes a comprarle los regalos de Papá Noel a Mateo. Yo me acerqué donde mis padres, llevaba bastante tiempo sin saber de ellos.

-Carlo – le llamé después de cenar con mis padres – sabes algo?

-No señor, no sabemos nada, es como si se la hubiera tragado la tierra señor.

-Seguid buscando – el asintió y subió en el coche para volver a mi casa.

Era lunes. Seguía sin noticias de Giulia pero aún así me desperté y fui a la nave. Ahí mis hombres me estaban esperando.

-Qué sucede Carlo?

-Señor el árabe nos ha ofrecido una tregua.

-Muy bien – comencé a pasearme por todos aquellos estantes donde la droga estaba colocada en fardos – todo bien embalado para el envío?

-Si señor, llevan un condón por si terminan en el mar.

-Muy bien. Qué tal su búsqueda?

-No sabemos nada señor, hemos mirado en su piso, en hospitales y en aeropuertos y nada.

-Muy bien, si en dos semanas no tenéis noticia alguna dejad de buscarla.

Me marché a casa de Ángela y Mateo. Una casa pequeña en un barrio normal de Roma. Aparqué el coche en su puerta y llamé al timbre.

-Papá – el niño comenzó a saltar de alegría.

-Mateo, te he dicho mil veces que no abras tú la puerta – su madre estaba bajando las escaleras corriendo y regañándolo.

-Hola – yo sonreí y me asombré lo guapa que iba en un vestido de volantes color rojo y unas botas negras.

-Hola Max, voy a coger la mochila de Mateo y nos vamos. Oye – nos dirigíamos al coche – seguro que a tú madre no le importa quedarse con Mateo?

-Que va, mi madre está encantada por tenerlo unas horas.

Llegamos a casa de mi madre, los tres en el coche igual que una familia, igual que fui la primera vez con la loca, igual que fui junto a Giulia y ahora iba con Ángela.

-Hola – mi madre abrió la puerta – yo soy Ada – se presentó y saludó a Ángela – hola hijo. Pero a quién tenemos aquí? – Mateo se tiró a sus brazos y ella lo cogió – venga, diles adiós a tus papás que nosotros vamos a jugar mucho.

Riendo nos volvimos al coche y nos acercamos a un centro comercial. En una tienda de juguetes cogí juegos de aprendizaje, coches, tractores, avión y alguna que otra muñeca ya que a Mateo le gustaba fingir que tenía hermanos.

-Dónde vas con todo eso? – miró el carrito que rebozaba de cajas.

-A ponerlos debajo del árbol?

-Max – ella intentó decirme seguramente que no se podía permitir comprar todo eso o más. Trabajaba en una gestoría por lo tanto no podía ganar mucho.

-Todos serán de Papá Noel – ella asintió – que harás en Noche Buena?

-No lo sé, seguramente ver alguna película mala mientras el pequeño está durmiendo.

-Qué tal si cenamos y esa película mala la vemos juntos? –asintió

Después de un largo día volvimos a casa de mis padres, ahí mi madre tenía preparada ya la cena y nos obligó a quedarnos.

-Ángela, sabes que estás invitada a cenar aquí – seguramente mi madre la haya investigado, como lo hacía con toda aquella persona que se acercaba a sus hijos.

-Mamá, cenaremos los dos en mi casa.

-Bueno pues seremos cuatro, tus hermanas no estarán aquí estas Navidades.

-Hermanito – aquella voz tan alegre llevaba mucho tiempo sin escucharla – hermanito que me voy con Karim a Dubái.

La abracé, era mi hermana pequeña y echaba de menos sus abrazos y sus locuras. Quería que ella fuera feliz y por lo que parecía su novio la hacía feliz.

Hijo de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora