Pasaron ocho meses desde ese día. Ocho meses en los cuales me he convertido en un fantasma. Ángela tenía un embarazo horrible. No paraba de vomitar, de tener antojos, de llorar,de gritar. Llegado el momento, traje a sus padres y se quedaron aquí, mientras yo me fui a casa de mis padres.
-Max – mi madre comenzó a gritar igual que una loca
-Joder, me fui de casa porque no podía escuchar más gritos y
-Ángela está de parto – volvió a gritar.
Subi al coche y me dirigí al hospital donde estaba ingresada desde hace media hora. Su padre, aquel querido anciano que me aconsejó con irme, estaba en una silla.
-Ya estoy aquí. Dónde están?
-Señorita – se acercó a una enfermera – mi hija esta dando a luz y aquí está su marido.
-Hay dentro alguien con ella?
-Si, su madre.
La enfermera me dejó una bata verde, calzas, guantes y me indicó por donde entrar. Ángela estaba en el sillón con las piernas subidas y apoyadas en el metal que la ayudaba a mantenerlas separadas. Mi suegra la estaba sujetando de la mano pero me cedió el lugar y ella salió.
-Qué haces tú aquí? – gritó una Ángela enfadada
-Señora, cuando yo le diga empuja – al igual que Ángela, yo también asentí – tiene la epidural y está monitorizada, por lo tanto no notará las contracciones.
La taparon con una manta fina verde encima, y la matrona y el ginecólogo se colocaron entre sus piernas.
-1, 2 , 3 ahora – la primera contracción – coja aire. 1, 2, 3, empuje – segunda contracción – coja aire.
Así hasta que media hora después y sin contar las contracciones, el llanto de un bebé lleno el quirófano. Me quedé viendo mi mano que estaba cogiendo un color amoratado.
-Quiere el padre cortar el cordón?
Solté su mano y me dirigí ahí, a ver al ser más precioso que había visto en toda mi vida. En cuanto corté el cordón, me lo dieron en brazos. Me quedé hipnotizado viendo esa carita y nunca podría decir que sensación tuve, nunca nadie que no tuviera niños la entendería.
-La madre está también impaciente - la matrona me despertó de mi ensoñación.
Me volví hacia Ángela que tenía cara de cansada y le di al bebé en brazos. Comenzó a llorar, no sabía si de alegría o tristeza.
-Lo siento, me porté fatal contigo – yo asentí sin pestañear, sin quitar la mirada de la imagen más bonita que nunca había visto – vuelve a casa.
-Te quiero mi vida – besé su frente - os quiero a los tres.
A ella debían limpiarla, por lo tanto a mi me sacaron fuera y me enviaron a la habitación 200. Pasé a la sala de espera donde me encontré con mis padres y mis suegros.
-Como están? – preguntó mi suegra impaciente.
-Están bien, tenemos un precioso niño.
Todos comenzaron a abrazarme y a felicitarme y felices nos dirigimos a la habitación.
-Hijo, a tus hermanas les dije que vengan mañana, que podáis descansar.
-Gracias mamá. Y Mateo?
-Con África, está entreteniéndose ya que Karim se ha vuelto a Dubai.
Dos horas después entraron con mi mujer y mi hijo durmiendo en sus brazos. Hicimos un coro para ver a aquel precioso bebé.
-Y el nombre hija?
-Massimo, se llamará igual que su padre – nunca me había sentido tan orgulloso y por la cara de mi padre, él tampoco – serán sus huellas las que siga, por lo tanto será Max.
-Enhorabuena hijo – mi padre me abrazó.
Ese gesto en la mafia supone un gran reconocimiento, mi mujer sin decirle nada, había reconocido como heredero de la mafia a nuestro primer niño, y mi padre también lo había hecho. Ahora, faltaba nombrarlo yo mi heredero y eso sería muy fácil, una vez que mis suegros no estuvieran en casa, se haría una cena con todos y cada uno de los miembros de mi mafia donde lo presentaré.
-Bueno, vamos a dejaros descansar – habló mi madre – recuerda hija, si te cansas, está el padre.
Nos dieron un beso y se llevaron a mis suegros también. Mañana sería un día largo con tanta visita.
-Me han dado 22 puntos – mi cara fue un poema – me desgarré.
-Joder. Te duelen?
-Si, pero no es nada, es una pequeña molestia solo. Lo siento Max.
-Ángela, pegaste a Mónica, me acusaste de acostarme con ella. Entiendo que fueran las hormonas, pero una cosa son las hormonas y otra que veas cosas donde no las hay. No he tocado a Mónica nunca, somos amigos desde que íbamos a la escuela.
-Lo siento – comenzó a llorar – también te tiré de la cama más de una vez, y tendremos que comprar decoración nueva para la casa, porque te he tirado toda a la cabeza.
Sí, me había tirado de la cama, me había tirado a la cabeza todos los jarrones que había en casa pero lo peor y por lo que me fui es cuando me acusó de serle infiel con Mónica. Esa fue nuestra peor y última discusión. Recuerdo que llegaba del aeropuerto de recoger a sus padres y cuando entré en casa, un jarrón fue a parar a mis piernas. Desde desgraciado, hijo de puta y cabronazo no me sacó ese día. Cuando se tranquilizó me explicó que había echado a Mónica por que esta mañana había visto como la besaba. Nunca, le explique que nunca había besado a Mónica y que esa mañana solo le había felicitado el cumpleaños, que fueron dos besos en la mejilla nunca algo como ella interpretó. Su padre me dijo que lo mejor era marcharme esa noche, que era un consejo y decidí tomarlo pero para los restantes cinco meses.
Estos meses no la había olvidado, todo lo contrario, por la mañana me iba a mi casa, al despacho y luego por la noche, cuando ella y Mateo estaban dormidos, yo me iba a casa de mis padres. No la dejé sola ningún día, eso sí, tampoco me acercaba mucho a ella, me daba miedo. Si, tenia miedo por ella, por mi reacción a algunas cosas o por perder los nervios.
Recostó su cabeza en la almohada y cerró los ojos. Miré el reloj y eran las 3 de la tarde.
-Estás cansada? – ella solo asintió – pues descansa amor, yo cuidaré al pequeño.
-Estás feliz con que lleve tu nombre? – fue mi turno asentir – llevaba tiempo pensándolo y nunca te lo comenté, creo que te he privado de un embarazo bonito, como el de las películas.
-Ángela, estáis los dos bien y aquí conmigo, con eso me sobra. Ahora descansa todo lo que puedas – le di un corto beso en los labios y cogí al niño que tan a gusto dormía con su madre.
Lo sostuve todo el rato en mis brazos, según los libros que leí, nuestro pequeño necesitaba el contacto de sus padres y nos reconocía por el olor, por lo tanto, me quedé con él en brazos.
Ella se levantó a las cinco, en cuanto escuchó el primer llanto del bebé.
-Dónde está? – preguntó nerviosa.
-Lo tengo aquí Ángela, está llorando por que tiene hambre.
Se relajó y media hora después de comer, el niño se quedó dormido.
-Tengo miedo – habló flojito para no despertarlo.
-No te lo quitarán, tengo hombres en todas las puertas de este hospital.
-Ve a casa a descansar, estaré bien – yo negué con la cabeza
-No me moveré de aquí hasta que no os den el alta a los dos.
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Hijo de la Mafia
RomanceFrancesca D'Agostini una policía encubierta lleva tres años intentando que Max de Luca, el hijo del mafioso Massimo y Ada de Luca, se fije en ella. Tres años en los que ha olvidado como realmente se llama, tres años en los cuales su hijo ha pasado a...