-Eres – me quedé en silencio y la gire para mirarla – Ángela, no estarás embarazada? – acaricié su tripita que ahora ya no estaba lisa, abultaba un poco.
-No, he engordado pero mañana me apuntaré al gimnasio.
-Ángela, esto no es de engordar – volví a acariciar el pequeño bulto – los pechos, las caderas las piernas, todo en ti está igual, solo te ha aumentado un poco la tripita. Si no fuera a conocer perfectamente tu cuerpo ni me daría cuenta.
-Max, que pasó con tú cuñado? – cambió de tema
-Mi hermana se niega a tener algo que ver con la mafia, pero nosotros siempre ganamos más poder y se nos hace más caso cuando vamos acompañados de una mujer, por lo tanto él ha decidido tener una mujer aparte de mi hermana, una que sea para la mafia.
-La estará engañando?
-No lo sé pero por si acaso hoy cobró – me reí ante la gracia que había hecho con pegar a mi cuñado.
Ella se tumbó en la cama y se tapó con el edredón. Estaba dispuesto a hacer lo mismo pero unos golpes se escucharon en mi puerta. Miré como ella se encontraba antes de dar la orden de entrar.
-Jefe – era Alessio – nos están atacando. Son 25 hombres que vienen armados hasta los dientes.
-Cuántos?
-Nosotros somos 45.
-Muy bien – suerte de que yo no me desvestí – Ángela coge a Mateo y os encerráis en su habitación, no quiero que salgas bajo ningún concepto.
-Pero qué?
-Hazlo ya – le grité mientras yo me ponía el chaleco antibalas.
Cuando salí fuera todos estaban atacando a los intrusos. Ni siquiera se habían acercado lo suficiente a la casa como para considerarlo una amenaza. Caminé con mi AK47 en la mano, el arma perfecta para estas cosas. Vi uno de los intrusos que no estaba muerto pero si retorciéndose del dolor en el suelo.
-Quién te manda? –el se negó a decírmelo – apartadlo y sacadle información – les dije a dos de mis hombres.
Estaba pegando tiros a diestro y siniestro y en menos de media hora todos estaban muertos, todos menos aquel al que me encontré.
-Jefe, está en el calabozo.
Asentí y antes de bajar decidí buscar a Mateo y a Ángela que se encontraban los dos en la cama del pequeño abrazados.
-Ha terminado – le dije a ella y asintió
Cerré su puerta dejando que ella tranquilice a Mateo y yo baje al calabozo donde mis hombres estaban intentando sacar información. Llevaban una hora así y yo estaba perdiendo los nervios. Ángela se acercó.
-Qué pasa?
-No habla.
-Hay otra manera. Puedo?
-Dejad a mi mujer – le grité a Alessio.
Ella se acercó y desde el primer momento que lo hizo no me gustó. Con ojos seductores, le paso por el cuello su mano.
-Quién eres? – le preguntó ella suavemente
-Alguien que está deseando follarte – le contestó el otro y yo apreté los puños entorno a mi pistola que tenía siempre en la cintura guardada.
-Podrás hacerlo si hablas – para mi asombro y el de todos ella desató el nudo de su bata dejando ver su cuerpo en un pijama casi inexistente.
-Enserio muñeca? – ella asintió y le acarició los labios.
Iba a tirarme encima del hombre y matarlo a golpes pero Alessio me sujetó.
-Nos ha contratado una mujer, quiere vengarse.
-Quién? – preguntó ella sentándose ahora en sus brazos
-No sabemos su nombre, iba tapada y vestida de negro. Lo único que puedo decir es que tiene mucho dinero para pagar asesinos a sueldo y seguir intentándolo.
-Que pena que no me puedas decir nada más – le volvió a acariciar.
-Lo siento muñeca pero solo sé eso, cuando la vimos iba vestida totalmente de negro y su cara estaba tapada por un pasamontañas. Hasta la voz la tenía distorsionada.
-Muy bien – ella se puso en pie.
-Ehhhh, mi recompensa – le gritó – ven aquí muñeca que prometo follarte en todas las posturas posibles.
Ella sonrió y ahora , soltándome del agarre de Alessio me acerqué y le pegué un tiro en la cabeza. La miré pero ella ni se inmutó. La cogí del brazo y comencé a tirar de ella hacia arriba. Cuando entramos en mi habitación pegué un portazo y ahora si estaba asustada, lo vi en su mirada.
-Max – quería decir algo pero yo me abalancé sobre ella y la empujé contra la pared golpeando así su espalda contra esta.
Le arranqué el diminuto vestido que tenía como pijama y sujetando sus piernas alrededor de mi cintura la penetré. No hubo besos, ni caricias, tampoco fui delicado con ella.
-Eres mia, maldita mujer, mia – escuché y noté como ella llegaba al climax e intentaba tocarme pero no podía ser, no soporté su tacto.
Salí de su interior y la dejé ahí, sin mirarla siquiera me metí al baño y me apoyé los brazos en el lavabo. No sé el tiempo que estuve ahí, solo noté su tacto en mi brazo.
-No me toques – le susurré – no me toques Ángela.
-Max, solo – la interrumpí
-Desaparece de mi vista o no respondo.
Creo que mi mirada la asustó y decidió irse del baño. No podía creer que mi mujer se haya quedado casi desnuda delante de un desgraciado y de mis hombres. Tenía ganas de matarla debido a la decisión que tomó. Cuando me preguntó si podía intentarlo ella pensaba que utilizaría otro método, bueno no, no pensaba en nada, solo sentí curiosidad pero como mi madre siempre decía, la curiosidad mató al gato.
-Mierda – grité y tiré todo lo que había en el lavabo colocado – mierda, mierda, mierda.
-Max para – era ella pero ahora no me tocaba – vas a hacerte daño.
-Porqué cojones has hecho eso? Te has despelotado delante de mis hombres y has seducido a un puto desgraciado que venía a matarnos Ángela, es que no lo entiendes, que venía a matarnos – le volví a gritar.
-No te das cuenta que por lo menos sabemos que una de tus putas es la que intenta matarnos?
-Tú – grité – tú hablas de putas? Cuando no he visto ninguna otra mujer que se despelote como tú lo has hecho hoy?
-Max, te estás pasando.
-No, no me estoy pasando y sabes porqué Ángela? –ella negó con la cabeza – porque la única puta con la que he estado eres tú. Me has dejado en vergüenza delante de mis hombres, todos han visto a mi mujer en un pijama o mejor dicho en un trozo envuelta.
-Estás celoso Max?
Ahora fue su pregunta la que a mi me descolocó. Estaba celoso, si, estaba celoso de que mi mujer haya tocado a otro y de que otros hombres que no fuera yo la habían visto como solo yo tenía el derecho de hacerlo.
-Si Ángela – lo acepté, porque lo iba a negar.
-Solo tú Max – permití que cogiera mi cara en sus manos – soy tuya igual que tú eres mio. Solo tú amor – le permití besarme, le permití pegar un salto y volver a estar en mis brazos.
Me permitió hacerla mia una y otra vez esa noche, me permitió dejarla saciada y llena de mi, tanto que por la mañana ni siquiera tenía fuerzas y ganas de levantarse a atender a Mateo.
-Lo llevará Alessio, no te preocupes.
-Lo siento amor – susurró y cerró sus ojos para seguir durmiendo.
Me encerré en el despacho toda la mañana, con lo que hoy había pasado no me permitía ir a la bodega sino que debía buscar al asesino desde casa.
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Hijo de la Mafia
RomanceFrancesca D'Agostini una policía encubierta lleva tres años intentando que Max de Luca, el hijo del mafioso Massimo y Ada de Luca, se fije en ella. Tres años en los que ha olvidado como realmente se llama, tres años en los cuales su hijo ha pasado a...