-Hijo – mi padre me había llamado – qué sucede?
-Nos habéis mentido papá – le grité, estaba furioso – sigue viva.
-Hijo, ven a casa, ahora lo hablamos y por favor no les digas nada a tus hermanas.
Tenía dos hermanas, Victoria que era la mayor y que hace poco nos enteramos que era adoptada pero aun así yo la quiero.Me porté muy mal con ella cuando nuestra madre se quitó la vida. También estaba África, la niña mimada, protegida y rebelde de la familia, aquella que se fue a estudiar a América y a la que nos tuvimos que traer de vuelta para ingresarla en un centro de desintoxicación.
Salí de aquella casa que hace poco me compré en Roma. Tenía dos dormitorios, una cocina, salón y un despacho que ahora utilizaba bastante ya que mi padre se estaba retirando. Tal y como mi padre lo había hecho en su día, tenía cuatro hombres de confianza, cuatro que sabía que darían la vida por mí.
Carlo y Alessandro eran los que iban en la parte delantera del todoterreno que me llevaba a casa de mi padre, la casa donde me crie. Alessio y Bruno eran los que iban en el coche de atrás.
-Para – grité al ver a una castaña en la puerta de una universidad, subiéndose a un taxi – sigue a ese coche – los dos hombres se miraron extrañados – sigue el maldito coche Carlo.
Media hora después llegamos a una de las zonas más bajas de Roma, una de las zonas peligrosas donde mis propios camellos distribuían la droga.
-Qué hace una mujer como ella aquí? – me hice la pregunta a mi mismo, viendo como aquella chica bajaba del taxi y besaba a una anciana con un bebé en brazos – Alessandro quiero que la investigues – este asintió e hizo la llamada en ese mismo momento.
Volvimos a nuestro destino, del que nos habíamos desviado, llegando con retraso a casa de mí padre.
-Papá – Carla, nuestra nana me informó de que estaba en el despacho – que cojones pasa aquí? Mamá está viva?
-Siéntate.
-No me voy a sentar – comencé a dar vueltas por aquel despacho al que hasta hace unos años no pasé
-Sí, tú madre está viva pero nadie más debe saberlo Max.
-Cómo hicieron esto? Como maldita sea?
-Hijo – aquella voz, aquella voz a la que tanto había echado de menos pertenecía a la persona que más quería en el mundo – hijo, dame un abrazo que no has visto un fantasma.
-Mamá – comencé a llorar, sí, lloraba igual que un niño pequeño, igual que hace tan solo unas décadas lo hacía en sus brazos.
-Soy yo amor mío – me acariciaba la frente, joder como eché de menos estas caricias – soy mamá, no llores más. Qué pensabais que os ibais a deshacer de mí tan pronto ¿ - ella bromeó y yo entre lágrimas conseguí esbozar una sonrisa.
-No lo entiendo mamá – la estruje entre mis brazos – porque os lo callasteis?
-Era cuestión de tiempo que tú lo averiguaras. Hijo – me senté a su lado – hace unos 20 años una familia nos estaba amenazando, amenazaba nuestra vida y nuestra tranquilidad, así que una noche, mientras tu padre planeaba su desaparición yo me fui sola hacía su casa y los eliminé a todos. A todos menos a una niña de 7 años. Recuerdo que no pude hacerlo ya que tú en ese mismo instante tenías esa misma edad y vi tu cara reflejada en la de esa niña. Por lo que supimos, esa niña ahora siendo toda una mujer está ofreciendo millones de euros por mi cabeza.
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Hijo de la Mafia
RomansFrancesca D'Agostini una policía encubierta lleva tres años intentando que Max de Luca, el hijo del mafioso Massimo y Ada de Luca, se fije en ella. Tres años en los que ha olvidado como realmente se llama, tres años en los cuales su hijo ha pasado a...