CAPITULO 9

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Realice mi examen sin tanta complicación como afirmó el profesor, termine mis clases y me puse a hacer mis tareas y trabajos extras para que con eso me evaluaran las demás materias, para tener más paz fui a las mesas del puente, el lugar solitario en el que pasábamos los ratos de estudio Camil y yo. Era un sitio calmado, jamás le dedique tanta atención como en esa tarde, la suave música que emanaba el movimiento del agua, el pasto tan verde y el viento siempre tan abrasador, solo quería atrasar el hecho de volver a la biblioteca, el miedo que sentía, me enfrentaría nuevamente a él; mi propia mente me torturaba con los recuerdos de aquellos momentos de felicidad y diversión en los que los días pasaban rápido y nada importaba cuando Camil estaba conmigo, podía imaginarla frente a mí, el como se concentraba al escribir uno de los tantos ensayos que dejaba la maestra de español, tomaba su lápiz de una forma tan peculiar, entrelazando sus dedos sobre el lápiz, de esta manera lograba afinar su letra de manera que la dejaba ver definida y elegante, recuerdo que en una ocasión intento enseñarme a hacerlo, pero mis torpes dedos no pudieron, eso logro marcar una sonrisa en mi melancólico rostro.

Tomé mis cuadernos y me dispuse a irme, pero nuevamente sentí una presencia, no era hostil como la que me atravesó, no tenía intenciones de querer asustarme, presentí que era el primer fantasma que llamo mi atención. Él sacudió la mesa que estaba frente a mí, al principio no sé qué trataba de hacer, pero luego tiro una de mis libretas, confirme que era él.

-Eres tú... - tiro otra libreta, era casi imposible de creer que de esa forma me respondía - ¿Qué quieres? ¿Por qué no te dejas ver? – nuevamente interrogue, no dijo nada, movió en cadena cada silla que estaba frente a mí, casi como dejando un camino, a una corta distancia para entrar al área verde, movió las plantas de una forma muy agitada, comprendí que esperaba que fuera tras él.

Fui siguiéndolo conforme movía las plantas o rasgando el suelo, nos rodeaba una pequeña cantidad de pinos, andaba rápido, se notaba su urgencia por llegar a un sitio, nunca me dio curiosidad entrar a allí pero el misterio que ocultaba el fantasma me llamaba. Me llevó al otro lado de la escuela, un viejo portón todo oxidado indicaba el límite del instituto, me aproxime a este, daba a una de las tantas privadas que rodeaban la escuela, de la casa más descuidada salió un hombre robusto, de inmediato me escondí en los matorrales porque se dirigió al portón, introdujo una llave y entro a la escuela, al verlo mejor me di cuenta de que era el conserje; el fantasma me hizo seguirlo, ¿Qué tenía que ver con todo esto? Se dirigió a la biblioteca, lo perdí por un segundo en las escaleras ya que no quería que me viera, me metí rápido a los pasillos de libros, los espacios entre estantes me permitían ver que hacía, no tardo en entrar a la puerta de servicio y notar que todo estaba en desorden por mi salida desenfrenada la tarde pasada, al encontrar la caja, la esculco y su mirada me hizo pensar que esa caja no debía de estar ahí.

La saco, limpiándola un poco por el polvo se la llevo fuera de la biblioteca, no comprendía nada ante esa caja. Era tanta confusión guardada en un minuto, necesitaba ver que más tenía esa caja, como había dicho era la única fuente de información que me podía ayudar a saber de aquel incendió. De inmediato lo seguí, el fantasma se había ido y el conserje volvió a esa casa; había retrasado mis labores en la biblioteca, no podía hacer nada.

En mi camino de vuelta a la biblioteca me tope con una persona que en mi momento de apatía fue vergonzoso, en un estado de frustración al dar la vuelta por las oficinas de los profesores entre ellas la dirección, me choque con la mamá de Camil... En sus manos llevaba una caja pequeña y la maleta de viaje de mi amiga, que por poco y se lo tiro.

-Señora Esme – me impresiono su mirada, si yo estaba triste no pude ni imaginarme de lo que sentía ella, y en su mirada eso reflejaba, no estaba tan arreglada como cuando la conocí, llevaba puesto un vestido holgado color limón, y un suéter amarillo, demasiado brilloso como para su rostro deprimido.

Puedo VerlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora